Música y cine | Ciclo. Arte interdicto
Una serie de conciertos y proyecciones recupera sonidos e imágenes que fueron censurados por el régimen nazi
No sería del todo ilícito preguntarse por qué la música llamada clásica, pese a ser casi irreductible a los conceptos, adquirió una creciente funcionalidad, inimaginable actualmente, en la discusión política durante el régimen nazi. Desde la época de Martin Lutero, la música mantuvo una intimidad insondable con la historia de Alemania, pero luego, arrancada de la esfera estética y con el ascenso de Adolf Hitler al poder, devino un campo de batalla en el que se jugaba la identidad nacional, el servilismo a la ideología hitleriana del Blut und Boden (sangre y suelo), lo que implicó el despliegue de un implacable sistema de exclusiones y criminalizaciones.
Tomando prestada la palabra Entartung ("degeneración") -término de la biología que, con pretensiones lombrosianas, Max Nordau había usado notablemente para desdeñar entre otros a Richard Wagner-, la calificación Entartete Kunst ("arte degenerado") fue la acusación que el régimen nazi dirigió contra algunas artes, músicas y músicos, y también el nombre de una exposición realizada hacia 1938 en Düsseldorf con todo aquello que el nazismo entendía como perversión clínica de la música. En un punto, no se trató sino de la consecuencia trágica -tal como el tenor Ian Bostridge observó perspicazmente hace poco al comentar el libro The Rest Is Noise del crítico Alex Ross- de la cercanía secular que la música mantuvo con el poder en Alemania. Dicho en otros términos, el poder nazi se ocupó de perseguir ciertos compositores porque resultaban inútiles, y aun contrarios, a la perpetuación y glorificación de su poder, en la medida en que la política, estetizada, "aspiraba -ahora en palabras del propio Ross- a la condición de la música".
La inclusión en la lista ominosa de la Entartete Musik era un peligroso honor. Naturalmente, las partituras expuestas en las muestras pertenecían por lo general a compositores judíos (Felix Mendelssohn incluido), aunque hubo excepciones. La inequívoca pureza aria de Anton Webern no pudo sortear la interdicción; tampoco el protestantismo de Paul Hindemith. Hasta aquí podría pensarse que las prohibiciones tenían menos que ver con la organización de los materiales musicales que con la higiene racial. Sin embargo, no puede pasarse por alto que se trata en todos los casos de músicas disruptivas, como las de Arnold Schoenberg y Webern, o bien dispuestas a dejarse contaminar por otros estilos (como fue el caso de Ernst Krenek con el jazz), y ajenas tanto al colectivismo como al retorno a las formas precapitalistas que alentaba el Tercer Reich. Había entonces otro motivo en el que la música se tocaba con lo social: las tensiones sin reposo, la supresión de las relaciones de jerarquía entre los sonidos de la escala que definió primero el atonalismo y después a la técnica dodecafónica difícilmente podían encontrar una correspondencia en un orden totalitario.
Con el auspicio de, entre otras instituciones, la Secretaría de Cultura de la Nación, el Gobierno de la Ciudad la Fundación Szterenfeld y las embajadas de Austria y Alemania, la pianista Bárbara Civita y la violinista Haydée Seibert imaginaron el ciclo "Los sonidos prohibidos". Destinado a recuperar músicas silenciadas e imágenes interdictas, incluirá conciertos, proyecciones de películas y mesas redondas, la primera de las cuales, con el título "Prohibiciones ordinarias y prohibiciones extraordinarias", se realizará hoy en la Biblioteca Nacional con la coordinación del escritor Noé Jitrik. Esta primera edición se concentrará en el período nazi, pero se prevén otras dos dedicadas a la Unión Soviética y a América.
El ciclo de conciertos, por su parte, se desarrollará en el Templo de la Comunidad Amijai a lo largo de cuatro lunes consecutivos a partir de pasado mañana. "Berlín", "Viena", "El cabaret" son los ejes que organizarán los conciertos en los que se escucharán obras de Mendelssohn, Krenek, Gustav Mahler, Schoenberg, Alban Berg, Webern y Alexander von Zemlinsky. El del próximo lunes, "Praga/Terezin", incluye a compositores y obras poco transitados en Buenos Aires: el Trío para violín, viola y violonchelo , de Gideon Klein; Divertissement para oboe, clarinete y fagot y "Hot Sonata" (Jazz Sonate) , de Erwin Schulhoff; la Suite op. 17 para oboe y piano , de Pavel Haas, por la oboísta Natalia Silipo y el pianista Fernando Pérez; y Tema con variaciones para cuarteto de cuerdas , de Hans Krasa. De Viktor Ullman, el autor de la ópera El Emperador de la Atlántida asesinado en las cámaras de gas de Auschwitz, la pianista Susana Kasakoff tocará la Sonata n° 5 op. 45 . Además, el viernes 27 a las 20, en la Facultad de Derecho, la Orquesta Sinfónica Nacional, dirigida por Pedro Ignacio Calderón y con el barítono Víctor Torres como solista, ofrecerá primeras audiciones de la Obertura fantástica , de Franz Schreker, la Suite para orquesta op. 23 , de Hanns Eisler y la Sinfonía n° 1 , de Shulhoff, en un programa que se completa con Kindertotenlieder , de Mahler.
Visto desde la perspectiva actual, el calificativo de "degenerado" suena lastimosamente meritorio. Ante la amenaza del poder absoluto y totalitario, toda música debería preservar un momento de degeneración como estrategia para defender su autonomía. Así lo entendió, hacia fines de los años treinta, Béla Bartók. Cuando se enteró de la existencia de las listas y descubrió que su nombre no figuraba en ellas pidió expresamente, poco antes de morir, ser incluido.
FECHAS.
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