Ram Karmi y la lírica del espacio
Este es un proyecto de características singulares del arquitecto Ram Karmi. Se trata del reciclado de un edificio residencial situado en la calle Montefiori 48, de Tel Aviv, el que por razones urbanas y acaso históricas debía ser preservado.
"Cuando vi el edificio pensé que no había en él nada que valiese la pena preservar", dice Karmi con su habitual franqueza. Pero tanto el dueño como el municipio insistieron en preservarlo. Entonces, como dejaría de ser una residencia para convertirse en un edificio de oficinas, el arquitecto propuso dejar la máscara y crear un patio interior, generando allí la metáfora del nombre Tel Aviv .
Ese efecto se logra con una geografía interior que ofrece una cascada permanente que nace del cilindro que alberga ascensor y escalera, y se derrama con una forma que nace de la curva de la calle y su diálogo con la contracurva del frente interior. Esta sensualidad formal contrasta con la blanca geometría racional de los frentes, un lenguaje que se lee en muchos lugares de la capital israelí, donde prevaleció la línea Bauhaus y el espíritu de la arquitectura de los primeros treinta años del siglo XX.
Por eso se comprende el pedido de dejar intactas las fachadas de la Solid House, situada en el lugar histórico donde se originó la ciudad. Es el rincón Najmani (Pinat Najmani), una plaza cuyo centro es una rotonda con añosos árboles, rodeada por varios puntos paradigmáticos: la ecléctica Pagoda, un edificio estilo Polaco y el edificio trabajado por Karmi. Para el que viene caminando por la avenida Allenby y Montefiori, la calle se abre de pronto dando lugar a una rotonda arbolada. Allí, se accede a la Solid House a través de uno de los vanos calados en la gran pantalla blanca afortunadamente preservada, debajo de uno de los balcones, que hace de marquesina.
En el adentro hay todavía dos pasos, uno en el patio-jardín que precede al cristal curvo que forma la segunda fachada, del que se ingresa en el gran hall, con cuatro columnas cilíndricas, con el cuerpo vidriado que contiene ascensor y escalera acompañado por agua que se derrama y el murmullo que la acompaña. Así se llega a los cuatro pisos de oficinas orientados hacia los frentes laterales que forman un ángulo recto con la fachada a la calle como hipotenusa.
Es, como se ve, una obra de reducidas dimensiones en la que se condensa toda la poética creatividad de Ram Karmi, maestro de la arquitectura israelí contemporánea. El creador, que realiza una obra que mereció el rótulo de Adreijalút Lirit , algo así como arquitectura lírica . Una buena definición.
La huella de un maestro de su tiempo
Hace ya casi cinco años desde aquella plática que tuvo LA NACION con Ram Karmi (en ocasión de su última visita a Buenos Aires para la Bienal/BA 97). Con su rostro sereno y tostado por el sol de Medio Oriente y su diestra mano izquierda (valga el juego de palabras) con la que todo el tiempo traza croquis a medida que habla con su voz velada por la cirugía. En aquellos días se había expuesto el Palacio de la Corte Suprema de Justicia de su país (creación que firmó con su hermana, Ada Karmi) y estaba fresca la huella marcada por su creatividad.
Por eso pareció atractivo mostrar una obra pequeña en tamaño, pero tan de Karmi como la más grande, ya que en este caso es visible el contraste entre la arquitectura blanca de las primeras décadas del siglo XX y la tensión espacial de la intervención realizada por el maestro. Como un alarde de manejo de espacios y proporciones sin alterar la fisonomía de la envolvente.