Aquella voz que hacía sufrir
Los aires radioteatrales de una pieza que cuenta el auge y la caída de cierta actriz legendaria permiten convocar el fantasma de una poeta impar
“Poco después de llegar a París, en 1974, tuve el privilegio de trabajar como actriz con grandes maestros como Peter Brook y Antoine Vitez, entre otros”, dice Claudia Stavisky, la actriz y directora teatral argentina que hace unas semanas recibió la Legión de Honor de manos de François Hollande, el presidente de Francia. “Ser dirigida por artistas de ese nivel me enseñó muchísimo y, con el tiempo, hizo nacer en mí el deseo de interrogar el mundo desde el otro lado del escenario, ya no como una actriz, sino como directora. Mi primera puesta, en 1989, fue Antes de la jubilación , de Thomas Bernhard en el Théâtre National de la Colline, cuyo director era otro argentino, Jorge Lavelli. Ese espectáculo me valió varios premios y, sobre todo, la posibilidad de poner en escena los más de treinta que siguieron. Una experiencia interesante fue la puesta de El montaplatos , de Harold Pinter, que primero representamos en la prisión de Versalles y después en una decena de otras cárceles francesas.” Stavisky no se limitó al teatro de prosa. En 1999, hizo la régie de El sombrero de paja de Florencia , la ópera de Nino Rota, inspirada en Un sombrero de paja de Italia , de Labiche; y en 2001 Romeo y Julieta , de Gounod, ambas en la Opéra Nationale de Lyon. A partir de entonces, la carrera de Stavisky se desarrolló sobre todo en esa ciudad francesa. “Cuando en el año 2000 me propusieron dirigir el Théâtre des Célestins, de Lyon, uno de los más hermosos de Francia, me di el lujo de abordar el repertorio clásico: Shakespeare, Chéjov, Pirandello, Sófocles y muchos otros.”
El Théâtre des Célestins se fundó en 1792. Durante la primera parte del siglo XIX estuvo dedicado a los dramas y los vaudevilles . A partir de 1830, el Romanticismo cambió el espíritu de la sala, que fue durante décadas el lugar de encuentro privilegiado de la aristocracia y la burguesía locales. A comienzos del siglo XX, el prestigio de ese escenario había decaído, pero resurgió en 1906 cuando Edouard Herriot, el intendente de Lyon, nombró como su director a Charles Montcharmont, que hizo representar comedias, óperas y, en especial, operetas. Lyon se convirtió en el primer centro teatral de Francia después de París. En el Célestins actuaron, entre otros, Cécile Sorel, Louis Jouvet, Charles Dullin, Sacha Guitry, Madeleine Renaud, Fernandel, y cantaron Josephine Baker, Maurice Chevalier y Mistinguett, la de las célebres piernas. Ahora, Claudia Stavkisky y sus codirectores han convertido el teatro en un centro de irradiación, ya que también organizan actividades fuera de la hermosa sala que conserva el esplendor rojo y dorado característico de las salas del siglo XIX. Por ejemplo, el Festival de los Utopistas se desarrolla en lugares no convencionales como plazas, playas de estacionamientos y también a orillas de un río. Otro festival que ya va por su cuarta edición es el Sens Interdits -que podría traducirse a la vez como "Festival de los Sentidos Prohibidos" o "A Contramano"-, animado por un espíritu político y definido como "teatro de urgencia", al que son invitados grupos de todo el mundo para poner en escena y debatir sus problemas. Esta temporada, en octubre, Claude Staviksy va a dirigir en el Célestins La muerte de un viajante , de Arthur Miller, una obra con la que va a coronar un año de gran reconocimiento oficial.
Durante 70 minutos, uno revive el mundo del radioteatro de las décadas de 1940 y 1950. El melodrama, que se ve y que se escucha, es la vida de Fanny Navarro, pero no se transmite por el éter, como se decía en esos años, sino que se representa en el teatro La Carpintería. Se trata de la obra Qué me has hecho, vida mía (dramaturgia de Marcelo Pitrola, María Merlino y Diego Lerman), que resume el ascenso y la caída de la estrella de Deshonra , la célebre película de Daniel Tinayre. La actriz María Merlino, dirigida por su esposo Diego Lerman, representa a Fanny como una muchacha inocente que poco a poco cede a todas las tentaciones y hasta se convierte, casi por "distracción", en una temible funcionaria peronista. A un costado del escenario, en penumbras, está el coprotagonista de la pieza, Joaquín Segado, que no abre la boca y casi no interviene en la acción, pero es el responsable de los efectos sonoros especiales. Con los objetos más disímiles crea la ilusión de oír puertas que se abren o se cierran, golpes, viento feroz, lluvia, truenos, ovaciones, que no han sido grabadas, sino que resultan del roce adecuado entre materiales insólitos. "El maestro de los efectos especiales en la radio fue Ernesto Catalano", dice Diego Lerman. "Lo que aquí utilizamos es lo que él empleaba. Llegó a inventar máquinas para imitar cierto tipo de sonidos, como el del viento. Algunos de los instrumentos que se oyen en este espectáculo llevan impreso, a modo de sello, el nombre de Catalano. Son piezas de museo."
Otro efecto alucinatorio lo produce la voz y, sobre todo, la elocución de María Merlino, que remeda el timbre agudo y el silabeo articulado hasta la exasperación de algunas intérpretes (no las mejores, pero sí las arquetípicas) del radioteatro. Las mujeres sufridas, inocentes, engañadas tenían esas voces que se parecían a la de Libertad Lamarque cuando entonaba: "Como un pajarito quisiera cantar,/ como un pajarito quisiera volar". Y la voz se le iba a "Líber" en esos versos hacia lo alto, como la expresión vocal más acabada de una ideología en la que el canto femenino de las protagonistas puras o marcadas por el destino debía ser cristalino, inmarcesible, mientras que las malas, las adúlteras, las traidoras eran contraltos, de voces casi masculinas. La poeta Olga Orozco, que durante muchos años fue actriz de radioteatro, tenía una voz ronca, profunda. Siempre hacía sufrir a las protagonistas, a las Julia de Alba, a las Hilda Bernard (a la que acaba de rendírsele un homenaje por su trayectoria radioteatral). Olga era la que destruía la felicidad de Anna Karenina, o la que facilitaba con las peores intenciones los encuentros del archiduque Rodolfo de Habsburgo con María Vetsera. Se oía la voz de Olga Orozco y uno sabía que Rodolfo y María se suicidarían en Mayerling.
- La argentina, responsable del Théâtre des Célestins, en Lyon, recibió la Legión de Honor de manos de François Hollande Claudia Stavisky Directora de teatro
- Encarna a la legendaria y controvertida Fanny Navarro, en una obra con clima de mediados del siglo XX María Merlino Actriz