Narrativa Argentina. Arquitectura del crimen
En su nueva novela, Las grietas de Jara , Claudia Piñeiro presenta una trama bien aceitada en la que se combinan fuertes dosis de suspenso y la psicología de un protagonista frustrado profesionalmente
Pablo Simó, el protagonista de Las grietas de Jara, la última obra de Claudia Piñeiro (Las viudas de los jueves) tiene cuarenta y cinco años. Trabaja en el estudio Arquitecto Borla y Asociados desde hace dos décadas, pero nunca ha realizado un proyecto auténticamente suyo. Por eso sueña con irse de allí. Aunque fantasea con Marta Horvat, socia del estudio, no puede imaginarse separado de su esposa Laura. A lo sumo, juega a pensar que ha muerto. Un día una muchacha visita el lugar y pregunta por un tal Nelson Jara. La mención del nombre sobresalta a Borla, Horvat y Simó, y Borla le da una respuesta vaga a la chica para deshacerse de ella. Los tres saben que Jara murió y sus restos se encuentran bajo la losa del piso de las cocheras de ese mismo edificio, donde lo enterraron tres años atrás. Es un secreto que juraron guardar.
Piñeiro introduce con prolijidad los elementos que modelarán la trama de Las grietas de Jara, su cuarta novela. Mediante el punto de vista de Pablo, alterna fuertes dosis de suspenso con los pormenores de su matrimonio y la relación con Francisca, su hija adolescente. En el medio transita la frustración laboral del arquitecto, que ha reemplazado su mirada estética por un ojo mercantilista. Su trabajo consiste en buscar por Buenos Aires oportunidades de negocios: terrenos a un precio conveniente, remates judiciales, predios municipales a la venta, "sucesiones imposibles" y divorcios que obligan a vender un inmueble a precios ridículos. Una mañana Simó vuelve a ver a Leonor, la muchacha que visitó la oficina preguntando por Jara, y las inesperadas consecuencias de ese encuentro lo animarán a romper el statu quo de resignación que pesa sobre su vida. Este impulso de rebelión aflora en sus reminiscencias sobre el Tano Barletta, un compañero de facultad con quien dejó de verse hace mucho tiempo. Su recuerdo actúa como una voz del pasado con la cual Pablo entabla conversaciones mentales.
Los diferentes aspectos técnicos de la construcción y el negocio inmobiliario -administrados con mesura literaria por la autora- no constituyen vana información decorativa. Por el contrario, son ingredientes fundamentales para el desarrollo del argumento. Lo mismo sucedecon las referencias a barrios y calles de la ciudad, un escenario que se integra al relato en forma dinámica.
El título capta la esencia de la novela. Tres años atrás Jara había intentado detener una obra del estudio en un terreno vecino a su departamento por la presencia de una grieta en una pared de su casa; él atribuía su aparición a que la excavación se había hecho sin apuntalamiento.
A cambio de mantener la boca cerrada, exigía una suma de dinero. Este personaje, delineado con justeza, atrae y rechaza por igual. Funciona adecuadamente como un antagonista poco convencional para Pablo Simó, porque la grieta también puede entenderse, en un nivel simbólico, como la invisible fisura en la estructura existencial del protagonista.
Su evolución arriba a un estadio ambivalente cuya interpretación final queda a cargo del lector. De esa culminación se desprende una sutil proyección moral vinculada con el concepto de "viveza criolla" y sus diversas encarnaciones, a mitad de camino entre el pícaro simpático y el canalla profesional. Su justificación ética puede resumirse en esta sentencia de Leonor: "Todo el mundo hizo alguna [...] más grande, más chica, pero la hizo. Y si no la hizo, ya la va a hacer, y si no la termina haciendo, se va a arrepentir, a nadie le gusta ser el único estúpido".
El desenlace no se alarga más de lo necesario. Tampoco sobran personajes. Estos dos rasgos de austeridad narrativa resultan esenciales para producir el efecto de un texto entretenido e inteligente. Piñeiro siempre se mantiene atenta al hilo de la trama y nunca lo pierde de vista. Su prosa es concisa: sabe transmitir con claridad lo que se propone, tanto en los diálogos como en las descripciones. Detrás se adivina un paciente pulido artesanal que complementa la inspiración y articula en palabras las ideas de un buen argumento.
Seguramente quienes disfrutaron de Las viudas de los jueves y de Elena sabe no se sentirán defraudados y descubrirán en Las grietas de Jara nuevos matices de una escritora que combina la intriga con la observación social.
© LA NACION
Las grietas de Jara
Por Claudia Piñeiro
lanacionar