Aunque astronómicamente el verano todavía no ha terminado, sí lo ha hecho, en la práctica, desde el punto de vista de las vacaciones. Los chicos vuelven a la escuela y resulta significativamente menor el movimiento de vehículos hacia y desde los puntos turísticos de la Argentina. En especial, la costa atlántica.
Desde el punto de vista de la seguridad vial quedan varios puntos (oscuros) para reflexionar. Uno es que la infraestructura, definitivamente, está desbordada. Es inadecuada y obsoleta para el sostenido crecimiento del parque automotor. Pruebas al canto: en 1994, se patentaron 486.335 unidades y era un récord fabuloso; el año pasado se matricularon 459.592 y fue un año decepcionante para la industria. Lógico cuando se orilló un millón de vehículos un par de años atrás. Hay rutas como la RP11 y la RP56 entre Conesa y Mar de Ajó, y entre la primera y Madariaga, cuyas segundas calzadas están muy avanzadas. Es prioridad que se terminen.
¿Por qué? Por el segundo punto: hubo muchos incidentes toda la temporada (demasiados kamikazes). Choques frontales y por alcance, vuelcos (hay que evaluar a fondo la factibilidad del uso de los ómnibus de dos pisos, O2P, en el servicio interurbano), colisiones en cadena y más. Los controles estáticos no son solución, deben complementarse con otros móviles y con mayor cobertura. Si no, ¿cómo es posible que una 4x4 circule de contramano por la banquina en la Autovía 2, como mostró un video viral? ¿Cómo recién en Carnaval, ante las quejas por todas las redes sociales de cientos de usuarios, se dieran cuenta que existen los "banquineros"?
El reloj ya empezó a correr para el próximo verano. Ponerse cómodamente a invernar no va a aportar soluciones.
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