Propuesta diferenciada y oferta variada, dos pilares para el éxito
Los circuitos gastronómicos, por lo general, se van armando en función de una demanda no satisfecha; los anteceden polos con torres de viviendas u oficinas que cambian la densidad poblacional de una zona y, a medida que aquélla aumenta, requiere servicios: la gastronomía es uno de ellos.
Comienza entonces la reconversión de destino de los locales para adaptarlos a propuestas gastronómicas. Suelen ser pioneros los emprendimientos chicos, sin presencia de marcas reconocidas; será como consecuencia del éxito que vayan teniendo los primeros que se empiece a consolidar el polo.
Una vez que el armado de la zona avanza y se observa una proyección para los años siguientes, resulta tentador para marcas grandes que se deciden a instalarse. Así, se reconvierte un poco la geografía del sector del barrio donde se asientan, con una tendencia a agrupar las propuestas: esto genera un valor agregado tanto para el comerciante como para el cliente, porque el cliente sabe que se traslada a un circuito determinado y quizá no tenga disponible una opción, pero sí otras dentro de lo que buscaba.
De cara al cliente, el destino comienza a ser la zona y no un restaurante específico; va a un punto de encuentro y, una vez ahí, busca la propuesta más adecuada.
Del lado del comerciante, para constituirse como polo, el potencial es mayor si la propuesta está bien diferenciada y se encuentran opciones variadas de parrilla, cocina italiana, sushi, cocina tailandesa, bares y otras. Todo esto potencia. Sólo cuando se logra ese equilibrio se puede encontrar prosperidad en la instalación de un nuevo polo gastronómico en algún rincón porteño.
El autor es gerente de La Dorita Parrilla
Diego Parra