Arte: Greco y la escritura en obra
A cincuenta años de la muerte de Alberto Greco, con la palabra "FIN" escrita en una de sus muñecas, Fundación Klemm exhibirá los manuscritos de la novela inédita Besos brujos, por la cual Primera Plana definió al artista como "el primer novelista pop"
Cualquier biografía es un spoiler en sí misma: sea cual fuera el desarrollo, más o menos novelesco o anodino, carga con el peso de un final anunciado desde el principio. La de Alberto Greco no es una excepción. Como todo el resto, desde Adán y Eva en adelante, hubo un día (de 1965) en el que se murió. En su caso, por una ingesta de barbitúricos empujada por el peso de una existencia dramática y un amor obsesivo, jamás correspondido, por un joven poeta chileno de nombre Claudio. Pero la suya fue una vida de autor, un desquiciado ejercicio de diseño a cuyo premeditado punto final le puso firma. El cuento es conocido pero es tan bueno que siempre hay que volver a contarlo: Greco murió con la palabra "FIN" escrita por él mismo con tinta china en una de sus muñecas. Se terminaba una vida como se terminan las películas, las novelas, las obras de teatro. Sólo que aquí, el actor, el performer, el personaje, se murió. En serio. C'est fini y sin bises.
El último acto de Greco, entonces, fue mitad performance, mitad escritura. Omnipresente en pinturas y collages, aún en su versión del ready-made llamada Vivo-Dito (donde "firmaba" personas en la calle), la escritura -ya fuera en la forma de pensamientos, apropiaciones, círculos de tiza, tachaduras, grafitis (con el propio cuadro como pared)-, es puro Greco. Inédita, su novela Besos brujos (1965) vuelve ahora como eje de una muestra en Fundación Klemm a partir del jueves. Las páginas manuscritas, a veces ininteligibles, serán rodeadas por un conjunto de obras de colecciones privadas dispuestas por Adriana Lauría.
La revista Primera Plana informó muy pronto (7/11/1967) de la existencia de Besos brujos, escrita durante el verano del 65 como respiración de unos días enloquecidos en Ibiza. Y tituló: "El primer novelista pop". ¿Cuál era la idea de novela pop para el semanario Primera Plana? Leamos:
[...] A la manera de las novelas de William Burroughs o El ángel subterráneo de Jack Kerouac, Besos brujos es un diario que conduce al lector por los vericuetos de una personalidad torturada. A diferencia de esos autores, sin embargo, Greco no indagaba el porqué de nada: prefería quitarles seriedad a sus textos divirtiéndose con la princesa Lídia y con el correo romántico de la revista Fans. El resultado es deslumbrante y patético, dos adjetivos que también definían al autor [...].
Besos brujos se adelantó dos años a la escritura de Boquitas pintadas y cuatro a su publicación que, con la apropiación del formato del folletín, hizo de Manuel Puig sino el primer novelista pop argentino, uno que captaba las ondas hertzianas de esa sensibilidad. Con su nombre tomado de un tango fatal de Rodolfo Sciamarella y Alfredo Malerba, de 1937, el largo manuscrito de Greco también estableció un puente con El amor brujo (1932), considerada la "novela mala" de Roberto Arlt. Detritus impiadoso del discurso de las publicaciones sentimentales, el impulso al collage de Arlt vuelve sin suturas (crudo, despanzurrado, con el montaje a la vista) en el Greco escritor. Su mantra de amor no correspondido con Claudio Badal es salpicado en el manuscrito de manchas de vino y cerveza pero también de la copia textual de reportajes a Sylvie Vartan o Luigi Tenco y de la transcripción de letras de canciones de Palito Ortega y tangos de Gardel. El mismo Greco había escrito, antes, un único tango. Se llamó "¡Pobre Mina!" y se lo dedicó a su madre, a quien odiaba profundamente. Lo incluyó en el rollo de papel con el que, en 1963, envolvió al pueblito serrano de Piedralaves, cerca de Madrid. Dice así:
¡Pobre Mina!
¿Qué mal has hecho para que la vida te trate así?
Ventilas el destino andando por las calles
Como un carnaval olvidado?
El texto de Besos brujos no fue reconstruido como producción novelística a posteriori sino que está claro que era una idea de Greco que terminara en "novela", objeto. Así se lo hizo saber al editor argentino Carlos Mazar, quien recibió desde Madrid un bulto envuelto en papel madera con las 130 páginas manuscritas en letra imprenta. El propio Mazar debió haber confiado a Primera Plana la existencia de la Greco-novela, ya que aquella crónica histórica empezaba con la cita del mensaje del autor al editor. "Te dejo la novela. Hacé lo que puedas para que se publique pero no te olvidés que es literatura y no pintura. ¡Ja! Parezco una mamá cuando se va de viaje, dando las últimas recomendaciones a los nenes". El artículo no trasluce lo que Mazar pudo haber percibido de aquella obra sobre la que Greco, precavido, advertía acerca del linde entre pintura y escritura. ¡Justo él, que atravesó ese límite como si Fontana hubiera podido salir y entrar por sus tajos como Pancho (Lucio) por su casa!
Como queda claro en la escena del principio (de este texto) y del final (de su vida), nadie llevó tan lejos como Greco la idea de escritura en el arte. Para cuando León Ferrari desarrolló la idea del "cuadro escrito", Greco ya trabajaba la superficie como un lugar de choque entre la pintura de gesto, el garabato y las palabras. Sus dibujos sobre papel, fetichizados por la poca disponibilidad de "cuadros", llevan nombres urgentes: Busco guita y un lugar para siempre; ¿y con qué guita pago el whisky? También algunos collages: Tu jodido y yo en la cárcel; la ragazza del regim. Todos nombrados a partir de las frases escritas como si el soporte fuera la puerta de un baño vandalizada. Embriones de los a(rt)forismos posteriores de Peralta Ramos; las canciones de Jorge de la Vega; el diario underground de Marta Minujín (recuperado ahora en el libro Los años psicodélicos), los Diarios de Guillermo Kuitca (esos lienzos redondos donde se acumulan por períodos sus anotaciones casuales) y, más acá, las listas escatológicas del sibarita Guillermo Iuso.
Cincuenta años después, la novela maldita y pop de Greco vuelve en el formato que ni siquiera su acción radicalizada pudo desplazar: la muestra. Besos brujos se tiene que ver y leer, parcialmente, expuesta en una galería. La familia Mazar-Barnett se desprendió del manuscrito tiempo atrás y la novela, en su estado original, pasó a otra colección. El final, ya lo contamos, está implícito en el manuscrito. Besos brujos, la primera novela spoiler.
Besos brujos. Homenaje a Alberto Greco
Adn Greco
Buenos Aires, 1935-Madrid, 1965
Hijo de Francisco Greco y Ana Victoria Ferrari, Alberto Tomás Greco se autodeclaró el primer pintor informalista argentino para romper luego todas las barreras que separaban la praxis artística de la vida misma. Viajó a París en plena fiebre existencialista y a su regreso catapultó con sus happenings a la generación pop antes de que el Di Tella los consagrara a todos. Fue un bisexual desmesurado en tiempos de mesura y sin el amparo de los movimientos gay o la teoría queer. Con su idea del Vivo-Dito (arte vivo) actualizó la obra de Marcel Duchamp, a quien conoció fugazmente en Nueva York, desde una perspectiva absolutamente original. Pasó los últimos años de su vida en Madrid y revolucionó el provincialismo del arte español ganando la tapa de los diarios a punta de escándalo. Allí realizó una de sus acciones más célebres cuando recorrió el pueblo de Piedralaves designando "obra" a sus habitantes. Su producción caótica ha convertido todo lo que tocó en oro: desde un librito de poesías autoeditado (Fiesta) a dibujos en servilletas y sobres de correo. Sus pinturas negras y collages pueden verse en las colecciones del Mamba, Malba y Bellas Artes. En Madrid, el museo Reina Sofía dedica una sala entera a la exhibición de su obra.
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