Una Mona Lisa a la medida del siglo XXI
El Museo del Louvre y sus obras más representativas a disposición de dos artistas pop en fase megalómana: Beyoncé y Jay Z, en rigor Sra. y Sr. Carter, dispusieron de la Mona Lisa, la Victoria alada de Samotracia y de pasillos y salones del museo parisino como extraordinaria escenografía de su sonido trap de última generación, sus letras ambivalentes y el desparpajo de nuevo rico que pone el lujo europeo a sus pies.
Hipérbole conceptual, la famosísima pareja artística (Beyoncé es de los perfiles más exitosos en redes sociales) busca representar un renacentista siglo XXI: con los valores de la igualdad de género, el orgullo afrodescendiente y el poder femenino producen, interpretan y firman en conjunto el disco (Everything is Love) e invierten sus millones en ubicarse cara a cara con La Gioconda, de Leonardo: generan algunas interesantes controversias (como la que se da en el perfil del museo en Instagram) y ocupan un lugar en la historia. Oda a la influencia, como la describió la revista New Yorker, es una explícita ambición canónica desbordada de prepotencia pop.