Con 35 años, es una de las 22 mujeres argentinas con título de comandante de aviación. Y dice que disfruta tanto de volar como de salir a la ruta con el auto
Privilegiada por haber encontrado su pasión de chica y ser, en la actualidad, con 35 años, una de las 22 mujeres comandante de aviación en el país, Nuria Estebez (@nuriavuela) cree que la responsabilidad es igual tanto al volar un avión como al manejar un auto, y recuerda que en su historia los autos han sido una parte importante para poder cumplir sus objetivos.
"Aprendí a sujetar el volante cuando era chiquita, subida a las piernas de mi papá. Fue cerca de casa en Hudson, al sur de Buenos Aires. Eran calles de tierra, un lugar bastante solitario. Luego, cuando llegaba a los pedales, me dejaba ir al volante y hacía una cuadra con él siempre a mi lado, despacito, a dos por hora en un Chrysler Neon automático", comenta.
Cuenta que durante una salida familiar al aeroparque para ver cómo despegaban los aviones, tuvo una especie de revelación: "Yo tenía 15 años y me vi sentada en esas cabinas; me proyecté. Ahí le dije a mi papá y a mi mamá: ‘¡Quiero empezar a volar!’ Entonces, al tiempo me llevaron a un aeroclub a volar un avión chiquito, de un solo motor de hélice. Mis padres tenían terror a que me subiera, pero lo hice, agarré los comandos con el instructor al lado, volé y al bajar sentí que realmente estaba en mi lugar. Todo me parecía mágico. Desbordada por la emoción, reafirmé con certeza mi vocación".
Para lograr su meta, y mientras hacía el secundario, se emancipó a los 16 años y comenzó a tomar clases de vuelo y realizar cursos de piloto privado y de tripulante de cabina de pasajeros, hasta lograr el título de piloto comercial. Posteriormente, fue instructora, profesora de motores, y a los 23 años la convocaron para trabajar en una línea aérea comercial.
Respecto de los autos, dice que a los 18 años le regalaron su primer auto: "Era un Ford Escort viejito. A los 19 lo cambié por un Volkswagen Golf. ¡Me encantaba ese auto! Y mi primer auto 0km lo compré a los 23, era un Ford Focus 2002. Lo pagué con mi trabajo, pero no como piloto, porque en las primeras instancias de la carrera no podés lucrar, debes sumar horas de vuelo para llegar a trabajar de esto. Así que fui repositora y moza en un bar y de a poco junté la plata y lo saqué en cuotas".
Nadie de su familia es aeronáutico, "pero sí todos teníamos mucho contacto con los autos", dice. Y explaya: "Mi hermano Nazareno, corría en karting a los 8 años; mi mamá Bibiana Diomedi corrió en la Fórmula Gold cuando se hacía en Punta Carrasco a los 35 años, y Domingo, mi papá también corrió. Así que los autos estaban con nosotros permanentemente. Íbamos al Mouras a ver las carreras del finde semana o a ver los aviones (risas). Los autos han sido siempre una parte importante mi familia".
Si bien, tuvo la licencia de conducir antes que la de volar, con 23 años ya era parte de la tripulación al mando de un avión MD 80 para 180 pasajeros. "Cuando salí por primera vez a la cabina, luego del aterrizaje, y vi 180 personas sentadas sentí que todos dependían de mí y volví a confirmar esta responsabilidad con la que siempre tomé la aviación y que es lo que quiero transmitir vueles el avión que vueles".
Ha volado varios aviones, entre ellos, un DS10 carguero, y actualmente comanda un Embraer 190 de 96 plazas. Respecto del avión como transporte público, dice que "culturalmente estamos acostumbrados a escuchar que chocó un colectivo o dos autos y lo tomamos como parte del riesgo que tiene el andar en la calle. Si hay un accidente de aviación el impacto es a nivel mundial, pero no deja de ser otro medio de transporte y el más seguro que existe. Estadísticamente, la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA), el ente que regula el tema de seguridad, indica que tiene que haber 5,2 millones de vuelos para que exista la probabilidad de que uno tenga un accidente. Entonces, la responsabilidad de llevar uno o cientos de personas es para todos lo mismo".
Dice que entre sus vuelos inolvidables está un traslado de órganos para un trasplante, y otro en el que como comandante llevó por primera vez a sus padres en un vuelo como una manera de darles las gracias.
Para ir por las rutas o en la ciudad, Nuria prefiere los modelos confortables y grandes de la línea Toyota, y en la alta gama los BMW como la X6. En la actualidad usa un Citroën C4 Lounge: "Lo disfruto porque viajo mucho por la ruta. Manejar da la libertad de ir a donde quieras sin limitaciones. ¿Un viaje en auto? A Córdoba por la ruta de Traslasierra y cruce a Mendoza. Ese cruce de montaña me pareció único. Fue una manera diferente de verlo. Lo conocía desde arriba, pero desde el auto es otra dimensión: la montaña se ve preciosa y desde tierra se tiene toda la magnitud de lo que se está atravesando".
Nuria no tiene problema en arreglar el auto si puede hacerlo o de enseñar a manejar como lo hizo con sus primos: "Salieron buenos conductores. Y de aviones también salen buenos mis alumnos (risas)", dice. Y agrega que cedería el volante solo si conoce cómo maneja la persona: "Sucede que disfruto mucho de manejar. Escucho música country y no me molesta tomar el mando. No arranco hasta que todos los pasajeros tengan abrochado el cinturón de seguridad y, cuando alquilo un vehículo, siempre chequeo el aceite y las cubiertas".
Y concluye: "No es pelado ni con dos pelucas, disfruto estar al volante y al comando, ambos momentos son especiales, estoy preparada para hacerlo y ambos, me hacen feliz".