En este junio a punto de terminar ha llovido el triple que el promedio y muy cerca del récord histórico. En efecto, hasta el martes último llovieron solo en CABA unos 173 mm cuando el registro máximo, que data de junio de 1972, es de 178,5 mm y el promedio de 58,7 mm, según datos del Servicio Meteorológico Nacional. ¿A qué viene todo esto? A que la lluvia y el frío causan uno de los fenómenos más indeseables que se producen en la conducción: que los vidrios se empañen. No solo el parabrisas, lo que impide la visibilidad hacia adelante (y resulta muy peligroso), sino también los cristales laterales, que no nos dejan ver los retrovisores y la luneta, que anula el espejo central. Por esto, no sirve ir limpiando el parabrisas con un trapo, lo que además nos obliga a sacar una mano del volante. Debemos hallar una mejor solución, porque el problema está en todo el habitáculo cuyo aire, en cuanto entramos, se vuelve más cálido y húmedo que el exterior, eso hace que haya condensación en las zonas de contacto: los cristales.
La mejor solución es poner en funcionamiento el aire acondicionado (forzado) a una temperatura confortable (lo ideal son 21°) porque saca la humedad del ambiente. Un detalle importante: debe estar conectado el switch, perilla o botón que permite ingresar el aire al habitáculo desde el exterior (simbolizado por un auto con una flecha proveniente desde afuera). El opuesto (recirculación) sirve para el calor del verano.
En cuanto a la luneta, todas son térmicas; es decir, tienen una serie de filamentos que irradian calor y eliminan el empañado. Por eso, basta con oprimir el botón correspondiente en el tablero. La seguridad vial empieza con las cosas más simples: luces óptimas, vidrios bien limpios y escobillas limpiaparabrisas en condiciones.