El viacrucis de los ucranianos olvidados en las prisiones ocupadas por Rusia
Entre los ucranianos cautivos en manos del ejército ruso, a menudo prisioneros de guerra, se encuentra el esposo de Yulia, quien ya estaba encarcelado por agresión cuando los soldados rusos invadieron la región de Jersón en 2022.
Meses después, cuando las fuerzas ucranianas liberaron ese territorio en el sur de Ucrania, los rusos ya lo habían trasladado a Rusia.
"Tuve miedo y comencé a llorar. ¿Por qué llevárselo? No era legal, ¿verdad?", cuenta Yulia, de 32 años, negándose a dar su apellido para proteger la seguridad de Yuri, padre de su hija de cinco años, Nastia.
Unos 3.000 ucranianos se encontraban en los 11 centros penitenciarios que quedaron bajo el control de las fuerzas rusas desde 2022, según el Ministerio de Justicia ucraniano y las oenegés.
Aproximadamente dos tercios fueron trasladados a Rusia.
Desde entonces las autoridades rusas liberan a aquellos que cumplieron su condena, pero su regreso está lleno de obstáculos.
Sus relatos ponen en evidencia el trato que recibe esta población, a menudo tratada como paria, y cuyo único apoyo proviene de sus familias y algunos movimientos ciudadanos.
Según Yulia Yuri nunca habla de sus condiciones de detención para que ella no se preocupe.
- Tortura física y psicológica -
Pero exprisioneros y oenegés describen malos tratos, acceso limitado a medicamentos y presiones para adoptar la nacionalidad rusa.
"Nos golpean solo por ser ucranianos", explica Yuri Patsura, otro prisionero encarcelado por robo en la región de Jersón.
Un informe realizado por el instituto danés contra la tortura y un grupo de ONG a partir de un centenar de entrevistas estableció "la naturaleza sistemática y generalizada de la tortura física y psicológica y otros malos tratos contra los detenidos".
El traslado forzoso de prisioneros civiles a Rusia probablemente constituye un crimen de guerra, según este informe.
"Nos forzaron bajo la amenaza de un arma. 'Si se niegan a subir al coche que los llevará a Rusia les dispararemos'", recuerda Patsura.
Los servicios penitenciarios rusos y la defensora del pueblo rusa para los derechos humanos no respondieron a las solicitudes de comentarios de la AFP.
La viceministra ucraniana de Justicia, Olena Visotska, admite que el regreso de los criminales comunes fue relegado a un segundo plano en comparación con otros repatriados.
"Primero los niños, luego los prisioneros de guerra y finalmente los prisioneros civiles", dice.
El año pasado la Corte Penal Internacional emitió una orden de arresto contra el presidente ruso Vladimir Putin por presuntos crímenes de guerra relacionados con la deportación de niños ucranianos a Rusia, lo que el Kremlin niega.
- Dificultades de identificación -
La abogada de la ONG Protección de los Prisioneros de Ucrania, Hanna Skripka, afirma preparar una denuncia similar ante la CPI. Para ella las autoridades ucranianas no cumplen con sus obligaciones hacia estos prisioneros.
"Todos están al tanto y guardan silencio. Simplemente cerraron el tema", afirma.
En la pequeña oficina que comparte con un colega en Kiev el teléfono no para de sonar. Las familias y exprisioneros buscan consejos.
Con seis miembros, la oenegé estableció una red de voluntarios, incluidos en Rusia, dispuestos a intervenir cada vez que se libere a prisioneros ucranianos.
A menos que acepten un pasaporte ruso, los detenidos liberados deben convencer a las autoridades de su identidad.
Muchos pasan semanas, encerrados nuevamente, esperando los documentos que permiten su traslado a Georgia, que mantiene estrechos vínculos tanto con Rusia como con Ucrania.
Luego deben aguardar varias semanas más, en una zona especial en la frontera ruso-georgiana, que las autoridades ucranianas verifiquen su identidad.
"Cuando los encarcelaron no hubo problema para identificarlos. Pero cuando se trata de confirmar que son ucranianos para que puedan regresar todo se complica", lamenta Patsura.
- Vivir normalmente -
Hasta hace poco, cuando los prisioneros terminaban su condena en los territorios ucranianos ocupados, podían intentar regresar a su país a través de un único punto de paso entre Rusia y Ucrania, gracias a la ayuda de voluntarios.
"Los arrojan a la calle con su uniforme de prisionero", explica Olga Romanova, que supervisa la organización rusa de defensa de los derechos de los prisioneros "Rus Sidiachtaia" desde su exilio en Berlín.
Los exdetenidos están "sin dinero, a menudo sin zapatos. Los discapacitados ni siquiera tienen una silla de ruedas", relata.
El punto de paso está cerrado desde que las tropas ucranianas ingresaron a Rusia el 6 de agosto.
Después de dos años en una prisión bajo control ruso en Melitopol, Anna Pritkova logró regresar a Ucrania a través del corredor humanitario que aún estaba abierto.
"Regresaré a casa para reunirme con mis hijos", dijo a la AFP en junio en la estación de tren de Kiev. "Encontraré trabajo y viviré como una persona normal", agregó.
Yulia, por su parte, está condenada a una espera angustiante ya que Yuri aún tiene varios años de condena por cumplir.
"Es difícil tener que esperar preguntándome si sigue vivo o si lo mataron", lamenta.
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