Hay que contener a los que vieron morir a sus compañeros
En el imaginario social está incorporada la idea de que bomberos, rescatistas y todas aquellas personas que por su rol y función deben intervenir en situaciones de peligro están exentas de ser impactadas por emociones.
Nada más alejado de la realidad. Claro que para afrontar la tarea es imprescindible recurrir a lo que en psicología social denominamos "disociación instrumental".
El empleo de esta técnica permite "desdoblarse en dos": una parte recibe el impacto que produce la situación de peligro, resuena con el dolor de los afectados, mientras que al mismo tiempo la otra parte se apoya, podríamos decir casi fríamente, en la teoría, las técnicas, los protocolos de intervención, etcétera.
Cuando el resultado del hecho traumático produce víctimas mortales, bomberos y rescatistas resuenan y se conmueven con la "parte" que humanamente está conectada, Y es ahí cuando más necesario resulta el apoyarse en los aspectos técnicos, para continuar con la tarea.
A lo largo de los años he apreciado -por sus propios comentarios- que a los bomberos lo que más los impacta, el sentimiento de mayor dolor que los embarga aun tiempo después de la catástrofe o de la tragedia en la que les toca actuar, es cuando esa víctima mortal que han rescatado es un niño.
Se impone aquí la siguiente pregunta: ¿cómo se maneja el estrés, el impacto emotivo de esa "parte" que queda afectada?
Con el trabajo de contención emocional y elaboración posterior al hecho traumático. Esto se realiza para evitar las secuelas psíquicas postraumáticas. En ese espacio grupal compartido con compañeros se hace catarsis, es decir, se saca la bronca, se saca la pena.
Para tal fin se propicia que cada uno pueda tener algún estallido colérico, que cada uno pueda llorar.
Ha llevado su tiempo despojarse de ciertos malos aprendizajes culturales, por ejemplo: "El hombre no llora". Qué ridículo, ¿no?
Ayer, bomberos profesionales y voluntarios, e integrantes del cuerpo de Defensa Civil de la ciudad quedaron atrapados tras la caída de una pared, fueron víctimas mortales.
Los hemos visto llorar desconsoladamente a sus compañeros de ruta. En esos momentos, cuando se pierden compañeros del equipo, no hay disociación que valga. Qué bueno que así sea.
El Gobierno decretó dos días de duelo nacional. Claro que estamos de duelo.
Psicólogo social, coordinador general de la ONG Emergencias PsicoSociales
Carlos Sica