¿Cómo impacta el primer empleo en blanco?
Cuando se pone en escena la importancia de los primeros años de vida en aspectos fundamentales del desarrollo físico y psicológico de las personas, la aceptación es, a grandes rasgos, generalizada. Y también lo es la percepción de la necesidad de intervenir positivamente en esta etapa. Una de las premisas que rige las políticas en este campo es, fundamentalmente, intervenir lo antes posible.
En otro ámbito, también encontraría un aval mayoritario el hecho de que el desarrollo de una base sólida de habilidades cognitivas en los primeros años de la escolaridad obligatoria supone mayores garantías de éxito en los ciclos superiores. Esta lógica de que las primeras experiencias, aprendizajes, hábitos y habilidades son más que relevantes para el futuro de las personas, atraviesa la mayoría de los ámbitos de desarrollo del ser humano, y por supuesto, de su estudio.
En contraposición a lo anterior, poco se escucha y se escribe acerca de cómo funciona esta dinámica en la relación del primer trabajo de los jóvenes y sus futuras trayectorias en el mercado de trabajo. ¿Cuán determinantes resultan las primeras experiencias para el resto del camino laboral? ¿Tiene algún impacto conseguir empleos iniciales de calidad en las oportunidades laborales y de crecimiento que surgen posteriormente? Al momento de concebir intervenciones específicas que apunten a fomentar el acceso a un primer empleo de calidad, es preciso partir de un diagnóstico inicial, que muchas veces puede parecer un lugar común: es preciso reducir la brecha entre la escuela y el trabajo. ahora, ¿de qué hablamos cuando hacemos referencia a la distancia que las separa? no nos referimos sólo a conocimientos y habilidades técnicas, o diferentes grados de responsabilidad a la hora de emprender una tarea, ni tampoco a algunas habilidades socioemocionales como la comunicación interpersonal, la autoestima, o el trabajo en equipo. Es todo eso junto. además, se presenta como necesario, hacer mención a que en situaciones de vulnerabilidad socioeconómica y de oportunidades, esta brecha se agudiza por medio de algunas particularidades:
- los jóvenes carecen de familiares cercanos que se encuentren insertos en el mercado laboral formal, lo que genera un doble efecto: por un lado, consideran que aquellos que sí trabajan en una empresa en blanco son "elegidos o gente tocada por la varita mágica; y por otro, que como sus familiares y amigos no pudieron acceder a ese tipo de inserción laboral, ellos tampoco podrán.
- Gran parte de sus allegados desarrolla sus actividades en el mercado informal y con trabajos temporarios. Esto genera que automáticamente sus primeras ofertas de realizar una actividad remunerada se den en estas condiciones. Cualquier política o estrategia de intervención que pretenda ser un trampolín de acceso a un primer empleo de calidad debería al menos contemplar todas estas dimensiones, y supone un permanente acercamiento cultural al fenómeno del trabajo. Sin duda, para llegar a buen puerto, resultaría importante contar con el apoyo y promoción por parte del sector público, el involucramiento activo de las escuelas y del sector privado, y de la sociedad civil como generadora de experiencias y metodologías innovadoras en la materia. al momento de valorar o medir los esfuerzos que se destinan, o no, en la problemática de la empleabilidad juvenil, es positivo resaltar un hecho insoslayable: la presión sobre los dispositivos de inclusión y de promoción social disminuye cada vez que un joven se incorpora a un empleo de calidad. Esto sucede no sólo en el plano individual, sino que adquiere tintes más que relevantes en la situación general de su familia nuclear o conviviente. Si se quiere lograr una verdadera inclusión, es posible que sea a través del trabajo de calidad, o que no termine de ser jamás.
Este primer empleo representa la posibilidad cierta de construir un proyecto de vida realista y sólido. Para la juventud que no goza de una moratoria social extendida, a la que en el mejor de los casos el costo de oportunidad de no trabajar se puede sostener hasta la finalización del último año del secundario, no hay mayor garantía de éxito para poder cumplir sus proyectos personales que un acceso rápido y de calidad al mundo del trabajo. El producto de esto será la posibilidad de lograr el ejercicio de una libertad responsable, que les permita llevar adelante los desafíos que surjan, siendo en plenitud ciudadanos, y por sobretodo, protagonistas de su propio futuro. Seguramente cuando se estudie más, se lea más y se debata más acerca de esto; todos tomaremos más conciencia de que un primer empleo de calidad para nuestra juventud, sería un primer paso esperanzador para la construcción de una verdadera igualdad de oportunidades.
Por Silvia Uranga, Directora General de la Fundación Pescar Argentina, www.pescar.org.ar