El papa abre un nuevo ciclo de debates sobre el futuro de la Iglesia católica
El papa Francisco abrió este miércoles la segunda asamblea general de una cumbre mundial sobre el futuro de la Iglesia católica, presionada por cuestiones como el papel de las mujeres en su seno y la violencia sexual contra menores.
Hasta el 27 de octubre, un total de 368 personas (religiosos, obispos, mujeres y laicos) de un centenar de países debatirán a puerta cerrada en el Vaticano en la Asamblea General del Sínodo sobre el futuro de la Iglesia.
Este órgano consultivo presentará posteriormente sus conclusiones al papa, quien tiene la última palabra sobre eventuales reformas doctrinales.
El sínodo comenzó con una misa presidida por el pontífice argentino en la plaza de San Pedro antes del inicio de los debates por la tarde.
En su homilía, Francisco pidió a los participantes "no transformar nuestras contribuciones en puntos a defender o agendas a imponer" y recordó que esta reunión no es "una asamblea parlamentaria, sino un lugar de escucha en comunión".
En una primera asamblea en octubre de 2023, este simposio internacional trató cuestiones como la poligamia, la ordenación de hombres casados, la lucha contra la violencia sexual a menores o la acogida de las personas LGTBI+.
A pesar de las fuertes presiones sobre el lugar de las mujeres en la Iglesia, uno de los principales desafíos de la institución, el Sínodo ha cerrado la puerta a corto plazo al diaconado femenino.
No obstante, numerosas voces continúan reclamando más visibilidad y un mejor estatus de las mujeres dentro de la Iglesia, dominada por hombres.
El resto de temas más delicados fueron confiados a grupos de trabajo específicos que presentarán sus conclusiones en junio de 2025.
La reunión, nacida de tres años de consultas entre católicos de todo el mundo, estuvo precedida por una víspera de penitencia en la que el papa pidió "perdón" y expresó su "vergüenza" por la violencia sexual dentro de la Iglesia.
Frente a 2.500 personas congregadas en la basílica de San Pedro, un barítono sudafricano agredido por un cura a los once años denunció la falta de transparencia y responsabilidad de la Iglesia frente a estas violencias que "quebraron la fe de millones de personas".
"¿Cómo podemos ser creíbles en la misión si no reconocemos nuestros errores y no nos esforzamos para curar las heridas que hemos causado con nuestros pecados?", reflexionó Francisco.
Entre los siete cardenales que pidieron perdón, el estadounidense Seán O'Malley expresó su "vergüenza" y "tristeza" ante las agresiones "que robaron la inocencia y profanaron el carácter sagrado de personas débiles e indefensas".
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