Azarosos criterios de selección que pueden excluir obras valiosas
Agentes y casas editoras se ven desbordados por las propuestas
¿Cuántos clásicos habrán quedado en el camino al no reconocerse su calidad por parte de los editores destinatarios? ¿Cuál es la clave para no perder una joya editorial en el fárrago de proyectos que acaban en un cesto de papeles?
En "Lamentamos rechazar", un artículo de Umberto Eco sobre los informes de lectura que los lectores de editoriales presentan respecto de los originales que evalúan, el prestigioso semiólogo italiano imaginó la suerte que varias obras maestras correrían si cayeran en manos de los modernos editores de estos tiempos.
Por ejemplo, al rechazar "En busca del tiempo perdido", de Proust, Eco supone que se hubiera dicho: "Es una obra quizá demasiado larga. Tal como está no funciona. Es necesario un vigoroso trabajo de edición: por ejemplo, hay que revisar toda la puntuación. Con un buen trabajo de redacción, el trabajo mejoraría". Tampoco se hubieran salvado "El proceso" ni Kafka: "El librito no está mal. Pero parece que el autor lo hubiera escrito bajo censura. ¿Qué son esas alusiones imprecisas, esa falta de nombres de personas y de lugares? Si se puede retocar bien, si no, lo dejaría pasar".
Los criterios editoriales para detectar una perla en el inabarcable océano de la narrativa pueden ser tan inexorables como inexplicables. A raíz de la experiencia del Sunday Times con V. S. Naipaul, el agente literario argentino, residente en España, Willie Schavelzon, dijo: "No es nuevo. Hace 20 años la escritora británica Doris Lessing envió su última novela con seudónimo a 15 respetables editores ingleses que la rechazaron, con excepción de su editor de toda la vida, que reconoció su escritura".
Lessing quiso con su actitud "dar aliento a los escritores que no conseguían publicar, mostrando hasta qué punto los criterios de selección eran absurdos", dijo Schavelzon. Y agregó: "Aunque Naipaul sea un premio Nobel, yo hubiera rechazado un original suyo sin firma, porque casi todo lo que escribe es bastante malo".
Fárrago de originales
Por su parte, la agente literaria Mónica Herrero -ex socia de Schavelzon en Buenos Aires- comentó a LA NACION: "Pese a que me dedico a la gestión de derechos y no ofrezco originales inéditos a las editoriales, suelo recibir un promedio de diez por mes, lo que es mucho para alguien que no trabaja en esa área". Para la editora de Alfaguara Julia Saltzmann, la cantidad de nuevas obras que trasponen la puerta de una editorial depende de que "el editor decida cerrar la puerta por completo o dejar abierta una rendija y utilizar una especie de mirilla para espiar lo que hay afuera y salir a buscarlo. Si no hubiera restricciones, el trabajo sería imposible. No habría equipo editorial capaz de leer y evaluar".
Encargados y recomendados
Schavelzon se defendió: "Los agentes literarios no tenemos ninguna posibilidad de leer cinco o seis manuscritos por día y, además, cumplir con el trabajo para los escritores que representamos. Hay autores que están convencidos de que han sido rechazados en más de una editorial sin que su original haya sido leído. Y es cierto. Es por la enorme cantidad de propuestas que llegan por día. Una editorial grande recibe más de mil por año, de las que publica 20 o 30, porque el resto son libros encargados por los editores".
Un lector que trabaja para varios sellos leyendo propuestas de novelas -cuyo nombre prefirió mantener en reserva- confirmó a LA NACION que, en general, las grandes editoriales no reciben originales sin recomendación.