Opinión. Prácticas de aprendizaje solidario
En primer lugar debe aclararse que existe una brecha de significación entre la letra y el espíritu de la resolución del Consejo Superior de la UBA. El artículo 1 habla de "aprobar la creación del Programa Prácticas Sociales Educativas". Ni en el nombre del programa ni en todo el texto del dictamen aparece mencionado el término solidaridad. Por tanto, no estamos frente a un caso debatible de solidaridad obligatoria, como pudo haberse entendido en un principio. ¿Puede la solidaridad imponerse por obligación?
A nuestro criterio, no: siendo la solidaridad una forma de vinculación consciente entre sujetos, se da la misma dentro de un sistema basado en la reciprocidad en el que el protagonismo del que da y del que recibe debe ser libre e intercambiable para hablar así de una solidaridad dialogante, antesala y prerrequisito de una solidaridad luego transformadora. Lo que sí creemos que legítimamente puede construirse es un diseño curricular en el que lo obligatorio sea transitar por un espacio o trayecto donde se enseñe, comunique, reflexione, debata y descubra qué es la cultura de la solidaridad como contenido y vivencia. Esto tiene un valor formativo central.
En segundo lugar, el sensible tema del trabajo: si lo dicho fue que los estudiantes "tienen que hacer una cantidad mínima de 40 horas de trabajo comunitario?", la expresión fue o desafortunada o inexacta. La resolución nunca habla de trabajo y aquí lo que cuenta es que el convencimiento y la ley abonan la idea de que el trabajo debe presumirse y ser siempre remunerado. Aun el trabajo ad honórem (que en el sistema universitario ha sido una práctica muy extendida) se hace bajo el presupuesto de que a futuro será pagado.
Pero no considero que estemos frente a una pretensión de encubrir trabajo gratuito, toda vez que el programa habla de horas según un enfoque curricular y aclara expresamente que la metodología será la de aprendizaje-servicio, donde no existe un encuadre laboral, sino una modalidad educativa en la que la práctica resignifica la teoría, y viceversa.
Siendo la UBA una casa de estudios masiva, habrá que trabajar y articular mucho con otros actores y espacios sociales para que las prácticas no saturen en estereotipos, atiendan situaciones reales y no caigan en el riesgoso universo del cómo sí, dinámica invalidante que en el campo de la educación no es para nada desconocida.
Oscar García
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