Los dujobores están a punto de desaparecer de Georgia tras ser exiliados de Rusia hace siglos
GORELOVKA, Georgia (AP) — Un niño de 10 años permanece de pie orgulloso al lado de su padre y escucha el canto monótono de mujeres ancianas que visten velos bordados y largas faldas multicolores. Es la primera ocasión que Ilya acude a una reunión nocturna de oración en Gorelovka, un pequeño poblado de la nación de Georgia en el sur del Cáucaso, y está decidido a practicar los himnos de siglos de antigüedad que han sido transmitidos de generación en generación.
No hay sacerdote ni iconografía. Son sólo hombres y mujeres que oran juntos, algo que los dujobores han efectuado desde que esa secta cristiana pacifista surgió en Rusia en el siglo XVIII.
Miles de sus antepasados fueron expulsados a las márgenes del imperio ruso hace casi dos siglos por rechazar a la Iglesia ortodoxa y negarse a militar en el ejército del zar Nicolás I, en forma muy similar a los miles de hombres que huyeron de Rusia hace dos años para evitar ser reclutados y enviados a la guerra contra Ucrania.
En la actualidad sólo quedan unos 100 dujobores en esta comunidad agrícola rusoparlante en dos remotas poblaciones de las montañas.
“Nuestra gente está muriendo”, le dijo a The Associated Press la madre de Ilya, Svetlana Svetlishcheva, de 47 años, mientras caminaba con su familia rumbo a un antiguo cementerio.
Unos 5.000 dujobores que fueron desterrados a mediados del siglo XIX establecieron 10 poblados cercanos a la frontera con el hostil imperio otomano, donde siguieron predicando la no violencia y practicaban su fe sin necesidad de sacerdotes ni rituales eclesiásticos.
La comunidad prosperó y creció hasta alcanzar unos 20.000 miembros. Cuando algunos se negaron a prometer lealtad al nuevo zar, Nicolás II, y protestaron quemando armas, las autoridades desataron una violenta represión y enviaron a unos 4.000 de ellos a vivir a otras partes del vasto imperio ruso.
La no violencia es la base de la cultura dujobor, dice Yulia Mokshina, profesora de la Universidad Estatal de Mordovia en Rusia, que estudia al grupo.
“Los dujobores demostraron que, sin utilizar la fuerza, uno puede defender la verdad”, señala Mokshina. “Lucharon sin armas, pero con su verdad y poder interno”.
Su difícil situación captó la atención del novelista ruso Leo Tolstoy, también pacifista, que donó las ganancias de su última novela “Resurrección” para ayudar a unos 7.500 dujobores a emigrar a Canadá con el fin de escapar de la persecución.
Y durante todo el tiempo nunca se dejó de orar, ni siquiera cuando las autoridades soviéticas reprimieron incesantemente las actividades religiosas.
“No ha habido un solo domingo sin oración”, dice con orgullo Yuri Strukov, de 46 años, en el poblado de Orlovka, donde ha vivido durante 30 años.
Al igual que otros en la comunidad rural, Strukov posee ganado y produce queso cottage, crema agria y un queso en salmuera llamado suluguni, que vende en un poblado cercano. Su forma de vida es difícil —enfrenta temperaturas heladas durante el invierno y sequías en el verano, y la alejada aldea se encuentra a tres horas en automóvil de la ciudad grande más cercana—, y ya no es atractiva para muchos dujobares.
“La comunidad ha cambiado porque se volvió pequeña”, dice Strukov. “El hecho de que seamos pocos deja un pesado residuo en el alma”.
En la época soviética, los dujobores tenían una de las mejores granjas colectivas de la región. Pero el sentimiento nacionalista que bullía en Georgia al avecinarse el colapso de la Unión Soviética impulsó a muchos a volver a Rusia a fines de la década de 1980.
“No nos reubicamos, volvimos”, dice Dmitry Zubkov, de 39 años, que estaba en el primer convoy de 1.000 dujobores que partieron de Gorelovka en dirección a lo que ahora es el oeste de Rusia en 1989. Zubkov y su familia se establecieron en la localidad de Arkhangelskoye, en la región rusa de Tula.
Strukov también piensa en mudarse.
Luego de que muchos dujobores partieron en varias oleadas, personas del grupo étnico georgiano y otras del grupo étnico armenio —Orlovka está cerca de la frontera armenia— ingresaron, y él dice que las relaciones entre ellos y la comunidad cada vez más pequeña de dujobores son tensas. Sus cuatro familiares son los últimos dujobores que viven en Orlovka.
Pero la casa de oración y las tumbas de sus ancestros impiden que él se marche.
“Toda la tierra está impregnada de las oraciones, el sudor y la sangre de nuestros antepasados”, dice. “Siempre tratamos de hallar la solución en diferentes situaciones, de forma que podamos quedarnos aquí y conservar nuestra cultura, nuestras tradiciones y nuestros ritos”.
Tradicionalmente, los ritos dujobores han pasado de generación en generación por vía oral. Daria Strukova, hija de 21 años de Strukov, siente la urgencia de aprender lo más que pueda de los ancianos de la comunidad.
“Siempre me preocupa que una cultura tan profunda e interesante se pierda si no tomamos el relevo a tiempo”, señala Strukova.
Dice que sopesó convertirse a la Iglesia ortodoxa georgiana cuando era estudiante en la capital de Georgia, Tiflis, donde esa fe ejerce mayor influencia. Pero sus dudas se disiparon luego de que escuchó a un coro dujobor durante una reunión de oración.
“Me di cuenta que esto es lo que yo extrañaba, esto es lo que no podía hallar en ningún lado”, indica. “Sé ahora que la fe dujobor siempre estará conmigo hasta el fin de mi vida”.
Zubkov dice que el hecho de que Strukova haya tenido dudas sobre su fe no es algo inusual entre los dujobores en Rusia. Una vez que se asimilan a la sociedad rusa, experimentan la vida en las grandes ciudades, hablan el mismo idioma y comparten tradiciones con la gente local, desde luego que se verán tentados a unirse a la religión predominante.
“La gente no quería sobresalir”, señala. “Desafortunadamente, nos hemos estado asimilando muy rápido”.
Unos 750 dujobores se establecieron en Arkhangelskoye hace más de 30 años. En la actualidad sólo algunas mujeres ancianas asisten a las oraciones dominicales, y sólo un par de dujobores cantan himnos tradicionales en funerales.
Zubkov pronostica que en una década la cultura dujobor desaparecerá completamente de Arkhangelskoye.
Los dujobores cuyas familias iniciaron una nueva vida en Canadá hace más de un siglo no sienten un vínculo fuerte con los poblados que son sagrados para la familia Strukov. Dicen que lo que es importante es su fe y los principios pacifistas que la realzan.
“No tenemos ningún sitio específico ni sitios históricos... que tengan alguna especie de relevancia espiritual”, dijo John J. Verigin Jr., que encabeza la mayor organización de dujobores en Canadá. “Lo que tratamos de mantener en nuestra organización es nuestra dedicación a esos principios fundamentales de nuestro concepto de vida”.
Pero Ilya, en Gorelovka, se siente reconfortado al saber que su comunidad, cultura y fe están arraigadas en un lugar establecido por sus antepasados.
“Me veo a mí mismo cuando sea un adulto de elevada estatura que acuda a orar a diario vestido con un atuendo dujobor”, manifestó Ilya. “Me encantará venir aquí. Ahora también me encanta”.
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