Estéticamente poseen rasgos que los distinguen; sin embargo, comparten la mayoría de los elementos
La Argentina, con la provincia de Córdoba como centro, vive la adrenalina que genera el Campeonato Mundial de Rally (WRC por sus siglas en inglés). Es que desde anteayer y hasta mañana, los caminos mediterráneos son testigos del 37° Rally de la Argentina, la prueba automovilística internacional con más presencia en nuestro país, y que en esta oportunidad representa la quinta fecha de la temporada del WRC. Para esta ocasión, la categoría presenta interesantes novedades técnicas en sus autos.
Como la mayoría de las especialidades (no sólo automovilísticas sino también de otras disciplinas), en el último tiempo el WRC viene trabajando a destajo en busca de mejorar el espectáculo que genera. A diferencia de las categorías que llevan adelante sus competencias en una pista, al desarrollarse las pruebas en caminos abiertos aquí no cuentan con adelantamientos entre autos, algo que siempre produce emociones. Pero sí tienen muchos aspectos distintivos con los que se puede lograr el cometido buscado y que en la Argentina en particular tanta pasión despierta: un espectáculo que sea seguido por distintos medios por la mayor cantidad de espectadores posible.
Por eso, para este ejercicio se trató de conferir a los coches con un semblante más agresivo, a los cuales además se les redujo su peso mínimo y se los dotó de mayor potencia: los impulsores pasaron de 300 a 380 CV.
Con los regresos de Citroën y de Toyota como equipos oficiales, la continuidad de Hyundai y el fuerte apoyo de Ford al equipo M-Sport (luce el 1 con el francés Sebastian Ogier), son cuatro las marcas que tienen representación oficial y hasta aquí se han repartidos las victorias en las primeras fechas de este año. La prueba en nuestro país marcará el primer ganador repetido en 2017.
Los cuatro modelos –el Citroën C3 WRC, el Toyota Yaris WRC, el Hyundai i20 Coupé WRC y el Ford Fiesta WRC– tienen un punto en común: todos mantienen la mayoría de los elementos del vehículo de calle. Suele ser tema de charla cuánto se parecen y qué tienen en común un vehículo de calle con los de competición. Y a diferencia de lo que podría pensarse, ambos modelos no tienen tantas cosas diferentes; por el contrario, son bien parecidos.
Todo (o casi todo) en común
En el caso del WRC (y al igual que los del World Touring Car Championship, WTCC), es el coche que más similar es al auto de calle. Una de las causas de que esto sea así es que se parte de la base de que la carrocería la homologa la fábrica y la Federación Internacional del Automóvil (FIA) controla que sea tal cual la original. De ese modo, el vehículo es muy representativo y no pierde la esencia del modelo original.
En lo que respecta al chasis, la carrocería y todos los elementos de chapa, los mismos se mantienen completamente originales. Lo que sí se hace es ensanchar la silueta: el vehículo de competición tiene una trocha ligeramente más grande que la del auto de calle ya que por cuestiones reglamentarias se permite ensancharla, y es eso lo que hace que las ruedas queden tapadas con las extensiones de los guardabarros (de no ser así estarían fuera de la carrocería).
Como hay algunas libertades desde lo aerodinámico (uno de los principales aspectos en los que cada equipo enfoca su desarrollo) y es por eso que se les coloca un alerón trasero y un splitter delantero para lograr un mejor rendimiento. Pero, por ejemplo, el capot es de chapa, al igual que la puerta trasera del baúl.
Otro falso mito que existe es que el auto de competición es más bajo. Y esto no es así: solamente para determinadas fechas –las que se desarrollan sobre asfalto– es apenas más bajo que el vehículo de calle. En la configuración para tierra, por el contrario, suele ser más alto que el que vemos transitar diariamente en las urbes, porque se le da más despeje para evitar que el auto se clave en lugares complicados. Precisamente, toda la suspensión, las parrillas de suspensión, la barra estabilizadora, los amortiguadores y los portamazas conservan el sistema original McPherson, pero con especificaciones especialmente diseñadas para un auto de rally.
Cuestión de potencia
En donde sí hay cambios, e importantes lógicamente, es en el motor: es ahí donde se aplican las mayores alteraciones entre ambos. Además de la diferencia de potencia (380 CV contra 120 CV), el vehículo para uso diario es de tracción delantera. Por su parte, el reglamento del WRC establece que los coches tienen que ser de tracción integral por lo cual se ve la transformación en la transmisión que es totalmente nueva porque se coloca una 4x4 con un diferencial delantero, un diferencial trasero y un diferencial central que es el que distribuye la potencia entre los dos ejes. Ese es, sin dudas, el gran cambio entre un auto de calle con uno de WRC.
Otra cosa que sí varía, y en demasía, es el tiempo de preparación: mientras un coche de calle precisa de pocas horas para ensamblarse, uno de competición (en este caso específico, el de WRC) requiere de no menos de un año entre construcción y desarrollo. Por ejemplo, Hyundai Motorsport trabajó en paralelo y mientras participaba con el i20 Nueva Generación en la temporada 2016 de WRC –logró la victoria en la prueba en nuestro país con Hayden Paddon– empezó a realizar en su sede de Alzenau, Alemania, el Hyundai i20 Coupé WRC (la tercera evolución del vehículo). Así, en abril del año último comenzó a probar su nuevo coche, y cuando llegó el momento del estreno oficial, en el Rally Montecarlo de enero último, el vehículo acumulaba unos 6000 kilómetros de testeos. Pero no sólo eso, sino que desde que hizo el anuncio oficial de su regreso al WRC en septiembre de 2012 luego de una década sin presencia en la categoría –había participado con el Accent entre 2000 y 2003– sólo se presentó oficialmente en enero de 2014 también en Montecarlo.