Biblioteca del Instituto Italiano de Cultura. Al rescate de valiosas piezas literarias
La entidad, que cuenta en su acervo con más de 30.000 volúmenes, reabrió sus puertas al público
En el Instituto Italiano de Cultura, hasta hace poco más de un mes los libros andaban por todas partes; el visitante se topaba con ellos, apilados o reunidos en cajas, por los pasillos y en algunas salas.
Un equipo de especialistas venía acometiendo un arduo trabajo de recatalogación de la biblioteca especializada en textos italianos más nutrida del mundo fuera de Italia. Recientemente fue reabierta al público en un acto oficiado en el salón central de la institución, uno de cuyos laterales ostentaba, de nuevo ordenados, parte de los volúmenes del valioso acopio bibliográfico.
"Cuando llegué a Buenos Aires, hace casi cuatro años, no era fácil localizar un libro, aunque uno sabía que estaba en alguna parte", relató Fiorella Arrobbio Piras, la directora del instituto.
"Tuvimos que limitar el acceso del público para reordenar todo este acervo -agregó-, que encierra verdaderas joyas bibliográficas." Son más de 30.000 volúmenes, entre los que se esconden algunos "raros". Uno de ellos, inhallable, es "La cucina futurista", de Filippo Tommaso Marinetti, valuado en 20.000 euros.
En este ámbito se instaló, durante largas jornadas, la escritora Ema Wolf, para documentar la ficción de "El turno del escriba", novela que desarrolló junto con Graciela Montes, título triunfante del Premio Alfaguara de este año, que narra la relación de Marco Polo con su circunstancial amanuense el pisano Rustichello.
Ambos, recluidos en una celda de Génova en 1298, plasmaron un libro de gran difusión durante el medioevo, "Il Milione", cuyo título original -el del primer manuscrito, redactado en francés- había sido "Devisement du monde" ("Descripción del mundo").
"En el instituto trabajé no tanto con el libro de Marco Polo y Rustichello -aclara Wolf-, sino más bien con material de documentación sobre la Génova medieval; hasta encontré un libro con planos del edificio donde entonces funcionaba la prisión. De modo que esta biblioteca nos proporcionó incluso una referencia topográfica del espacio en que se desarrollaba nuestra ficción. También consulté los tomos de las Actas de la Sociedad ligur de la historia patria, así como documentos de costumbres, sobre el mercado, por ejemplo, o las relaciones de médicos y pacientes."
Actualización
Los trabajos de reclasificación fueron confiados a Claudia Bistuer, de la Biblioteca de Mujeres (vecina de la del Instituto Italiano), especialista que actualizó las vías de búsqueda con criterios informáticos.
"Todos los libros, en algún momento, se habían inventariado, pero sin criterio bibliotecológico -refiere Bistuer-. Ibamos sacando libros de los estantes, confrontábamos el número de inventario con una base de datos, con la cual la mayor parte de las veces no coincidían, así que había que darlo de baja y reinventariarlo. Fue un trabajo minucioso y largo; nos valíamos del sistema de John Dewey, llamado «de clasificación decimal», porque asigna un número, de 1 a 10, según el área del conocimiento de que se trate. Y después trasladamos todos los datos al nuevo sistema con el programa Bibliowin, que es el mismo que se utiliza en todos los institutos italianos de cultura del mundo."
Cuando el valioso material fue reclasificado, quedó a la vista la importancia que reviste en esta biblioteca el fondo bibliográfico del período fascista: 4800 volúmenes, más unos 100 títulos de revistas.
"Me pareció suficientemente importante como para darle un lugar de privilegio", señala la bibliotecóloga.
"Descubrimos que había libros de la Biblioteca del Littorio, que era una institución fascista, porque tenían su sello. De Italia vino el profesor Copedè, que es un restaurador; dio una mirada y se sorprendió ante los libros de Marinetti, especialmente «La cucina futurista», que es único", señaló.
Agregó la especialista que "había material doctrinario político y militar y también sobre educación, muchos libros de la propia autoría de Mussolini y abundantes ediciones de arte. En cuanto a literatura, ahí hay escritores de todas las épocas, pocas ediciones princeps pero numerosas obras numeradas. El año pasado vinieron bibliotecólogos de Italia, que confirmaron que hay mucho material valioso y único".
Aunque en algunas bibliotecas de Italia haya quedado algo del período fascista, allá mucho se destruyó o se perdió -Segunda Guerra Mundial mediante-, y en ese sentido la cantidad que hay aquí es excepcional.
El historiador Fernando Devoto, consultor asiduo del material del instituto, destaca la importancia que tiene la conservación del fondo bibliográfico de este período a efectos de la investigación histórica, así como la significativa abundancia de material que el régimen enviaba a la Argentina en los años 20 y a principios de los 30.
"Eso también tiene una implicancia histórica -explica Devoto-, porque evidencia el interés del gobierno fascista por la comunidad más vasta de italianos en el exterior, que estaba aquí, en la Argentina, producto de la profusa inmigración. Tuvo su lado negativo porque abrumó a las instituciones civiles italianas locales con material doctrinario e hizo que estas agrupaciones acabaran dividiéndose en dos sectores."
Ahora, la biblioteca ha vuelto a abrirse a los lectores que apelan al inagotable acervo de la civilización italiana para sus investigaciones. O para posibilitar el trámite de llevarse a casa uno de esos volúmenes e internarse en el universo de Svevo, de Pirandello, de Ungaretti, de Del Giudice.
Donaciones
Laura Ugolini, hija de un diplomático que llegó al país en 1938, fue testigo del ingreso de muchos lotes de libros que los inmigrantes donaban al Centro Italiano di Studi, adscripto al consulado, y que funcionaba en Cinco Esquinas (Libertad y Juncal).
A los 85 años, la señora Ugolini recuerda cómo iba creciendo la biblioteca de aquel Centro, un organismo embrionario del actual: "El instituto tal como lo conocemos hoy fue fundado en 1950 al lado del teatro Coliseo y se abrió al público en 1953; allí trasladamos el fondo bibliográfico, tan rico, del Centro di Studi; ya desde 30 años antes llegaban libros que inventariábamos como podíamos, e incluso vino el profesor Felice, un riguroso historiador del fascismo. Teníamos publicaciones preciosas del 1700, con ilustraciones".
La inmigración italiana trajo su cultura en textos e imágenes. Es difícil determinar el día exacto en que aquellos rudimentarios anaqueles de Cinco Esquinas comenzaron a incorporar estos invalorables libros, que parecen tan viejos y tan sabios como la escritura y el viento.
Consultas
- La Biblioteca del Instituto Italiano de Cultura funciona en M.T. de Alvear 1119, 3er. piso. El público puede realizar consultas de lunes a jueves, en el horario de 8.30 a 13.30 y de 14.30 a 17, y los viernes, de 8.30 a 14.
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