Aunque la cancelación del Salón Internacional del Automóvil de Ginebra es la consecuencia más importante de conocimiento público debido a la problemática mundial creada por el ultrafamoso coronavirus, no es la primera ni la única que acontece en el mundo de la industria automotriz.
Es cierto que las empresas expositoras, que ya tenían armados sus stands en la muestra suiza han perdido mucho dinero (hablamos de varios millones de euros), pero no es el único problema que les causa la alerta mundial de salud que, dicho sea de paso, ya se "cobró" la carrera de MotoGP en Qatar (se disputaba mañana) y el GP de motociclismo de Tailandia, entre otros eventos deportivos en ascuas (como el comienzo de la Fórmula 1 o competencias posteriores a la de Australia).
El brote del virus, como todos saben, se originó en China. Y resulta que este país es productor de muchas autopartes que los fabricantes utilizan en forma global en sus modelos. De hecho, ya hay fábricas en la Argentina (desde que empezó la infección en el gigante asiático) con problemas de abastecimiento desde Asia debido a las restricciones en el transporte aéreo y marítimo. Esto trae aparejado demoras en la logística y posibles cambios de proveedor, lo que siempre redunda en trabas y trastornos en la producción.
Sobre llovido... mojado, dice el refrán. A las pobres ventas (y en declive) en el mercado local se contrapone una producción más estable gracias al crecimiento de la demanda brasileña, que está creciendo. Sería bueno para la industria en general y sus fuentes laborales que el coronavirus no traiga mayores inconvenientes de abastecimiento y parálisis productiva.•