Renovación: entre Alvear y Arroyo, Buenos Aires señorial
Testimonios de una época más próspera, varios edificios de valor arquitectónico recuperan su antiguo esplendor
Manos a la obra de Recoleta a Retiro, donde se trabaja intensamente en la recuperación de antiguos edificios. Desde el nacimiento de la avenida Alvear, en línea imaginaria esta sucesión de valiosas construcciones continúa en la breve pero señorial calle Arroyo, hasta desembocar en la subida de Juncal, recorriendo los bordes de plaza San Martín hasta Florida.
El camino está lleno de palacios edificados a comienzos del siglo pasado, que muestran el poderío económico de la época, que en los años 50 comenzó a decaer y acarreó el deterioro y la pérdida de edificios de alto valor patrimonial.
Pero las pérdidas fueron contadas y las construcciones más significativas pudieron rescatarse.
Algunas, en revival del neoclasicismo que las caracteriza, están siendo reacondicionadas en estos días.
El creciente movimiento turístico también ha tenido que ver en esta revalorización; por lo pronto, permitió rescatar hace ya unos cuántos años la residencia de la familia Alzaga Unzué para incorporarla a la cadena Park Hyatt, hoy Four Seasons. Mucho más reciente es la apertura del hotel Sofitel, en la calle Arroyo, en la construcción proyectada originalmente por los arquitectos Calvo, Jacobs y Giménez, y construida por la firma Bencich Hnos. Su recuperación para el hotel se realizó con proyecto del estudio Daniel Fernández y Asociados. Otro caso es el Park Hyatt, que se está levantando, en torre, por detrás del palacio Duhau, con proyecto de los arquitectos Iglesias-Peralta Ramos, y la puesta en valor del hotel Alvear, con recuperación de la fachada original, según proyecto del estudio Báez, Carena, Grementieri, y dirección del arquitecto Alejandro Otazu, gerente de obra del hotel.
Este proyecto insumirá un año, plazo en el que los andamios que rodean los exteriores estarán cubiertos por una gigantografía que reproducirá una foto de la fachada del hotel en sus comienzos, con un grado de realismo tal que vale la pena detenerse a observar esos 7500 metros de tela involucrados en la simulación.
Efecto irradiación
El arquitecto Daniel Fernández, a cargo de las remodelaciones del edificio Bencich, que caracteriza la esquina de Juncal y Esmeralda, explica que "en este proceso de cambio en la fisonomía urbana, el principal objetivo es preservar el patrimonio arquitectónico introduciendo cambios en su estructura y funcionalidad que permita adaptarlos a los requerimientos actuales".
Fernández agrega que ante una intervención arquitectónica adecuada, se produce un efecto de contagio o irradiación en las propiedades vecinas elevando el nivel general de presentación de una cuadra o sector.
Esto sucedió luego de la inauguración del hotel Sofitel, con la puesta en valor de la fachada del mítico edificio Estrugamou (en Juncal y Esmeralda) y del edificio Bencich (Fernández apunta que las obras están en la etapa final) para recuperar aspectos de la calidad original de las obras.
En el efecto contagio, el frente de la galería Palatina fue remozado por su dueña, que contrató al mismo equipo que había intervenido en la obra del Sofitel, una vez concluido.
Armonizar intereses
En las intervenciones urbanas de este tipo se deben congeniar múltiples intereses representados por las autoridades de Patrimonio de la Ciudad, el propietario del inmueble, el futuro usuario o gerenciador del nuevo destino, el estudio de arquitectura actuante, los asesores estructurales y los preservacionistas y la empresa constructora, incluyendo finalmente a los propios vecinos, por lo que debe conformarse un todo armónico para que la obra llegue a buen término.
En el caso del Sofitel, pocos saben, por ejemplo, que con el Código actual, ante una eventual demolición del edificio original, el permiso de construcción sólo alcanzaría para ejecutar 5000 m2; con la remodelación del edificio no sólo se preservó patrimonio urbano, sino que se hizo uso de los 14.700 m2 existentes. Asimismo, para dotar al edificio de cocheras, la construcción debió remover del subsuelo 6000 m3 de tosca, utilizando unos 700 camiones que se desplazaron por uno de los barrios más populosos de la ciudad sin afectar su vida diaria. Así, luego del ascético paso del movimiento moderno, en la segunda mitad del siglo XX, el tercer milenio parece reconciliarse con la arquitectura monumental y recargada de los edificios neoclásicos.
Alfredo Guidali
Vida social intensa y a la europea
Los edificios en obra, de fines de los años 20 hasta pasados los 30, proyectados por arquitectos como Ayerza, Brodsky, Bustillo, Bilbao la Vieja, Christophersen, Dormal, Huguier, Le Monnier, Morea, Pater y Saunze, fueron residencia de familias tradicionales; Anchorena, Alzaga Unzué, Atucha, Ortiz Basualdo, Paz, Pereda y Pereyra Iraola, entre otras. Entonces, la vida social era a la europea, con grandes recepciones y visitas especiales, como la del príncipe de Gales (luego, duque de Windsor) y el presidente norteamericano Franklin Roosevelt. Buenos Aires era la petite París de América.
Esos palacetes, con mobiliario y obras de arte traídos de Europa, con el tiempo fueron pasando de manos particulares a las de instituciones y representaciones diplomáticas. El de Unzué Casares se transformó en sede del Jockey, la residencia Pereda pasó a ser la embajada de Brasil, y el Palacio Ortiz Basualdo, la de Francia. La Nunciatura ocupó la residencia que le legó la marquesa pontificia Harilaos de Olmos, donde residió el cardenal Pacelli (luego, Pío XII) cuando participó en Buenos Aires del Congreso Eucaurístico. En esa oportunidad, Pacelli no quiso dormir en la paquetísima cama del cuarto que ocupaba; muy austero, prefirió que se le instalase un catre sencillo. Y así se hizo.