Dos posturas muy claras, en lo que hace al diseño, se vieron en la última gran exposición: una visión de avanzada y claras referencias a un pasado idílico y añorado
"París no es lo que era". Ese fue el comentario más común entre los que tuvieron la suerte de viajar a la última edición del más famoso de los salones del automóvil del mundo. No, ya no es un secreto que ese tipo de exposiciones está en decadencia. Los costos son altísimos, la competencia de Internet y los eventos más exclusivos es feroz, y un montón de otros etcéteras hacen que la relación costo-beneficio cierre cada vez menos. Pero esto no es un hecho aislado. Es parte de una serie de cambios que se están dando en todos los terrenos de la industria automotriz, que auguran otros aún más profundos en un futuro cercano. Por eso la palabra crisis –pensada desde el punto de vista de la incertidumbre y el desconcierto– no es desatinada. Y el diseño no escapa a esa coyuntura.
Maneras de presentar el mañana
Hoy sabemos que los coches que compramos actualmente son los últimos de una era. No podemos predecir con exactitud qué tan rápido, pero es inevitable que ocurra: los autos van a cambiar; y mucho. Por eso, los actuales ya no venden aquella ilusión de progreso y la idea de un mundo mejor, como solían hacerlo hasta no hace tanto tiempo atrás.
La industria automotriz transita por un presente muy complejo, atrapada entre un pasado que fue mayormente estable –otrora glorioso– y un futuro que se presenta incierto –cuando no apocalíptico–. Incluso no es descabellado pensar que en un tiempo no muy lejano los automóviles convencionales serán considerados tan tóxicos y nocivos como lo es hoy el cigarrillo.
Y hay más interrogantes. ¿Qué pasará si los jóvenes nacidos en este siglo abandonan al auto como máximo producto aspiracional en términos de utilidad, libertad y status? Y por otro lado, ¿cómo seguir atrayendo a los compradores actuales en un escenario en el que los autos deberán adoptar nuevas tecnologías como la propulsión eléctrica o el manejo autónomo, que a priori generan menos promesa de emociones y menos deseabilidad?
Ese es el contexto en el que se debaten los diseñadores cuando tienen que mostrarnos "lo que se viene". Y tal como quedó plasmado en el Salón de París, aparecen dos estrategias muy distintas entre sí. Por un lado, una visión de futuro idílica, muy avanzada, que se entrega por completo a las nuevas tecnologías y potenciales formas de uso. Y por el otro, productos que para generar un máximo de atractivo recurren a inconfundibles referencias al pasado. Los primeros, representados por los concept car de Renault EZ Pro y EZ Ultimo, e incluso por el Volvo 360C Concept y el Mercedes-Benz Vison Urbanetic (aunque estos dos últimos por fuera de la muestra parisina). Los segundos, por las "estrellas" del Salón: el Peugeot E-Legend Concept y las Ferraris SP1 y SP2 (pero también por el Mercedes EQ Silver Arrow, el Infiniti Prototype 10 y varios otros concept que se fueron develando durante el año).
El atajo de la añoranza
Queda claro que Peugeot, jugando de local, tenía que hacer algo despampanante. Algo que haga que a la gente se le caiga la mandíbula frente a su stand, como había sucedido dos años atrás en el de Renault, cuando presentaron el espectacular Trezor Concept. Y para lograrlo apeló a una carta que suele resultar ganadora: la nostalgia. Así que aprovecharon los 50 años del maravilloso 504 Coupé, para homenajearlo con un concept eléctrico y con capacidades autónomas llamado E-Legend. ¿Lograron su objetivo? Sin lugar a dudas, ya que hubo un consenso generalizado acerca de la belleza del auto, que fue uno de los más admirados de la expo.
El equipo de diseño comandado por Gilles Vidal dio pruebas de que el estilo actual de la marca del león funciona muy bien recreando un auto que ya de por sí era hermoso. Además, seguro va quedar en la memoria de la gente como uno de esos prototipos que hubiese estado genial que se fabricaran, cosa que no sucederá.
Pero más allá del impacto emocional, algunos de los que valoramos los autos conceptuales que proponen formas e ideas realmente novedosas, quedamos algo defraudados. Es como esperar la nueva canción de una gran banda, para encontrarse con un cover de un viejo éxito con nueva producción de sonido (usando toda la tecnología y los arreglos de moda, eso sí). Puede resultar un hitazo… pero en términos de verdadera creatividad, deja gusto a poco.
El otro gran impacto visual del Salón de París vino en tándem por el lado de Ferrari con dos barchettas totalmente abiertas, hechas sobre la base de la reciente 512 Superfast. La diferencia entre ambas –llamadas Monza SP1 y Monza SP2– es que una es monoplaza y la otra biplaza, respectivamente. Ambas comparten un claro espíritu retro, que rememora a las legendarias 166 MM, 750 y 860 Monza, e incluso a la Testarossa original de 1957. La apelación al pasado heroico y la búsqueda de conexión emocional es evidente. Pero, a diferencia del E-Legend, las mellizas Monza son autos que sí van a circular por la calle (aunque poquísimas, a un precio estratosférico) y debajo de esos interminables capots hay un enorme motor V12 que lo justifica. Además, el formato de barchetta abierta está específicamente diseñado para maximizar las sensaciones en el manejo, empezando por el viento en la cara; y eso es válido para ayer, hoy y siempre. En definitiva, son dos autos muy clásicos, bellísimos y ciertamente nostálgicos. Pero, a su manera, honestos.
El pasado como respuesta al desafío del futuro
En el otro extremo del tablero, las propuestas más futuristas sorprenden por el lado de las ideas, pero no enamoran por el lado de las formas. El Renault EZ Ultimo es un living rodante autónomo plagado de detalles de tecnología y sofisticación. Por su parte, el EZ Pro es fantástico a nivel modularidad, polivalencia y practicidad. Ambos son interesantísimos ejercicios de diseño, pero cuesta mucho asociarlos a la idea de belleza tradicional. Lo mismo pasa con otros prototipos similares, como los recientes Volvo 360C Concept (una cabina de primera clase con ruedas) o el Mercedes-Benz Vision Urbanetic (similar en concepto de modularidad al EZ Pro, pero con un aspecto que bordea lo aterrador).
Evidentemente, toma un tiempo para que las formas materialicen los cambios tecnológicos de una manera eficiente, y a la vez resulten atractivas (o al menos digeribles) para la gran masa de consumidores. Hoy esas propuestas "de avanzada" son más percibidas como artefactos rodantes que como automóviles. Mientras tanto, el rescate de formas (y mitos) del pasado es una forma tranquilizadora de transitar los cambios. No es nada nuevo, ni hay nada de malo en eso. Hay una larga historia de vestir nuevas tecnologías con un atuendo del pasado, para evitar que los cambios que se vienen luzcan tan amenazantes. Sin ir más lejos, es lo que sucedió durante los primeros 25 años de historia del automóvil, cuando las carrocerías no hacían más que reproducir la forma de un carruaje, solo que sin caballos delante.
Razones más profundas
El diseño retro no es una novedad. A comienzos de este siglo hubo una corriente estilística muy marcada en esa dirección, encabezada por el (nuevo) Mini Cooper, y seguido por el (nuevo) Fiat 500, el Ford Thunderbird de 2002, el VW New Beetle, el Chrysler PT Crusier y varios más. Podría pensarse que ya en esa época había un cierto agotamiento de ideas, pero la sensación es que fueron ejercicios más lúdicos que nostalgiosos. De alguna manera fueron una búsqueda optimista de generar novedad.
No ha pasado tanto tiempo desde entonces, pero el clima social y cultural ha cambiado bastante. El optimismo de comienzos de siglo está dando paso a un panorama de desencanto generalizado, al menos en esto que llamamos Occidente. Empezamos a ser conscientes de que los "maravillosos" avances tecnológicos que se vienen (robótica, inteligencia artificial, biogenética, virtualización de la realidad…) pueden terminar teniendo consecuencias nefastas. En estos últimos años –y en estos últimos días– están pasando algunas cosas que nos ponen los pelos de punta a los que soñamos con una idea de progreso. Y ante tanta incertidumbre, el intento de recrear un pasado –idílicamente mejor– es una promesa tentadora. Desde el "Make America Great Again" hasta el Jaguar E-Type eléctrico.