Educación. Talleres que son un bálsamo para los chicos
En el marco del hospital Garrahan, brindan un sano momento de esparcimiento
El panorama no podría ser más desgarrador. Niños que sufren, niños que esperan, niños que no parecen niños porque la enfermedad se apoderó de sus infancias. Esos niños son mayoría entre los que transitan los pasillos del hospital Juan P. Garrahan. Pero aun en medio de tanta desesperanza, la vida insiste. De muchas maneras. Y el Taller de Adolescentes de esa institución es, decididamente, una de ellas.
Clases de informática, música, fotografía estenopeica (con un equipo muy básico) y plástica, así como una biblioteca muy especial, sirven de disparadores para que niños y adolescentes se conecten con su costado más sano, más vital y más alegre. Y también para que hagan amigos durante estancias que, con frecuencia, suelen ser prolongadas.
Integrado por siete docentes, el taller forma parte de la escuela intrahospitalaria que funciona desde 1987: una institución que intenta darles cabida a todos los pacientes del hospital, incluso a los más chiquitos, a pesar de que, en términos de educación formal, sólo contemple la escolaridad primaria.
Pero como el hospital atiende a niños tanto como a adolescentes y jóvenes, el taller es el espacio pensado prioritariamente para esa franja etaria que ya pasó por el primario. Claro que siempre hay excepciones.
Como el caso de Agustín, un pequeño genio de 5 años que construye escaleras, pone bombas y mata bichos en la compu mientras la seño , Ana María Müller, dialoga con LA NACION. "Hasta marzo de este año nunca había usado una computadora", explica la docente, una mujer casada y con dos hijas que hace muchos años, según cuenta, decidió guardar su título de analista de sistemas para dedicarse a desplegar todas las potencialidades de la informática para alumnos de educación especial.
"Agustín padece una osteogénesis, también conocida como síndrome de los huesos débiles: a pesar de su corta edad, ya padeció 34 fracturas. Cuando comenzó a venir en marzo, su mamá lo tenía que traer en una silla de ruedas. Hoy viene pedaleando su triciclo", agrega Müller, como una manera de ejemplificar el poder de la motivación y el incentivo sobre quienes están luchando contra cualquier tipo de adversidad.
Con ella coincide la mamá de Agustín: "Desde que descubrió el taller y la compu viene a hacerse el tratamiento más contento".
La charla se interrumpe con la llegada de Arturo y su mamá, dos formoseños que, de tanto haber andado los pasillos del hospital, son casi parte del equipo. Arturo tiene 10 años y llegó por primera vez al hospital en 1999, cuando era bebé, con un síndrome urémico hemolítico. Ahora llega a dializarse, porque la enfermedad derivó en una insuficiencia renal crónica. Se lo nota de mal humor.
"Desde que tomó contacto con los talleres, Arturo viene más motivado. Ahora, el hospital no sólo es sinónimo de tratamientos invasivos en los que van a pincharlo. También están los maestros. Y él los busca cada vez que viene. Incluso, gracias a los talleres, descubrió su vocación por la escritura y la música. Ahora estudia violín", relata Elizabeth Penachi, mamá de Arturo.
Como una manera de integrar todas las actividades que ofrece, el taller comenzó un proyecto en el que se exploran las diferentes formas de comunicación humana a lo largo de la historia. La práctica -que obtuvo una mención en la presente edición del Premio Comunidad a la Educación- involucra actividades plásticas, fotográficas (mediante la construcción de máquinas estenopeicas) y de investigación bibliográfica; todas sobre una plataforma tecnológica que permite la participación de los pacientes -más allá de su condición-, e incluso la de los que son dados de alta en forma temporal o definitiva.
Seguir conectados
"Hay chicos que pasan aquí mucho tiempo. Cuando pueden irse, para nosotros es una alegría, pero entendemos que es importante favorecer que los lazos afectivos creados durante la internación no se corten abruptamente. Por eso creamos un blog donde intercambiamos trabajos, ideas y mensajes", explica Müller.
Claro que no siempre los chicos disponen de computadora propia o de posibilidades económicas para frecuentar un cibercafé. En esos casos -según relatan los docentes- se trata de lograr la complicidad de los maestros locales -o hasta del comisario del pueblo, en alguna oportunidad- para que les permitan conectarse de alguna manera. Dentro del hospital, la cosa tampoco es tan sencilla, entre otras cosas porque no todas las áreas cuentan con conectividad. Las computadoras no son muchas y no siempre poseen las adaptaciones necesarias para que todos puedan usarlas.
Así y todo, el blog es una realidad que suma miembros día a día, en gran parte por el compromiso y el ingenio que se adivinan entre el equipo docente (señores de guardapolvo blanco, pero que no pinchan ni hacen doler) para que todos tengan acceso. O, mejor dicho, casi todos: el dolor y la desesperanza no son bienvenidos.
La nota concluye y Arturo despide a la cronista con una gran sonrisa, mientras arma su juego de piratas en la biblioteca. Es evidente que ya le cambió el humor.
Contactos
- Escuela hospitalaria: 4943-7363, http://escuelahospitalaria2.zoomblog.com/
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