Un paisaje urbano desarticulado
Los espacios públicos son lugares de convivencia e interacción social por excelencia de las ciudades. Constituyen sus ejes articuladores y desempeñan funciones sociales, institucionales, ambientales, de movilidad y recreación. Tienen un importante valor funcional-relacional o de vinculación entre personas; cultural-simbólico o de identificación o memoria colectiva; cívico-político o de representación y expresión de la comunidad y principalmente una capacidad transformadora sobre sus entornos.
Si bien la conservación del espacio público es responsabilidad de todos los ciudadanos, la regulación del uso de los diferentes espacios, su planificación, diseño, recuperación, gestión y financiación son competencias de las autoridades locales. Sus características y las actuaciones que se realicen en él son determinantes en el modelo de ciudad, las condiciones de vida de la población y la capacidad de tener ciudades más inclusivas.
La ciudad de La Plata ha sido en este sentido un modelo urbano-regional paradigmático del siglo XIX inspirado en la teoría higienista del momento, por ser una ciudad capital planificada, donde el espacio público ha sido un factor determinante en el diseño del trazado de su casco fundacional y sus parques y plazas cada seis cuadras. Estos espacios libres destacaban su percepción, ensanchaban su uso e incorporaban verde, que junto a la frondosa vegetación urbana y verdes actuaban como reguladores ambientales.
Desde su fundación hasta hoy la población creció cuantitativamente (de 16.778 habitantes en 1984, a 650.000, hoy) y se ha ido transformando ese modelo fundacional, y por consiguiente la apropiación de su espacio público se ha ido adaptando a las nuevas costumbres.
Desde lo urbanístico, hoy nos encuentra en el casco fundacional, con un paisaje urbano desarticulado morfológicamente que ha implicado una pérdida de jerarquía de los edificios públicos, entre otras importantes transformaciones. A la masificación del uso del espacio público por el aumento de la población, se suma la creciente actividad comercial informal, el vandalismo y la inseguridad. Y el surgimiento de actividades recreativas promovidas por nuevos grupos sociales, como los skaters o los grafiteros.
Frente a estos cambios, distintas reparticiones públicas argumentando cuestiones de protección para instalar rejas. Y así se clausuraron espacios libres públicos en torno a los edificios institucionales y en el Paseo del Bosque, que alteran el modelo fundacional y no permite la apropiación ciudadana.
Arquitecto, investigador del Conicet
Juan Carlos Etulain