Sin luz ni baño ni educación. Cómo sobrevive una familia en el norte
"Sólo quiero que vivan", decía Manuel Canciano hace un año, sobre los diez hijos que lo miraban con ojos saltones como buscando respuestas, cuando LA NACION fue a visitarlo. Todos ellos – en su mayoría mujeres - se desparramaban en una casa de material, sin baño y sin luz, en la comunidad de Techat, en el Impenetrable chaqueño. Ni siquiera podía imaginarse cómo iba a ser su futuro porque cuando la panza cruje y no hay ninguna red de contención, el desafío era poder terminar el día con vida.
Su mujer – María - había fallecido en su último parto hacía 4 años. Tuvo complicaciones, la ambulancia nunca llegó y murió sin recibir ninguna atención. Desde ese entonces, Manuel se había hecho cargo de demasiadas bocas haciendo pozos al rayo del sol por lo que le pagaban algunos pesos o en mercadería. Tenía la cara ajada y los dedos anchos de tanto trabajo forzado.
Como no conseguía juntar plata para pagar la nafta para la moto ni para arreglar las bicicletas, sus hijos no iban a la escuela. "Queda a 5 kilómetros y yo no los puedo alcanzar", se excusaba Manuel, mitad en español y mitad en Wichi. Sus hijos solo hablaban la lengua materna y eso los excluía cada día un poco más de una provincia que les había dado la espalda.
Ese día solo habían comido un poco de fideos. "Comen y siguen teniendo hambre", decía para explicar que las raciones nunca alcanzaban. Mientras tanto, sus hijos ni siquiera accedían a un plato de comida seguro en la escuela ni socializaban con otros chicos ni aprendían.
Los Canciano fueron unos de los protagonistas de Hambre de Futuro, un proyecto de LA NACION que durante 2018 puso en agenda la problemática de la pobreza infantil y mostró, en primera persona, cómo son las infancias de los chicos en los lugares más vulnerables del país.
Doce meses después, LA NACION volvió a Techat para ver cómo era el presente de los Canciano. La única repercusión que tuvieron después de las notas que salieron publicadas, fue que recibieron donaciones de alimentos no perecederos que racionaron durante algunas semanas.
Hoy, a simple vista, no parecería haber ninguna mejora. Lo primero que sorprende al llegar a su casa es una sinfonía de toses y mocos atorados en todos sus hijos. "Tenemos muchos problemas. Los chicos se engripan y el doctor no llega. A veces viene gente de Buenos Aires, con fundaciones y traen médicos que revisan a los chicos y nos dejan jarabes. Estos son los peores meses y después calma. La gente de Miraflores no nos ayuda, no hay remedios", señala Manuel, mientras Gervasio Quintana, representante de la comunidad de Techat, oficia de traductor.
La buena noticia es que la familia al menos tiene asegurados $10.000 al mes porque Manuel empezó a cobrar la AUH por sus hijos. "Cobro el 15 de cada mes y compro harina y arroz. Lo primero es comer. De ropa tenemos algo", agrega Manuel.
Todas las otras urgencias, siguen vigentes. Los chicos no van a la escuela porque Manuel no tiene cómo mandarlos. "Tengo una moto pero gasta mucha nafta. No me alcanza para llevar a todos. La bicicleta es más fácil porque no gasta. Está caro el combustible. Me vendría bien tener más trabajo", explica Canciano.
Para Delfín Aranda, líder de la comunidad, el principal sufrimiento de la zona es el agua. "El acueducto llega hasta Miraflores pero no hasta nosotros. La gente del municipio nos trae agua pero no alcanza. Yo tengo dos aljibes chiquitos que se llenan solo cuando llueve".
En relación a los servicios básicos, siguen sin luz, ni baño y escasea el agua. "Está el poste instalado pero no hay luz. Nos traen agua para cargar el tanque de 15 litros de vez en cuando pero no nos alcanza para tomar. Si alguien me puede ayudar, necesito tener un aljibe para que se cargue con el agua de lluvia", pide Manuel. Además, necesitan mercadería, ropa y zapatillas para los chicos y un cochecito y leche para su nieto.
En Techat viven alrededor de 200 familias Wichi casi incomunicadas. La señal de celular es muy pobre y las lluvias los dejan completamente aislados. "Cuando llueve no podemos salir a buscar algo para comer. Lo bueno es que se cargan los aljibes porque sino dependemos de la minicipalidad", señala Quintana.
Otra de las carencias de la comunidad es que no cuenta con ninguna escuela secundaria y con solo dos primarias. "Si los chicos quieren seguir estudiando, la escuela más cercana es la de Central Norte. Presentamos una nota al Ministerio de Educación para pedir que abran una escuela secundaria en la zona pero todavía no tuvimos respuesta", se queja Quintana.
Como los Canciano, son muchas las familias de la zona que están atravesando una situación crítica. "Yo veo que Manuel no tiene nada y a mí me duele eso. ¿Qué se va a hacer? Nadie nos acompaña a nosotros como pueblo originario y somos muy discriminado", concluye Quintana.
Las personas que quieran colaborar con la familia Canciano y la comunidad de Techat pueden comunicarse con Ana Salas de la Fundación Propuesta Solidaria al +549-343-405-5341.