¿Cuánto vale la vida de un bebe que nace en la pobreza extrema?
La fundadora de la ONG Haciendo Camino cuestiona las desigualdades que existen entre la atención que ella misma recibe por estar embarazada en la Ciudad de Buenos Aires y la que tiene una nena de 12 años en Añatuya
En las últimas semanas, estuve 4 días internada por mi embarazo y hay un pensamiento que todavía no puedo sacar de mi cabeza y necesito compartir. Pienso en Paula, una chiquita que entró hace dos meses a “El Refugio”, el hogar para chicos judicializados que tiene Haciendo Camino en Añatuya.
Paula tiene 12 años, es la típica santiagueña morochita, flaquita de pelo lacio y nariz respingada. Estaba en 6to grado hasta hace dos meses cuando una denuncia la acercó al juzgado y medicina forense determinó que estaba embarazada de 6 meses. Nadie en su familia lo había notado.
Además, también detectaron que tenía Mal de Chagas.
Ella ingresó al refugio sin ningún control. Desde ese momento estamos tratando de ponernos al día con sus controles, con muchísimos obstáculos.
Ginecólogos que se van de viaje o dejan el hospital para ir a ciudades más grandes donde les pagan más, ecógrafos que no funcionan, horas de espera sin poder conseguir turnos, malos tratos y falta de respuestas.
Pareciera que el sistema de salud fuera simplemente un conjunto de instalaciones grandes y equipadas, pero llenas de ausencia y silencios.
Preguntas vs respuestas
Por mi lado, yo llegue a una guardia y dos horas después tenía una ecografía, un monitoreo fetal, análisis completos y una cama donde quedar internada. Tenía médicos de varias especialidades que me explicaban lo que estaba pasando y los pasos a seguir. Tenía respuestas.
Paula hoy está de 8 meses. Solo tiene preguntas.
A ella le gusta jugar a las muñecas y al juego de la silla, le gusta ver “Soy Luna” y le gusta dibujar. Es físicamente una niña. Pero es la mayor de 7 hermanos y cuando su madre se juntó con su nuevo marido decidió dejar a sus hijos mayores a cargo de la abuela. En esa casa vivía también su tío, que abusó de ella desde los 10 años y –finalmente- quedo embarazada.
¿Por qué, aún antes de nacer, la vida les ofrece a Sofía y a Emilia, su beba y mi beba, oportunidades tan distintas? ¿Acaso la vida de las dos no tiene el mismo valor?
Paula es una chiquita pobre. Y próximamente será una mama pobre.
Su mamá -que hace unos años la dejó a cargo de su abuela- hoy decide hacerse cargo de su hija y su nieta, y sacarlas del hogar. Ojalá en unos años esta bebita no repita la historia de su mamá a cargo de su abuela.
Me duelen las diferencias que hay en nuestro país. Estoy convencida de que tenemos que quebrar el abandono crónico que sufren tantos niños y familias.
Yo no sé qué va a pasar con mi beba, si va a nacer antes o si va a esperar un poquito más. Pero me siento contenida y escuchada por los médicos. Y tengo la tranquilidad de sentirme en buenas manos.
Paula no tiene obra social, ni tiene un médico que siga su embarazo. No tiene explicaciones ni tiene palabras de contención de parte de nadie en el hospital.
No sabe qué va a hacer cuando nazca su bebita. A veces le da vergüenza hablar del tema y otras veces dice que la quiere mucho y que quiere ser una buena mamá y darle lo mejor a su hija.
Luchemos por tener un solo país. Donde no haya niños que nazcan con destino de pobres. Donde todas las madres tengamos la oportunidad -como dice Paula y tantas otras madres que van a los centros de Haciendo Camino- de darles lo mejor a nuestros hijos.
Porque solo así vamos a sentir que merecemos las oportunidades que hemos recibido. Cuando podamos ofrecérselas a otro que no las tiene simplemente por el contexto en el que nació.
Catalina Hornos