Viceversa. Las muchas caras de la verdad
Lo comentamos la semana última: los indicadores mundiales en ciencia y tecnología registran un notable aumento de las publicaciones de científicos locales en revistas internacionales de alto "impacto"; es decir, muy citadas por otros científicos.
Sin embargo, no todos sonríen ante esta multiplicación de trabajos argentinos registrados en el Science Citation Index, que casi se duplicaron entre 1990 y 2002. Por el contrario, hay quienes -como Sara Rietti, coordinadora de la maestría en política y gestión en ciencia y tecnología de la UBA- se sienten inclinados al escepticismo...
Para Rietti, estos resultados no reflejan un triunfo sino una derrota: la del vaciamiento de identidad de nuestra ciencia, que "ha tenido diversas manifestaciones y etapas desde 1966, y culmina en los últimos años, produciendo resultados que guardan un cierto paralelo con el fenómeno de la producción récord de la soja transgénica (acompañada por el crecimiento del número de desocupados y excluidos, y la explotación minera de la fertilidad de nuestro suelo)".
Rietti argumenta que éste no es más que un resultado de las fuerzas que operaron en la década de los noventa. "Los organismos internacionales recomendaron ajustar los presupuestos nacionales -escribe-, promoviendo una fuerte racionalización en la educación (con resultados a la vista), y un fuerte énfasis en las universidades públicas."
"Nació entonces en la universidad (principal nicho de producción científica) como estrategia para paliar la escasez, el régimen de incentivos a la investigación, que premia la producción científica, medida a través de un régimen contable (bueno para almacenes minoristas) -ironiza-. Se contabiliza el número de papers en revistas con referato, cuantificadas a su vez por el impacto de éstas. Sin detenernos en el recorrido -y a sabiendas de que el fenómeno venía asomando y fue tempranamente denunciado como cientificismo por Oscar Varsavsky en la década del 60-, el hecho es que nuestra producción científica comenzó a crecer fuertemente a costa de aumentar la dependencia en cuanto a temas, grupos y forma de aproximación; todo lo necesario para facilitar el acceso a las publicaciones mentadas, por lo cual no sólo somos eficientes en cuanto a preparar científicos «for exportª, sino que éstos producen barato desde casa."
"Si hemos de hacer contabilidad, hagámoslo en serio y contabilicemos la creatividad y el capital humano que estamos regalando, además de los fondos públicos que sostienen ese esfuerzo. Recordando también que el momento fundamental en el hacer ciencia es el de las preguntas, y hoy nuestra ciencia más productiva las lee en los labios de los científicos del primer mundo, que a su vez las descifran de las necesidades de los grandes grupos económicos. Los que invierten en ciencia e innovación, palabrejas tan de moda, porque dan buenos dividendos en la Bolsa. De ahí que mi opinión sobre ese prodigio argentino sea algo más escéptica."
Sin duda, la realidad es compleja y tiene muchas caras. Es que, como decía André Maurois: "La única verdad absoluta es que la verdad es relativa".
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