Caballero andante
Todos los tonos de verde se dan cita en la vegetación frondosa que flanquea el camino. De tan tupidos, los árboles ni siquiera permiten la presencia del cielo. Acaparan la escena y se convierten en una bóveda que recubre al hombre en el camino de asfalto empujando su bicicleta atestada de ananás, también con sus tonos de verde en consonancia con la naturaleza. Están dispuestos con una prolijidad y un esmero que hasta detentan orgullo en lo que lleva al mercado para vender. Estamos frente a un caballero andante que realiza una tarea quijotesca, porque es evidente que hay esfuerzo en el andar. Con sus pies descalzos, realiza una faena en condiciones propias de otro siglo. Sin embargo, su estampa no es la de una triste figura. Todo lo contrario: su mirada penetrante exuda determinación y fuerza. Cualidades que muchas veces no tienen aquellos que nada tienen que hacer para ganarse el sustento.