Alexia Rattazzi: "Hay que hablar de convivencia así no depende de nadie incluir o no"
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Cuando Alexia Rattazzi, psiquiatra infantojuvenil y cofundadora del Programa Argentino para Niños, Adolescentes y Adultos con Condiciones del Espectro Autista (Panaacea), piensa en una sociedad que verdaderamente abrace todas las diversidades, considera que la palabra "inclusión" se queda corta. "Implica que todavía está la otra faz de la moneda, que es la exclusión", sostiene la especialista, quien en los últimos años se convirtió en una de las caras visibles de la lucha por el cumplimiento de un derecho elemental, pero aún vulnerado para millones de chicos y chicas del país: el acceso a una educación inclusiva y de calidad.
En el Día Nacional de la Educación Especial –un concepto que cree debería actualizarse a la luz del nuevo paradigma–, asegura que la palabra clave es "convivencia", ya que "incluir implica que esa actitud depende de otra persona", en cambio en la convivencia "nadie tiene que hacer nada en particular, simplemente convivir con el resto". Poniendo el foco en los mitos que persisten y atentan contra ese camino, sostiene que, como todo cambio cultural, llevará tiempo e implicará salir de la zona de confort y estar verdaderamente convencidos de que "todos los estudiantes tienen la capacidad de aprender".
-¿Cuánto hemos avanzado hacia una sociedad verdaderamente inclusiva de todas las diversidades?
-Me parece que las nuevas generaciones tienen una mirada mucho más respetuosa y abierta en relación a la diversidad, cualquiera sea su tipo. Cuando vas hacia generaciones más grandes y hacia algunas provincias donde hay creencias conservadoras, ahí tenés una mirada no tan abierta y no tan respetuosa. El desafío mayor es cambiar esas miradas. El camino, el objetivo, es poder mirar a la diversidad como algo que enriquece a los seres humanos y creo que de a poquito hacia allá vamos.
-Más allá de que la educación inclusiva es un derecho fundamental, ¿cuáles son los aportes que hace no solo a la comunidad educativa, sino a la sociedad en general?
-Si vos querés una sociedad inclusiva, tu apuesta más fuerte y que probablemente tenga más resultados, es a una educación inclusiva. Eso está probado. Porque si empezás con niños y niñas de nivel inicial que ya están aprendiendo y conviviendo en diversidad, obteniendo una formación en valores donde el respeto es fundamental, esa generación a largo plazo será una que probablemente no discrimine y conviva en diversidad. Es algo que se verá cuando esos chicos sean los futuros adultos de la sociedad, pero sin dudas será una inclusiva. Sin embargo, la palabra inclusión todavía se queda corta.
-¿En qué sentido?
-Cuando hablás de inclusión, todavía está la doble faz de la moneda que es la exclusión. Lo que uno identifica en la palabra "inclusión" es que depende en algún punto de la actitud o decisión de alguien que, en un determinado contexto, decide y acciona en relación a la inclusión de otra persona. Y eso es un problema, una barrera, porque si ese alguien no toma una actitud a favor, ese otro se queda sin inclusión. Por eso siempre tratamos de hablar de "convivencia": ahí no se requiere que nadie haga nada por fuera de lo que tiene que hacer, simplemente convivir con quienes están alrededor sin que dependa de nadie incluir o no.
-Y esos valores se transmiten desde los primeros años.
-Exacto. Si formás y educás desde edades muy tempranas en esos valores del respeto por la diversidad, aprender a mirar las fortalezas de otros, la amabilidad, la solidaridad, la empatía, cultivar la paciencia, entre otros, vas a tener realmente una sociedad más respetuosa de la diversidad. Además, cuando uno tiene una educación inclusiva le aporta riqueza a todos los estudiantes por igual: un aprendizaje en un ambiente diverso es más rico para todos. Estás formando mejores personas y eso a mí me parece que es muy importante. Por otro lado, hay estudios que muestran también que desde el punto de vista de la inversión de los Estados, se necesita menos plata para garantizar una educación inclusiva y de calidad, que una segregada, porque todos los lugares son accesibles para todos y todas las figuras vinculadas con la docencia están preparadas para enseñar a todos.
-Hay muchos mitos vinculados a la educación inclusiva que aún hoy persisten. Por ejemplo, que una niña o niño con discapacidad puede "atrasar" en sus aprendizajes al resto de sus compañeros de clase. ¿Qué otros considera que es clave desterrar?
-Ese es uno de los más frecuentes: que va a atrasar al grupo, porque todos van a tener que ir más lento. También, si alguien tiene una conducta desafiante o poco frecuente, en muchos padres está el temor por el riesgo de la copia o la imitación: "No quiero que me hijo o hija copie eso que hace el otro". "No quiero que haga esas cosas raras". Por otro lado, el miedo de que sus hijos estén expuestos a algún tipo de daño por parte de ese chico que porque tiene algún tipo de discapacidad o condición, puede lastimarlos. Incluso, aún en determinados sectores, hay personas que piensan que se pueden contagiar.
-¿Y cuáles son los prejuicios que se mantienen en los ámbitos educativos?
-Muchos piensan que en realidad hay otro tipo de educación o enseñanza que los va a beneficiar más a esos chicos o chicas con discapacidad y, por eso, es mejor que estén en otro lugar y no en una escuela común. Ese mito se asocia con poner a los chicos dentro de determinadas categorías. Por ejemplo, suponer que todas las personas sordas aprenden de una determinada manera y, por eso, necesitan de ciertas prácticas. Esa generalización también es un mito. Porque aunque seas sordo, ciego, tengas autismo o discapacidad intelectual, hay diversidad en los perfiles de aprendizaje. Con respecto a la implementación de una educación inclusiva, mucha gente lo ve como utópico, como un imposible, un sueño, algo impracticable. Y si vos leés algo como utopía, en realidad estás creyendo que no es factible y no vas a hacer lo posible para lograrlo. Te genera el mismo efecto que un mito: es una creencia que te inhabilita.
-A pesar de los avances que se lograron en los últimos años, encontrar una escuela inclusiva sigue siendo una odisea para muchas familias. ¿Por qué todavía gran cantidad de instituciones se resisten?
-Cambiar un paradigma es un proceso y demanda tiempo. La gente que estudia esto dice que cambiar este en particular, tomará unos 15 años. Es cambiar el sistema de creencias, lo que te va a permitir, a su vez, cambiar prácticas y eso tiene que estar acompañado por políticas. Esas son las tres dimensiones del índice de inclusión: políticas, práctica y cultura inclusivas. Son las que hay que ir trabajando para poder implementar una educación inclusiva y de calidad. Las políticas están y son claritas. No hay ninguna duda a partir de la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad que tiene varios años y es ley en la Argentina, y también con algunas resoluciones del Consejo Federal de Educación. Hay que trabajar mucho sobre los otros dos costados del triángulo: las prácticas (vinculadas con la formación docente) y la cultura. Si no cambiás las creencias que tiene la comunidad educativa, difícilmente llegues a un cambio de prácticas, porque si uno no está convencido profundamente que realmente todo estudiante tiene derecho a una educación inclusiva de calidad, no vas a cambiar el modo en que hacés las cosas.
-¿Qué características tiene una institución que es verdaderamente inclusiva?
-Es muy difícil hablar de lugares. Quienes pueden transformar la vida de alguien son las personas que están adentro de esos espacios. Lo que se necesitan son personas que estén convencidas de verdad de que la educación inclusiva y de calidad es algo importante, especialmente, si están en el rango de conducción de un establecimiento. Ahí tenés el activo más importante. Necesitás, además, de un trabajo de autorreflexión puertas adentro y en cuando a la comunidad para ver dónde estás parado e identificar las oportunidades de mejoras.
-Hay escuelas o instituciones de educación especial que sostienen que, en caso de que todas las comunes fueran inclusivas, esto llevaría a la desaparición de muchos puestos de trabajo. ¿Qué pasaría con las escuelas especiales de estar todos los chicos incluidos?
-Ese es claramente otro mito, un prejuicio y un miedo, porque si alguien está pensando que quizás se va a quedar sin trabajo, lo primero que va a decir es: "Yo no quiero que esto cambie". Son creencias que frenan iniciativas. Hay mucha resistencia a veces por parte de la comunidad de las escuelas especiales y es comprensible si entienden que esto es como la llamada a su "desaparición". Pero nadie está hablando de la desaparición de las escuelas especiales sino, si se quiere, de una creencia en relación a la educación.
-Hoy justamente es el Día de la Educación Especial. ¿Debería repensarse a la luz de este nuevo paradigma de la inclusión?
-Lo que habría que hacer es retransformarlo, reconvertirlo en el Día de la Educación Inclusiva. Desde el paradigma de la educación inclusiva la idea es que todas las escuelas son escuelas: depende de las personas que están adentro el tipo de institución en que se van a transformar. Los docentes de educación especial son profesionales muy valiosos. Es más, uno desearía que los docentes de escuela común tengan más herramientas como los de educación especial, porque si vas a trabajar sobre la inclusión necesitás profesionales con muchas herramientas. Lo ideal sería una distribución equitativa de los recursos humanos para que en toda escuela haya diversidad de docentes. Las escuelas no deberían tener más apellidos como "comunes" o "especiales", sino que todos los docentes, los que recibieron formación especial y de escuela común, deberían estar trabajando codo a codo. Esto en lo actual. Porque a futuro no debería haber una diferencia en la formación: todo docente tendría que poder enseñar a una diversidad de estudiantes. Poder enseñar en un aula diversa requiere cambios en la formación, es formar docentes para una educación inclusiva y de calidad.
-Muchas personas creen que no todos los niños, niñas y adolescentes con discapacidad pueden estar incluidos en escuelas comunes, ya que en algunos casos se consideran "demasiado severas". ¿Qué les respondería?
-Cuando hablás de educación inclusiva es todos los estudiantes en las mismas escuelas. Después, uno puede adaptar la cantidad de tiempo que se dedican a determinadas actividades compartidas. Pero no es que hay un límite o un termómetro por el cual si la discapacidad llega a ciertos grados, ese chico se queda afuera. No. Vas a tener que adaptar el entorno para poder enseñarle a cualquier tipo de estudiante, porque cualquier tipo de estudiante tiene capacidad de aprender. Esa es una máxima del aprendizaje. No importa que no hable o que tenga una discapacidad intelectual profunda. Se presume que tiene la capacidad para aprender y de hecho la tiene. Es cambiar de base la creencia: eso es un transformador total, porque implica cómo el entorno se adecua, piensa y se autoreflexiona en brindar los apoyos y ajustes razonables que necesita esa persona en particular. Esa es la manera en que podemos garantizar que todos ejerzan plenamente su derecho a una educación inclusiva y de calidad.