Se acelera en Ecuador el deshielo de los grandes glaciares volcánicos
El calentamiento global los redujo un 27,8% en los últimos años; geólogos de ese país advierten que hay que ascender 200 metros más que hace una década para poder caminar sobre la nieve
QUITO.- A Bolívar Cáceres lo apasionan los glaciares. Sin embargo, ahora el geólogo ecuatoriano está preocupado porque sabe que estos gigantes de hielo están perdiendo consistencia ante la fuerza del calentamiento global. En su último inventario hecho en 2006 descubrió que disminuyeron un 27,8 por ciento.
Y esto se advierte fácilmente cuando, por ejemplo, se visita el volcán Cotopaxi, 89 kilómetros al sur de Quito. Mientras la excursión se va aproximando al coloso de 5897 metros, se puede ver cómo una mancha rojiza está carcomiendo la nieve perpetua. Aún más, en el ascenso a pie se descubre que el camino sólo está cubierto por arena y piedras volcánicas.
La geóloga Ana Luz Borrero recuerda que en una de sus visitas al lugar, hace diez años, los extremos de los glaciares se prolongaban hasta el refugio José Ribas, a 4800 metros de altura. En octubre pasado regresó, pero esta vez se vio obligada a ascender más allá de los 5000 metros para volver a pisar nieve perpetua. En ese entonces, una misión de glaciólogos calculó en el lugar que, a esa altitud, el espesor de la nieve apenas era de 20 metros. El resto sólo era tierra volcánica.
En 1997, los alemanes Ekkehard Jordan y Stefan Hastenrath establecieron que la cobertura total de los glaciares era de 97,21 kilómetros cuadrados. Nueve años después, según Cáceres, la superficie de los glaciares ecuatorianos se redujo a 70,17 kilómetros cuadrados. Esta vez, el experto usó las mediciones de campo del Programa de Glaciares Ecuador entre 2002 y 2006, además de fotogrametría digital.
En ese mismo proceso de deshielo están el Chimborazo (89 km al sur de Quito), el Antisana (50 km al Sudeste) y el Cayambe (65 km al Nordeste). Los dos primeros pierden entre 0,5 y 0,7 metros de hielo por año, según Bernard Francou, de la ONG Great Ice.
No obstante, la situación es aún más crítica. Francou y Cáceres adelantaron que la nieve de montañas como el Iliniza sur, Sarahurco, Carihuairazo y Sangay podría desaparecer en los próximos 10 a 15 años. Incluso Cáceres menciona los casos drásticos del Cotacachi, el Sincholagua y el Guagua Pichincha: "Hay indicios de que estos dos tenían hielo hasta inicios del siglo XIX, pero luego perdieron su condición de glaciares". Sólo un cuadro del pintor ecuatoriano Rafael Troya, en 1913, testimonia que el Cotacachi tuvo glaciares.
Pero Cáceres insiste en que el retroceso o el avance de los glaciares es un proceso que siempre existió. "Pero a partir de 1980, los Andes tropicales empezaron a retroceder de manera acelerada", explica.
El calentamiento global no sería el único factor; los hay también geológicos y astrológicos, entre otros, como el cambio de las manchas en el Sol o una erupción volcánica. Esto último, por ejemplo, ocurrió en el volcán Tungurahua, al sur de Quito. Los científicos creen que la nieve pudo haber quedado bajo las capas de ceniza o haberse derretido. Eric Cadier, director del Instituto Francés para el Desarrollo, agrega factores como el fenómeno de El Niño y el incremento de la temperatura. Cáceres apunta que en los 80 hubo un aumento de 0,5°C a 5000 metros de altitud.
Más consecuencias
Y este aceleramiento del deshielo de los glaciares tiene más consecuencias para el ser humano y la naturaleza. El mayor dolor de cabeza de los ambientalistas y gobernantes es la disminución de las fuentes de agua potable.
Por ejemplo, si eso se agrava en el Antisana, Quito sufriría gran desabastecimiento. O los campesinos e indígenas que viven en las zonas aledañas a los glaciares se verían afectados, ya que sobre todo carecerán de riego para sus cultivos. Además, cambiaría el hábitat en los microclimas en el páramo, como el régimen de precipitaciones y las temperaturas.
Según Julio Cornejo, coordinador de la Unidad de Cambio Climático del Ministerio del Ambiente, la mayoría de los ríos nace en los glaciares. "Al haber una disminución, las consecuencias se sentirán en un futuro muy cercano." Por ahora, no es muy notoria la reducción de los caudales de los ríos. A diferencia de otras épocas, mantienen una correntada regular alimentada por los deshielos.
Otro de los efectos del calentamiento se da sobre la biodiversidad, en especial sobre los anfibios. Según el herpetólogo Luis Coloma, de la Pontificia Universidad Católica, la rana jambato desapareció de los páramos andinos. Esta pequeña especie, de color negro con vientre amarillo, naranja o rojo, habitaba los valles interandinos, bosques montanos y páramos de la Sierra Central ecuatoriana.
En cambio, en la Amazonia hay indicios de aumento de la temperatura. Eso se refleja en los últimos años con la prolongación del estiaje y el descenso del nivel de los ríos, como en el Napo, que en verano deja ver amplias playas.
Por ahora, en Ecuador siguen demoradas las medidas para contrarrestar el calentamiento. Son pocas las acciones aisladas, como el estudio de los glaciares. Según Cornejo, el Ministerio del Ambiente sólo les advierte a organismos estatales que tomen las acciones necesarias. Pero sigue pendiente una política de Estado.