El deseo de enseñar
Cierta vez nos encontrábamos reunidos los supervisores de todos los niveles de una vasta zona de la ciudad, la de mayor vulnerabilidad educativa, sin duda. La problemática de la región justificaba el encuentro. Cada uno exponía convencido su diagnóstico y su propuesta. Pero se sabe, cuando uno está demasiado convencido de su propio discurso, inevitablemente construye tabiques. Así, el encuentro marchaba hacia un punto muerto. Una reunión más. Sincera, pero inconducente.De pronto se escuchó una voz, la del respetable decano de los supervisores: "A ver si encontramos algún punto común que nos permita continuar. ¿Educar es un hecho complejo?" Un sí unísono siguió a la pregunta, como un sobreentendido que volvía casi pueril al interrogante y al interrogador. "Pues bien; si es un hecho complejo, no puede haber soluciones simples."De eso se trata. Lo que se logra depende de tantas cosas? Son las decisiones de la política educativa, y no lo son. Es el presupuesto, y no lo es. Están sujetos a las condiciones laborales, y no lo están? Se entiende: no lo son, no lo es, no lo están?, exclusivamente. Esto es, no hay un factor que por sí nos venga a devolver tiempos añorados. Claro que ellos nos echan un algo de resplandor, pero ahora el camino es otro, otras las banquinas, otros los riesgos. Digámoslo: una educación de calidad se puede lograr con cierta facilidad si se soslaya el horror de la deserción alarmante. Simétricamente, una escuela inclusiva también está ahí al alcance, si se desdeñan los aprendizajes. La escuela de la añoranza mucho tenía de lo primero. La escuela para la estadística demagógica mucho tiene de lo otro. Es que el desafío hoy es conjugar ambas variables: la calidad de los aprendizajes con la inclusión de niños y jóvenes. Ni guardería ni elitismo.En el discurso educativo se escucha con frecuencia calidad, deserción, retención, integración. ¿Y el sentido? Para que comulguen calidad e inclusión no existe un modelo escolar. Lo que tiene sentido aquí no lo tiene allá. Y para llenar la tarea de sentido son imprescindibles los proyectos institucionales, tantas veces sostenidos en soledad. Son esos proyectos los que alimentan el valor de la tarea, los que motivan el deseo de aprender y de enseñar, los que integran y se integran en las comunidades. Y esta es la razón del Premio Comunidad a la Educación: entusiasmar, reconocer, valorar.Como en todo concurso, algunos proyectos recibieron premios y otros menciones, pero todos han sido reconocidos por el hecho mismo de que reflejan cómo se comprometen los distintos actores educativos en un diseño institucional.
Domingo Tavarone
Más leídas de Comunidad
"No cerramos ni cuando nos balearon". El drama de las víctimas menos conocidas del narcotráfico en Rosario
"No sabía a dónde ir". Tuvo que volver a la casa donde sufrió maltrato de niña por un “problema administrativo” de Nación
“No hice caridad, le di trabajo”. Lo ayudaron a salir de la calle y ahora trabaja como tester de videojuegos