Náutica. El auge de las motos de agua
Cada vez son más los cultores de esta actividad, que es apta para todas las edades
Exactamente como hongos después de la lluvia, las motos acuáticas se han ido popularizando hasta llegar a niveles insospechados. No son, estrictamente hablando, embarcaciones tradicionales. Es cierto que tienen un casco con forma transversal en V, con profusión de aristas longitudinales, y que son de fibra de vidrio. Pero ahí acaban los parecidos.
Salvo algunas escasas excepciones, la motos de agua admiten hasta tres tripulantes que las cabalgan, en el mejor estilo gauchesco (no hay cockpit ni refugio interno), mientras el conductor comanda la dirección con un manubrio en el cual el acelerador es accionado con el pulgar derecho. Tampoco hay, estrictamente hablando, una caja de cambios mecánica o hidráulica, sino una dirección de movimiento hacia adelante en forma permanente.
Sin embargo, su propulsión tan particular le confiere a muchos modelos la facultad de conducir en reversa. No hay hélice, sino una turbina, que absorbe agua por la parte inferior a través de una rejilla y la expulsa por la popa en forma de chorro, el que puede ser direccionado, permitiendo la evolución a diestra y siniestra, y un dispositivo especial puede llegar a invertirlo, frenando y hasta haciendo retroceder a la moto. En las motos, el peligro de la hélice, simplemente, no existe.
Pasados por agua
Su estabilidad, o sea la habilidad para mantenerse derechas, en posición normal, es más que satisfactoria, pero maniobras precipitadas o alguna ola traviesa pueden llegar a tumbar la moto, lanzando a sus ocupantes al mar proceloso.
Hecho esto, instantáneamente la máquina se pone en punto muerto y se detiene runruneando, o bien se corta el motor, mientras los intrépidos jinetes vuelven a montarla sin otra consecuencia que un remojón.
Claro que esto es lo que menos importa, dado que si hay algún artefacto acuático que moje, pero que moje de verdad, no lo va a hacer mejor ni más acabadamente que una moto.
Por eso la moda, inevitablemente casada con la actividad motoacuática, dictatorialmente impone el uso de trajes de neoprene de complejos diseños y chillones colores y, claro está, salvavidas no menos impactantes.
Con precios que oscilan, tratándose de unidades nuevas, entre los 8000 y los 12.000 pesos (incluso más, en modelos especiales), y planes de pago a largo plazo, con la facilidad de su transporte en un trailer liviano (incluso de a pares), y con las perspectivas de colocarlas en el agua y poder recorrer los lugares más insólitos, incluyendo bajofondos, playas con rompientes y pajonales, las motos de agua se han ganado un buen lugar en el nicho de las embarcaciones de placer altamente sofisticadas y de un costo moderado y accesible.
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