La "magia" del estadio de la Torre Eiffel no hechiza a los vecinos locales
Ver vóley-playa a los pies de la Torre Eiffel: los Juegos Olímpicos de París-2024 han llevado este deporte a los jardines del Campo de Marte, una decisión que hace las delicias de los visitantes, pero que afecta la vida de los vecinos locales.
Dentro del Estadio Torre Eiffel, construido expresamente para los Juegos Olímpicos y Paralímpicos y que será desmontado después, el ambiente es una fiesta.
Con banderas de decenas de países diferentes, el público no tarda en elegir bando, aunque su nación no está jugando en ese momento. Los puntos se celebran con aplausos, haciendo la ola o gritando "¡Olé!".
"Nos ha parecido espectacular, todo un acierto. Montar el estadio de vóley-playa junto a la Torre Eiffel es algo inigualable", valora Alfonso García, un español que acude como público a las pruebas acompañado de su familia.
"Me encanta, ha sido una experiencia chulísima", se entusiasma Jimena, una de sus hijas que practica el vóley-playa.
- Una sede mágica -
También ha venido acompañada de sus hijos Daniela Steiman, una aficionada neerlandesa para la que la localización es "mágica".
"Es perfecta, es mágica. Se puede ver la Torre Eiffel, es fantástico", dice a la AFP cerca del estadio, mientras su hijo se refresca en uno de los múltiples nebulizadores repartidos a lo largo de los jardines.
El Campo de Marte, ahora dedicado íntegramente a los Juegos, es uno de los emplazamientos favoritos de parisinos y turistas para hacer picnics sentados sobre el césped, observando el monumento más emblemático de la ciudad.
Cerrado ahora sólo para visitantes con boletos, varias casetas de venta de comida se extienden en paralelo al césped, hay tumbonas, sombrillas y terrazas e incluso pistas de vóley-playa para que los visitantes demuestren su destreza.
"Los franceses se han superado a sí mismos haciendo que la ciudad luzca preciosa", opina el estadounidense Philip Corboy, venido desde Chicago con su mujer Margareth, que incide la palabra "magia".
Un encanto que no parece haber hechizado a los vecinos locales.
- Imagen de postal -
La imagen de postal que se observa desde dentro del estadio, con la Torre Eiffel asomando por detrás de una grada, contrasta con las altas vallas instaladas para asegurar el perímetro, dejando una imagen de calles desiertas alrededor.
Salvo los restaurantes, apenas hay comercios abiertos y en uno de ellos cuelga un cartel que anuncia cierre por vacaciones "desde el 26 de julio", fecha de la ceremonia de apertura.
Agentes de diferentes fuerzas del orden patrullan y observan con atención a cada transeúnte en las zonas colindantes al recinto.
"No está bien", lamenta Alfonso Figueredo, un portugués que reside en el VIIº distrito desde 1985 y que lamenta el exceso de control al que someten a los vecinos, especialmente a los que tienen que utilizar el vehículo privado.
Esa queja la comparte también Corinne Jurquet, para quien los Juegos Olímpicos "no deberían hacerse en el corazón de una ciudad", aunque con una sonrisa de resignación se despide diciendo que, pese a las molestias, "hay peores cosas en la vida".
- Impacto "muy negativo" -
También hay quien simplemente, echa de menos pasear por los jardines, como Philippe Toquenne y su perro, que se ven ahora obligados a marchar sobre las aceras, alejados del césped.
Para este hombre de 72 años, la sede ha tenido un impacto "muy negativo" en su vida cotidiana. "Ni siquiera han dejado un paso que atraviese el Campo de Marte", protesta, indicando que ha tenido que renunciar a su panadería habitual o a ver amigos que viven del otro lado de los jardines para evitar dar un importante rodeo.
Un impacto, mágico o negativo, que se alargará unas semanas más, pues el estadio efímero albergará también las pruebas de fútbol para ciegos durante los Juegos Paralímpicos (28 de agosto - 8 de septiembre).
Dam/mcd