Cómo hacen las familias porteñas que no quieren enviar a sus hijos a la escuela
Por miedo o por prevención, en la ciudad de Buenos Aires hay familias que no están mandando a los chicos al colegio; qué pasa con la continuidad pedagógica y con el riesgo de perder la vacante
La continuidad de las clases presenciales en la ciudad de Buenos Aires (CABA) no fue recibida como una buena noticia por todas las familias del alumnado porteño. La posición de la cúpula del gobierno de ese distrito acerca del escaso impacto de la presencialidad sobre el número de contagios de Covid-19 no convence a todos por igual. Y el hecho de que el gobierno nacional sostenga, en paralelo, que las escuelas deberían cerrarse suma mayor incertidumbre.
Con este panorama de fondo, Laura sale todos los días de su trabajo y ve, en una plaza cercana, cómo se incumplen los protocolos para reunirse a bailar zumba. Le cuesta creer que la onda expansiva de ese relajamiento cotidiano no llegue a las escuelas. Por eso decidió que su hijo dejara de asistir en forma presencial luego del decreto presidencial de mediados de abril último.
Por su parte, Ambar y Simón, los hijos de Brenda Sroka, tampoco están yendo a la escuela. La mujer cree que la presencialidad expondría a enfermarse a sus papás, mayores de 60, que son quienes los retirarían a diario. “Nos parece que no están dadas las condiciones”, asegura.
“El miedo a perder la vacante también está”
Si bien hoy es incierto el número de alumnos porteños que no están asistiendo a la escuela porque sus familias tienen miedo o están en desacuerdo, la oposición a la presencialidad comienza a generar agrupaciones, más o menos formales. Mientras que algunas son pequeñas y solo involucran a las familias de una determinada comunidad educativa, hay otras más numerosas, como el colectivo Familias por un Retorno Seguro a las Escuelas (FRSE), que cuenta con el apoyo de unas 15.000 familias principalmente de CABA, aunque también de la Provincia, de Mendoza, Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos.
“Durante la primera semana después del DNU presidencial, mucha gente no mandó a los chicos, pero, a partir de la segunda semana, cuando empezaron a ver que quedaban desconectados, a pesar del miedo, las familias volvieron a mandarlos, porque la realidad es que nadie quiere desescolarizarlos, y el miedo a perder la vacante también está, y te lo hacen sentir en algunas escuelas”, sostiene Valeria Añon, miembro del colectivo y madre de dos chicos que no están asistiendo a la escuela, ubicada en Paternal.
Hace una semana, el colectivo difundió una carta dirigida a las principales autoridades porteñas exigiendo “la suspensión de la presencialidad escolar hasta que la pandemia esté controlada y la vacunación extendida”. La nota recibió más de 16.000 adhesiones.
Desde el Gobierno de la Ciudad aseguran estar al tanto del desacuerdo de algunas familias, aunque desconocen a qué cantidad de alumnos involucra. “Hoy por hoy, no te puedo decir que sea un fenómeno extendido. Obviamente, situaciones hay y las tenemos presentes, pero no es un fenómeno generalizado. Cuando una familia tiene miedo, primero hay que entender desde el lugar que está formulando ese temor. En segundo lugar, estamos trabajando con las escuelas para que los padres puedan informarse sobre los protocolos. El protocolo que tenemos aprobado es uno de los más rigurosos”, sostiene María Lucía Feced, subsecretaria de Coordinación Pedagógica y Calidad Educativa, del ministerio de Educación porteño.
El frío, un factor que complejiza la situación
Brenda Sroka es mamá de Simón y de Ambar, que van a 4° y 3° grado respectivamente. Son alumnos de una escuela de Villa Pueyrredón, barrio en el que viven y en el que también queda ubicada la escuela en la que ella es docente titular en el área de educación inicial. “Cuando empezaron las reuniones de padres por el inicio de clases de los chicos, con mi marido decidimos no mandarlos, porque entendíamos que no estaban dadas las condiciones para hacerlo sin exponer a mi mamá y a mi papá, que son quienes los retiran, les dan el almuerzo y los cuidan hasta que yo llego”, explica.
“Nuestro plan fue variando –continúa Sroka–. Al principio apuntábamos a que los chicos estuvieran exceptuados hasta que estuvieran vacunados mis papas. Ahora que se dieron la primera dosis, subieron los contagios y estábamos en la duda. Pero con el frío de estos días, y teniendo en cuenta que tienen que estar las ventanas abiertas, decidimos esperar a que pase lo peor del invierno. Hoy en mi escuela me congelé. Los chicos estaban con campera, capucha y bufanda. Una nena de otro grado llevó una frazada para ponerse encima”, agrega.
En el caso concreto de Ambar, su hija mayor, Sroka asegura que el año pasado estuvo lejos de ser un año perdido en términos académicos. Y este año, tras un comienzo bastante desorganizado, las cosas fueron mejorando. “Hubo que insistir mucho hasta que empezamos a recibir material. Al principio, de Matemática y Lengua, lo básico. Después agregaron Conocimiento del mundo, Plástica, Tecnología y hasta participa en un club de narración que organizan las dos bibliotecarias”, enumera.
La experiencia de Mauro, el hijo de Laura, que va a una escuela ubicada en Villa Santa Rita y cursa 7° grado, es diferente. “Mauro dejó de ir después del decreto presidencial y el aumento de las restricciones por el pico de contagios. Tiene dos maestras. Como la de Lengua y Sociales tiene coronavirus, hasta ahora solo logramos que la de Matemática pase por WhatsApp una foto del pizarrón. El resto depende de uno”, sostiene Laura, su mamá.
“No queremos tirar todo por la borda”
Así y todo, está convencida de su decisión. “Nosotros nos cuidamos mucho. En el último año y medio, solo entró un nene a nuestra casa. Algunos me dicen que estamos locos por dejar de mandarlo a la escuela, pero aguantamos y resistimos mucho todo este tiempo para no enfermarnos como para tirar todo por la borda. Me dicen que los chicos necesitan ir a la escuela, pero yo no estoy de acuerdo. A mi hijo lo veo bien. Me dicen que las escuelas no contagian, pero yo no creo que el poco respeto a los protocolos que se ve en todos lados no repercuta en las escuelas. Es mentira que todos viven cerca, hay muchos chicos que viajan en colectivo para ir a la escuela”, asegura la mujer.
La decisión de sacar a los chicos de la presencialidad, incide de diferentes maneras en los chats de padres. No todas buenas. “Sabemos de casos en los que hay presiones desde la supervisión y también desde algunas familias de la escuela para que las instituciones no acompañen a las familias que prefieren no continuar con la presencialidad. ‘Las familias no pueden hacer lo que quieren’, expresó, por ejemplo, una mamá por mail. En lugar de estar unidos, toda esta tensión apunta al sálvese quien pueda”, se lamenta Añon, del colectivo FRSE, quien agrega que algunas a algunas familias les han advertido desde las escuelas que podrían perder la vacante si sus hijos no asisten a clases.
En las últimas horas, la Secretaría de Derechos Humanos y el Ministerio de Educación de la Nación habilitaron un canal para recibir denuncias en caso de que, al optar por la no presencialidad, las familias sientan que alguno de sus derechos se ve vulnerado. “Los reclamos más frecuentes de las familias han sido: sanciones a través del cómputo de inasistencias o la puesta en riesgo de sus vacantes, como así también la falta de garantía del cumplimiento de clases a distancia para mantener la continuidad pedagógica de niñas, niños y adolescentes”, explica el comunicado.
Las denuncias se recibirán en la Secretaría de Derechos Humanos a través del 0800 122 5878. También se puede enviar un mensaje de Whatsapp al 114091 7352 o un correo electrónico a dnpcvi@jus.gov.ar.
Consultada al respecto, Feced desmiente que las vacantes de estas familias estén en riesgo. “No va a haber nada ligado a una penalización, pero lo que nosotros incentivamos siempre es que haya comunicación con la escuela. La escuela tiene que saber qué pasa con ese niño o niña”, puntualiza la funcionaria, quien agrega que las vías para dar continuidad pedagógica a esos chicos dependerán de las posibilidades de cada escuela.
“Desde principios de año, la mayoría de las escuelas ofrecen, además de su tiempo presencial, algunas otras instancias por fuera. Y ahí cada establecimiento lo resuelve diferente: algunos ofrecen instancias sincrónicas virtuales, otros dan tarea, etc. Lo que nosotros estamos diciendo a la escuela es que quienes no están asistiendo a la presencialidad, puedan hacer todas estas otras actividades que están por fuera. Pero la verdad es que hoy por hoy la escuela es presencial, entonces no podemos exigirle que tenga una oferta en paralelo”, concluye Feced.
Ante esta situación, las familias consultadas reconocieron estar trabajando para ver cómo dar acompañamiento pedagógico a sus hijos en este tiempo. Tal es el caso del colectivo FRSE, según explica Añon: “Desde el colectivo de padres estamos pensando opciones para armar nuestras propias redes de contención. Generar grupos por escuelas, pasarnos fotocopias, ayudarnos con las tareas... Cosas muy micro pero que suman para que las familias no se sientan desamparadas. Para construir comunidad”.