El desafío de estar en un espacio reducido
Todo lo que nos sucede en esta vida tiene siempre un lado bueno y malo. Y vivir en espacios reducidos no le escapa. Una de las cuestiones que puede llegar a hacernos bien cuando se tiene que vivir en un espacio pequeño es el estar obligado a establecer prioridades sobre lo material: ya no se puede tener en ese ambiente todo lo que uno querría. Y hasta tal vez se puede llegar a trasladar esto a lo psicológico, en el sentido de lograr establecer prioridades en los proyectos personales y los vínculos.
Además, vivir en espacios reducidos aumenta nuestra capacidad de adaptación y puede llegar a hacernos más flexibles. Incluso los gastos suelen ser más reducidos. Y escasos metros se ordenan y limpian en poco tiempo.
Pero por otro lado, hay que tener en cuenta que los espacios pequeños pueden llegar a influir en el estado de ánimo. Bajo determinadas circunstancias, vivir en lugares muy pequeños -y sobre todo durante mucho tiempo- podría aumentar las probabilidades de padecer depresión y ansiedad. En extremo, alguien puede sentirse preso en un espacio reducido.
También puede aumentar la frustración ante la imposibilidad de cambiar las condiciones de vida. Y una forma de poder luchar contra esto es aprovechar más el espacio exterior y los beneficios del aire libre.
Quizás la situación se agrave cuando nos toca convivir en lugares chicos con otros. El espacio subjetivo que todos necesitamos y el propio espacio psicológico empieza a pesar de otra forma. Todos tenemos una especie de burbuja invisible a nuestro alrededor que, en general, no queremos que sea invadida por cualquiera, sino sólo por las personas autorizadas.
Todos necesitamos, por más seres sociables que seamos, nuestro propio espacio y nuestros momentos de intimidad. A partir de esto, convivir con otro en un lugar muy chico puede facilitar la intolerancia y la irritabilidad. En ese caso, la convivencia se enfrentará al desafío de aprender a lidiar con esas situaciones de la mejor forma posible. Una salida puede ser encontrar algún momento donde estar solos en esos pocos metros. Y si ese momento no se logra, salir de ese ambiente antes de que surja un conflicto puede ser la respuesta.
Nuestra subjetividad se pone en juego en todo lo que hacemos y en este caso también. Si se luchó por conseguir este espacio y para uno representa independencia, quizás no se quiera cambiar por nada, porque por más chico que sea, para uno puede ser gigante.
El autor es psicólogo especialista en vínculos
Sebastián Girona