Timorenses llenan un parque para una misa de Francisco en el lugar de la histórica de Juan Pablo II
DILI, Timor Oriental (AP) — Decenas de miles de timorenses acudieron el martes a un parque en la costa para asistir la gran misa de Francisco, en el mismo lugar donde San Juan Pablo II ofició una histórica liturgia durante la lucha de la nación por independizarse de Indonesia.
Se dice que el parque Tacitolu fue uno de los lugares donde las tropas indonesias arrojaron los cadáveres de los asesinados durante su mandato. Ahora se le conoce como el “Parque de la Paz” y cuenta con una estatua de Juan Pablo a tamaño natural para conmemorar su visita en 1989, cuando el pontífice polaco avergonzó a Indonesia por sus abusos de derechos humanos y lanzó un mensaje de ánimo a la población, en su mayoría católica.
Aquella visita ayudó a llamar la atención sobre la difícil situación de los timorenses y la opresión del régimen indonesio, que duró un cuarto de siglo durante el que murieron 200.000 personas.
Francisco oficiará una misa en el mismo sitio el martes, siguiendo los pasos de Juan Pablo para animar a la nación del sudeste asiático dos décadas después de su independencia en 2002. Timor Oriental sigue siendo uno de los países más pobres del mundo y alrededor del 42% de sus 1,3 millones de habitantes vive bajo el umbral de la pobreza, según el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo.
La tasa de paro elevada, las oportunidades de trabajo en el sector formar suelen ser limitadas y la mayoría de la población son agricultores de subsistencia sin ingresos estables.
Pero los timorenses son profundamente creyentes: el territorio cuenta con una abrumadora mayoría católica desde la llegada de los primeros exploradores portugueses a principios del siglo XVI, y alrededor del 97% de la población es católica hoy en día. Ya acudieron en masa a recibir al primer papa que los visita desde su independencia, abarrotando la ruta de su comitiva a su llegada el lunes, y abarrotaban Tacitolu para la misa del martes por la tarde.
“Sí, esta es una experiencia muy agradable para nosotros los timorenses”, dijo Ildefonso da Cruz Barreto, que estaba entre la multitud que recibió a Francisco en el exterior del palacio presidencial. “Durante nuestra lucha por la independencia, la Iglesia católica fue una parte importante del proceso”.
Las autoridades gubernamentales dijeron que unas 300.000 personas se habían inscrito en sus respectivas diócesis para asistir a la misa, pero el presidente, Jose Ramos-Horta, dijo que esperaba hasta 700.000 asistentes y el Vaticano anticipa hasta 750.000.
Desde antes del amanecer, decenas de miles de personas hacían fila para entrar al parque de Tacitolu, en la costa, a unos ocho kilómetros (casi cinco millas) del centro de la capital, Dili. Horas antes de la homilía, los accesos por carretera a la zona estaban atestados de autos, camiones y autobuses cargados de gente, mientras otros caminaban por la calzada, ignorando las veredas.
“Para nosotros, el papa es un reflejo del Señor Jesús, como un pastor que quiere ver a sus ovejas, así que venimos a él con de todo corazón, como nuestra adoración", contó Alfonso de Jesús, procedente de Baucau, la segunda ciudad más grande del país, que está a unos 128 kms al este de Dili.
De Jesús, de 56 años, fue una de las 100.000 personas que se estima que asistieron a la misa de 1989, que ocupó titulares en todo el mundo por los disturbios que se desataron justo al final del acto.
Francisco inició su jornada del martes con una visita a un hogar para niños discapacitados dirigido por una congregación de religiosas. A su llegada a la escuela Irmas Alma, varias niñas, una de ellas sin brazos, le regalaron un chal tradicional llamado tais.
Mientras acariciaba la mano de un niño llamado Silvano en un cochecito, Francisco dijo que atender a menores con ese tipo de problemas de salud “nos enseña a cuidar”.
“Y así como él se deja cuidar, también nosotros debemos aprender a dejarnos cuidar: dejarnos cuidar por Dios que tanto nos ama", manifestó Francisco.
El papa se reunió después con el clero y las religiosas en la Catedral de la Inmaculada Concepción, donde elogió a las mujeres de la Iglesia y dijo que su dignidad siempre debe ser respetada.
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Randy Herschaft en Nueva York contribuyó a este despacho.
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