Adiós a Antonio Escohotado, el filósofo “libre” que nunca levantaba la voz
Murió en Ibiza, la isla en la que había fundado una discoteca; se hizo famoso por su posición a favor de la despenalización de las drogas
“Desconfío de los que confunden sus privadas melancolías con estados generales del mundo”, escribió Antonio Escohotado Espinosa. Durante su juventud tuvo fama de desobediente y aseguró haber fantaseado con asesinar a Francisco Franco; cuando llegó a una edad madura, él, que había abrazado al comunismo y había visto en Vietnam la acción y estrategia del Vietcong, cambió de parecer. Fue un proceso doloroso que acompañó con rigor académico. Su voz y sus ensayos fueron replicados por los defensores de la libertad en sus diversas facetas y acepciones: el liberalismo económico y la libertad individual. El filósofo español falleció ayer a sus 80 años en Ibiza, la isla donde fundó en 1976 la discoteca más famosa del mundo, Amnesia.
“A mí me ha dolido más que a nadie cambiar de idea porque había puesto tanto corazón, tanta esperanza en que el comunismo fuese la forma moderna del humanismo que cuando la experiencia demostró que me había equivocado, primero me abstuve, durante varios años, no dije nada, ni siquiera a mi círculo inmediato. Pero luego pensé: «Tengo una responsabilidad conmigo mismo y con los demás»”, decía Escohatado a Juan Carlos Monedero, uno de los fundadores e ideólogos de Podemos, para explicar el origen de Los enemigos del comercio, historia de las ideas sobre la propiedad privada (Espasa, 2008). “Marx les ha metido el miedo en el cuerpo a todos los caciques y jerarcas que reinaban en el mundo y ha obligado a los liberales a ser liberales y a los demócratas a ser demócratas y que en ese sentido su más grande contribución a la historia universal es obligar a las democracias liberales a ser democracias liberales realmente”, expresó en Cultura Digital en 2018 Escohotado.
Profesor universitario de Filosofía, Derecho y Sociología, trabajó hasta el último día de su muerte durante extensas jornadas: “Me gusta estudiar porque desde muy joven quise enriquecer el hoy con un conocimiento de ayer”. Por El espíritu de la comedia (1991) obtuvo el premio Anagrama de ensayo. También escribió De physis a polis. La evolución del pensamiento griego desde Tales a Sócrates (Anagrama, 1975), tradujo el Leviatán de Hobbes, a Thomas Jefferson y a Newton. Pero fue, sin lugar a dudas, su estudio monumental de 1550 páginas llamado Historia general de las drogas (1989) su obra más famosa. Este estudio único en su haber fue escrito en once de los doce meses que permaneció en la cárcel de Cuenca, acusado de tráfico de estupefacientes. Su experiencia en esta reclusión está recogida en su memoria Mi Ibiza privada (Espasa, 2019).
Albert Rivera, uno de los fundadores del partido político Ciudadanos, y Begoña Villacís, vicealcaldesa de Madrid –quien expresó que Escohotado debería tener una calle con su nombre en la ciudad– despidieron al filósofo. También lo hizo Jorge Drexler (“La cabeza más lúcida, valiente y libre que tuve la suerte de conocer. Pero sobre todo, se me fue un amigo del alma”, escribió en su cuenta de Twitter). “Lúcido y estrafalario, generoso y genial, acaso el mejor argumentador que conocí”, publicó el editor Juan Cruz Ruiz en su red social. También el Club Real Madrid despidió a uno de sus hinchas más célebres.
Desde los 4 a los 14 años vivió en Río de Janeiro porque su padre era diplomático (también fue director de Televisión Española). Seductor (“Antonio, el melenas, el terror de las nenas”, fue el epíteto de su juventud), recorrió el mundo, cosechó amigos y enemigos, pero, sobre todas las cosas, estudió, leyó y dedicó su vida a pensar y a enseñar y fue respetado por políticos de diversos colores y tendencias, aunque su posición sobre la izquierda y el comunismo jamás dio pie a interpretaciones maniqueas: “Es increíble. Han ensayado la vía de Marx fácil 60, 70 países, algunos durante 80 años, como la Unión Soviética, y a todos les haya ido no mal, lo siguiente. Y, sin embargo, ahí están. Es que es una religión. Es la religión del no ser. Parece que hay sustancia, parece que hay naturaleza. Grave error. No hay nada. Es la nada lo que reina y dentro de esto, pues si conseguimos robar y matar lo bastante, a lo mejor aparece algo”.
El rostro y las polémicas declaraciones de Escohotado, quien se definía a sí mismo como “psiconauta”, irrumpieron en la TV argentina a mediados de los noventa. El filósofo acudió a Memoria, el programa de Chiche Gelblung para expresar su posición hacia las drogas y su defensa de la despenalización: “Lo que mata no son las drogas, sino la ignorancia”, “A mis hijos, cuando cumplieron 18 años, los introduje yo en las drogas que estaban a mi disposición y que ellos han querido”, “Aquí ustedes dicen «careta», hipócrita. ¿Cómo es posible que en 80 años no haya habido ni un solo gran narcotraficante norteamericano, ni de alcohol, cuando estaba prohibido, ni de heroína, ni de cocaína condenada”, “La única forma de quitarle el poder político a los traficantes de droga es devolver la droga donde estuvo siempre, en la farmacia, a la droguería, y hoy en día, al supermercado”. El recientemente fallecido juez federal Norberto Oyarbide dictó ante la escalada de críticas y la espiral de espanto una orden de detención por presunta apología del consumo de drogas.
En 1997 Andrés Calamaro grabó en su disco Alta Suciedad, uno de los más exitosos del rock argentino de todos los tiempos, a Escohatado. La voz del filósofo español recitaba al final de “Nunca es igual” un poema/ensayo/confesión de varios minutos de duración donde exploraba la muerte, el dolor y la enfermedad: “En el fondo no pretendemos vivir largo tiempo/ pretendemos vivir a secas/pretendemos vivir/si uno intenta vivir largo tiempo el día a día se puede envenenar bastante/ pero si uno no intenta/ si uno no intenta cuidarse tampoco es buen plan/ uno confunde la valentía con la temeridad/ se granjea grandes cantidades de dolor/ de modo que es muy delicado”.
Escohotado murió ayer rodeado de su familia y amigos, en la isla donde se mudó en 1970. Él mismo era una isla. En un momento de populismos y sus acérrimos defensores, en la Argentina, en España y en otros tantos países, Escohotado no levantaba la voz en las discusiones. Ni gurú ni un charlatán. Sus opiniones eran resultado de sus estudios y no de sus pasiones. Cuando se le consultaba sobre algún tema que desconocía no temía asegurar que carecía de evidencia o información para opinar. Murió Escohotado, murió un hombre libre.