Porque no hay identidad sin origen
"Hay que evitar que esto se convierta en un seminario"; así se expresaban el miércoles último los arquitectos Julio Keselman y Rodolfo Gassó. Empezaban a congregarse, convocados por la Sociedad Central de Arquitectos (SCA), numerosos colegas y cabía esa posibilidad frente a una situación ciertamente coyuntural y muy grave.
A instancias de obtener la mayor operatividad se formaron seis mesas de trabajo, a cargo de áreas específicas, con el mandato de presentar conclusiones y propuestas en tiempo perentorio. Era palpable la seriedad e interés por parte de los grupos, en los que se trató de eliminar la retórica y las elipsis para abordar los temas de manera clara y concreta.
La metodología de labor que expuso al comienzo el arquitecto Daniel Silberfaden implicaba esa creatividad y el pragmatismo que impone la hora, ingredientes que, por otra parte, deben ser permanentes en la tarea de los arquitectos.
Es vital que la sociedad, el gobierno nacional y los gobiernos provinciales y municipales comprendan que tienen en la SCA un organismo permanente de consulta para todas las cuestiones relacionadas con la arquitectura y el urbanismo.
También es esencial que los legisladores y funcionarios que hasta ahora ponían en carpeta o pasaban a comisión las propuestas que se les hacían llegar las comiencen a tratar sobre tablas. Es un tiempo de crisis y las decisiones deben concretarse sin pasar por los clásicos escalones con peaje que han caracterizado a las prácticas argentinas de las últimas décadas.
Si no se toma conciencia de la necesidad de implementar los cambios que impone esta bisagra histórica, todas las reuniones serán estériles e inútiles las convocatorias y pedidos de ayuda. Quedará demostrado que, como lo destacan casi todos los entrevistados en la calle, los políticos no entendieron el sentido de las manifestaciones que tienen lugar desde hace más de un mes (acaso uno de los meses más largos que registre nuestra memoria individual y colectiva) y que alteraron el elenco de gobiernos y ministerios.
De esta manera, los arquitectos hacen acto de presencia para aportar solidez a la resolución de problemas de la más diversa escala. Desde la mejora y cualificación de un asentamiento precario hasta la concreción de un programa de rescate de áreas degradadas de la ciudad; desde el aporte de ideas para la revitalización de un barrio hasta la revisión de los edificios -patrimoniales o no- que puedan poner en peligro la seguridad de la gente.
Y no mencioné un tema tan obvio como el de la vivienda, por considerar que son los arquitectos -junto con los ingenieros en la cobertura de programas globales- los mejor dotados para una resolución integral y duradera de esa rémora en la realidad social argentina.
Las cifras de este atraso ya avergüenzan a los profesionales argentinos que asisten a congresos de la especialidad en el mundo entero.
No hay identidad sin origen, y la Sociedad Central de Arquitectos exhibe orgullosamente mucho más de cien años de historia como sólido respaldo para sus requerimientos y sus propuestas concretas.