Del rancho a la casa propia. Eran 18 personas durmiendo en 7 camas
"Lo que más necesitamos es una casa", decía Nolasco "Palito" Santillán mirando de frente a la cámara, con ojos de desesperación. No le daba vergüenza mostrar la situación precaria en la que vivía con su mujer Norma y sus 16 hijos y nietos, en la más profunda indigencia. Quería que todos supieran que había gente en un rincón del país – el paraje Los Tigres, en el monte santiagueño - que vivía así: apiñados, en un rancho levantado con ladrillos, plásticos y palos. "Solo quiero algo de ayuda para los materiales y yo después la levanto solo", prometía Nolasco.
Sobre el piso de tierra, sin puertas ni ventanas, su familia pasaba sus días expuesta al calor, al frío, a las picaduras de arañas y víboras, al Chagas y a todas las enfermedades de la pobreza. Eran casi veinte personas durmiendo en siete camas en un revoltijo indomable de colchas, con la ropa colgada de ganchos en el techo porque no tenían armarios.
"Yo no entregué a ningún hijo. Los crié a todos con lo que pude", afirmaba "Palito", el padre de familia que se dedicaba – aún hoy lo hace - a hacer carbón y postes de madera por lo que le pagaban migajas.
Su historia formó parte del proyecto Hambre de Futuro, que durante 2018 puso en agenda la problemática de la pobreza infantil y mostró, en primera persona, cómo son las infancias de los chicos en los lugares más vulnerables del país.
La enorme repercusión que tuvo su historia incomodó a muchos, especialmente al gobierno provincial que ordenó que se resolviera la situación habitacional de los Santillán. "Los primeros que vinieron fueron el comisario de Pampa de los Guanacos para ver los documentos de los chicos y un oficial de Santiago que nos consiguió mercadería y zapatillas. También nos mandaron 10 camas cuchetas, con colchones, dos mesas con sillas y todo desde Santiago capital", dice Santillán, que tiene 64 años y un cuerpo castigado por el trabajo pesado.
Pero el reclamo de fondo tardó casi un año en tener respuesta. Recién hace dos meses, los Santillán lograron ser beneficiarios del Plan de Erradicación de Ranchos que consiste en la construcción de una casa de material para que tiren abajo la suya.
Tiene cuatro ambientes, el techo es de chapa y están esperando que la terminen de pintar en los próximos días para poder mudarse definitivamente. Ahora, solo la usan cuando hace mucho calor o mucho frío para protegerse. "Vemos esta casa y no lo podemos creer. Nunca pensamos que se iba a cumplir nuestro sueño", dice Nolasco, mientras recorre las tres habitaciones, el living comedor y el baño de su nueva vivienda.
"Con el baño nos vamos a sentir cómodos y tranquilos para bañarnos. Ahora con un plástico hacemos una casita para poder bañarnos con un fuentón", dice Santillán.
Gracias a las donaciones realizadas por la audiencia de LA NACION a través de la ONG Haciendo Camino, los Santillán también pudieron comprar una heladera, una cocina, una garrafa, toda la conexión de la electricidad y el pilar de la luz. Hasta ahora se manejan con un mechero que ponen en un frasco de vidrio y encienden con gasoil.
El sueño de poder conectarse a la red eléctrica parece tener varias dificultades, producto del aislamiento. "La empresa de Energía de Monte Quemado, EDESE S.A. nos explicó que es muy complejo poder instalarles la luz a los Santillán porque ellos no tienen cerca ningún transformador de baja o mediana tensión y eso le corresponde a la provincia", se lamenta Caren Plencovich, Coordinadora Regional Monte Quemado en Haciendo Camino. Y agrega: "La única opción que existe por ahora es comprarles unos paneles solares".
Nolasco cumplió con su promesa y participó activamente de la construcción de su casa y hasta hizo el pozo ciego para el baño. Su objetivo era claro: terminar la casa lo antes posible. "Yo colaboro desde que empezaron a hacernos la casa hasta ahora. Ayudaba a pasar la mezcla o a hacer el pozo para que ellos pudieran trabajar más tranquilos", cuenta.
Con algunos ladrillos que sobraban, también les construyeron una cisterna para almacenar el agua de lluvia y no tener que depender de los camiones de la municipalidad que les llene los bidones que tienen. "Desarmamos parte de una casilla que teníamos para hacerlo. Está faltando la canaleta para que se llena con agua de lluvia y nunca nos falte agua. Cuando no hay agua en el canal ni en la represa, sufrimos nosotros y también los animales", dice Nolasco.
Todos sus hijos van a la escuela y sus hijas más grande trabajan. Al mediodía, van todos a un comedor comunitario y por las noches, cocinan lo que tienen. "Acá se come lo que hay, todos parejo. Si hay que tomar una taza de cocido, lo hacemos todos", resume Santillán.
Su mujer Norma cobra la pensión por madre de 7 hijos, tienen algunos animales y Palito trabaja el carbón. Esos son todos los ingresos de la familia. Como tienen algo de terreno vacío, están pensando en armar una gran huerta. "Quiero empezar a sembrar alguna verdurita, algún maíz, algunos zapallos y alguna alfalfa para vender. Eso sería una gran ayuda para mí. Estamos despejando el terreno y hay que quemar todas las ramas y volver a pasar la máquina para nivelarlo", cuenta Nolasco.
La situación de los Santillán pasó a ser una excepción. Todo el resto de las familias de la zona sigue pasando hambre y viviendo en ranchos que se inundan cuando llueve.
"Hoy en día vemos que hay más pobreza, hay gente que llega con un plato de comida al día y ahora estamos haciendo asistencialismo puro, dando bolsones de comida. Hay chicos nuestros que se van a dormir con la panza vacía. No alcanza", explica Plencovich.
La mayoría de las familias de esta región reciben algún plan o la AUH. Las mujeres son jefas del hogar, las únicas que cuentan con un ingreso fijo y los hombres hacen changas en el campo con el carbón o la tala de madera. "Las familias que más sufren el acceso al agua son las que viven en el campo, en la zona rural y contamos con un gran obstáculo que es el deterioro de los caminos, la desidia es enorme, la ruta Nacional N16 es intransitable", concluye Plencovich, dejando entrever todo lo que todavía falta hacer para que las familias puedan vivir dignamente.
Las personas que quieran ayudar a Palito y a su familia a comprar paneles solares para poder tener luz o colaborar con Haciendo Camino, pueden comunicarse con Caren Plencovich de Haciendo Camino al +549-341-247-1447.