La ciencia viaja sobre ruedas por el desierto
JERUSALEN.- La tormenta está en su apogeo. Gruesas gotas de lluvia golpean contra las ventanas mientras la camioneta trepa por el serpenteado sendero en la montaña. El poderoso motor ruge y el rápido movimiento de los limpiaparabrisas revela un gris paisaje montañoso.
La niebla envuelve la cima del monte al que se dirige el conductor, Dan Nutman. El equipo de Madanoa, la camioneta de educación científica operada por la Sección de Actividades Juveniles del Instituto Weizman, sabe que pasando la cima, en la aldea drusa de Mrar, en la Alta Galilea, hay cerca de cien jóvenes esperando.
Otra curva, otro quejido del motor y la camioneta ya pasa las primeras casas de la aldea, rodea la plaza principal y llega al centro comunitario.
Para coincidir con el tiempo, la primera charla que escuchan los jóvenes esta mañana en Mrar se refiere a rayos y truenos. Las amplias ventanas dejan ver perfectamente el temporal en toda su furia. Más tarde, observan y participan en el proceso de fabricación del vidrio con la dirección de Nutman.
La camioneta de Madanoa está equipada con exhibiciones de educación científica y recursos pedagógicos que pueden ser transportados y expuestos en aulas, patios escolares y centros comunitarios.
Algunos son versiones simplificadas de exhibiciones que pueden encontrarse en el Jardín de Ciencia Clre, el prestigioso museo científico al aire libre del Instituto Weizman.
La propuesta es simple: los jóvenes son invitados a tocar, sentir y experimentar fenómenos físicos y naturales, y el aprendizaje se vuelve muy efectivo porque se incorpora a través de la diversión.
Creado en 1994, el objetivo de Madanoa es ofrecer esta singular experiencia de estudio en lugares relativamente remotos del país donde maestros y estudiantes no pueden visitar en forma regular museos, universidades o centros de investigación de las grandes ciudades.