Tiene 7 años, vive en Chaco y mandó un audio que conmovió a sus docentes

Eunice tiene 7 años y es alumna de la escuela Fe y Alegría en Resistencia, Chaco. En su casa del barrio Juan Bautista Alberdi –un área formada por varios asentamientos–, no hay Internet ni computadora y, desde que empezó la cuarentena, María Rosa Ojinaga, su maestra, se las rebusca para hacerle llegar las tareas por WhatsApp.
A principios de esta semana, en vísperas del 25 de mayo y cuando acababa de terminar una maqueta donde reconstruyó la escena de ese día histórico de 1810, la chica emocionó a su "seño" con un audio acompañado de una foto en la que se la veía disfrazada de dama antigua. "Seño, yo solita hago la tarea ahora, mi mamá ya no me tiene que ayudar. Yo ahora me vengo así a la pieza de mi mamá, me pongo en una mesita y hago yo la tareíta solita. Y escribo y todo, y ahí me quedo tranquila. O si no voy a sentarme a mi mesa y a estudiar. Seño, ¡yo estudio muy bien!", decía la vocecita a través del teléfono.

Su historia refleja la de muchos alumnos y docentes que, en contextos de extrema vulnerabilidad, hacen lo imposible para seguir estudiando y enseñando en tiempos de pandemia. En el país, el 19,5% de los estudiantes de primaria y el 15,9% de los de secundaria no cuentan con acceso a Internet en el hogar, según el último informe del Observatorio Argentinos por la Educación. E incluso, entre quienes sí tienen conexión, puede que no sea la adecuada para poder mantener clases a distancia.
Si se pone el foco en Chaco –una de las provincias con mayores índices de pobreza y peores de calidad educativa–, las desigualdades se profundizan: el 33% de sus alumnos de nivel primario y el 26% de los de secundario, no tienen Internet en sus casas.
Según sus docentes, la dedicación y pasión que Eunice pone en todo lo que emprende es contagiosa. María Rosa la define como una chica "muy especial", siempre sonriente, comprometida y sumamente responsable. "Su mensaje es una muestra ejemplar de autonomía para responder a los deberes escolares en pleno confinamiento; un gran desafío para las familias en la actualidad y un importante motivo de desgaste, más aún en contextos vulnerables", señalan desde el equipo de Fe y Alegría.
La familia de Eunice –que tiene dos hermanos mayores– vive a media cuadra de la escuela, donde tanto ella como sus hermanos asisten desde el jardín de infantes. El centro educativo fue el primero de Fe y Alegría en la Argentina. Fundado 24 años atrás, brinda educación gratuita para familias en situación de vulnerabilidad socieconómica. Hoy la organización cuenta en el país con más de 6000 estudiantes en cinco provincias. También brinda cursos y acompañamiento a mujeres privadas de libertad.
Frente al avance del COVID-19, los centros de Fe y Alegría buscaron un modo de seguir brindando educación de manera remota a través de plataformas online, WhatsApp, Facebook o la entrega semanal de cuadernillos para quienes no cuentan con celular o conectividad. Además, a las pocas semanas de iniciarse el aislamiento obligatorio comenzaron a dar asistencia alimentaria a las familias cuyas fuentes de ingreso cayeron de forma alarmante.
Nely Welsh, directora de primaria de la escuela a la que va Eunice, explica que la institución empezó en 1996 con una sala de jardín construida por los mismos padres que vivían en los asentamientos cercanos, la mayoría de ellos cartoneros y albañiles, además de dedicarse a otros oficios, emprendimientos familiares o cooperativas. Hoy tiene tres niveles, con 90 estudiantes de jardín, 360 de primaria y 300 de secundaria.
"El barrio cambio un poco. Hoy tenemos una parte de asfalto, otra de ripio y otra con caminos inundables. Muchas familias migraron hacia el sur de la ciudad y formaron nuevos asentamientos con casitas muy precarias. Pero sus hijos continúan en la escuela y también vienen sus nietos. Muchos de nuestros alumnos son profesionales", cuenta Nely orgullosa.

Carolina, la mamá de Eunice, se dedica a confeccionar ropa y hacer repostería. Su marido, Alfredo, es herrero pero desde el año pasado tiene muy poco trabajo, por lo que viven de las tortas y la ayuda de la Asignación Universal por Hijo (AUH). Una de las cosas que busca transmitirle a sus hijos es que nada es imposible: "Que lo que sueñen lo intenten y lo intenten sin abandonar. Que busquen, que si no saben pregunten, que sean constantes".
Lucas, el hermano mayor de Eunice, tiene 19 años y estudió mandatario del automotor, reparación de PC, barman y empezó la carrera de criminalística. Ahora trabaja en un call center, se compró una moto y puso un pequeño negocio en la casa. Priscila, de 14, cursa el secundario y pronto se recibirá de profesora elemental de danza. Carolina cree que el compromiso de su hijo e hijas por el estudio se debe a que la vieron a ella misma estudiar y esforzarse mucho. El año pasado pudo terminar el secundario.
La voz de Carolina cambia cuando se adentra en el recuerdo de su infancia. A los siete años tuvo que dejar la escuela. "Éramos muchos hermanos de distintos lados. Mi papá nos abandonó. Vivíamos en el campo y pasábamos hambre. Mi mamá se quedó con mis hermanos varones y a las mujeres nos criaron unas tías. La violencia estaba muy presente, no fui feliz. Pero salí adelante", resume.
Eunice tiene una un alegría contagiosa. Le gusta muchísimo dibujar y jugar con sus perros Flor, Dior y Rey. Pero, sobre todo, le encanta su escuela, estar con sus maestras y compañeros. El objetivo de Fe y Alegría es que ella, al igual que muchos otros niños y niñas de contextos vulnerables, puedan proyectar un futuro gracias a la educación.
Más información
Durante la cuarentena, Fe y Alegría Argentina lanzó la campaña "Unidos a pesar del aislamiento". El objetivo es juntar donaciones para sostener la ayuda a las comunidades que acompaña mediante bolsones de alimento, artículo de higiene y materiales escolares. Para donar: feyalegria.org.ar
Esta nota fue escrita con la colaboración de María Mullen