A cara descubierta
DE LA BOCA PARA ADENTRO Por Fernando Sánchez Sorondo (Vincinguerra)-67 páginas-($ 10)
EL lector de poesía es un detective de la sensibilidad: averigua en cada línea ese milagro de lo dicho con la palabra como salvoconducto. Los veinticinco poemas de este volumen señalan a un autor al que la alegría de vivir no le impide encerrarse en la congoja de un indagar profundo.
Fernando Sánchez Sorondo se revela a sí mismo, cada página de su libro da nuevos informes para saber cómo se abrió el alma de quien escribe. Puede transmitirnos así, en un poema como "Enero", su percepción de que el verano es "...la madre intemperie /donde caernos vivos". O hacernos partícipes, en "El ánimo", de su necesidad de emanciparse de la tristeza pues "...He cumplido/con lo que me tocaba de sombra". En fin, el poema que le da título al libro, "De la boca para adentro", permite conocer "...la fiesta/convertida en despedida...".
Cada verso es oportuno pues va diciendo la intimidad de ese yo inquisidor. Un yo que puede hablar de la ciudad de Lima ("...un túnel de sol camino de Chosica/y volcanes nevados") o evocar, en "Su muerte", el conmovedor recuerdo de la madre ("serán necesarios tantos rostros,/para no volver a encontrarla/en ninguna parte nunca..."), o comunicarnos sus vivencias ante ese hijo que, al partir hacia el extranjero, lo "...deja solo con un padre/haciendo señas de mudo".
Sánchez Sorondo, nacido en Buenos Aires en 1943, confía al lector-detective, en su séptimo libro de poesía, el enigma de los dos rostros que ofrecen la carátula y la solapa. Uno de los dos es el poeta, uno de los dos habla con la mirada de lo que, para adentro, calla la boca y que es mucho. Pero silencio y alocución se ensamblan juvenilmente tanto en la ausencia de todo barroquismo como en la preferencia del autor por el verso corto. Acaso en este poeta podrían hallarse las huellas de una corriente de poesía al estilo de la de Baldomero Fernández Moreno, predilecta de la lírica argentina; y esa sencillez le dicta quizás el verso final de su libro: "La vida a cara descubierta", apretada definición de toda una estética. No parecen muy necesarias las reflexiones del prólogo de Lucrecia Romera.