Celebración de las letras
El miércoles último se entregó el premio LA NACION-Sudamericana de Novela 2006, en un acto realizado en el Alvear Palace Hotel, al que asistieron destacadas personalidades del ámbito de la cultura, la Justicia y la política. Un jurado de prestigio internacional integrado por los escritores Carlos Fuentes, Griselda Gambaro, Tomás Eloy Martínez, Luis Chitarroni y Hugo Beccacece distinguió a Sergio Di Nucci por su obra Bolivia Construcciones, que el autor firmó con el seudónimo Bruno Morales. En estas páginas se reproducen los discursos pronunciados durante la ceremonia por el subdirector de LA NACION, Fernán Saguier, y por el novelista Di Nucci
Somos los libros que hemos leído
Por Fernán Saguier
Aún recuerdo impresionado una frase de Tomás Eloy Martínez, renombrado jurado de este premio, quien al inaugurar este año la Feria del Libro se preguntó: "¿Para qué leemos? Leemos para imaginar -respondió-. Para fugarnos a un mundo regocijante e inofensivo en el que las palabras se resignifican y nos transforman inevitablemente". Recuerdo que dijo algo así como que un libro nos educa y nos hace madurar. Un libro nos convierte de inmediato en otros. Y así, sucesivamente, somos y nos definimos por los libros que hemos leído. O, de lo contrario, somos el vacío que la ausencia de libros ha abierto en nuestras vidas.
Casi instintivamente asocié estas palabras cuando leí Bolivia Construcciones , la novela ganadora del premio LA NACION-Sudamericana 2006, que recibe Sergio Di Nucci, o Bruno Morales, como firma el autor. Pensé en esa narración cálida y acogedora, que describe con maestría el mundo, poco explorado literariamente, de los inmigrantes bolivianos en la Argentina, munida de un abanico amable e intimista de personajes sujetos a todo tipo de vaivenes en los que el humor no deja de estar presente. Hay allí un desfile de vidas dignas de ser descubiertas, con sus afectos, sus entrañables festejos e ilusiones, sus oscuridades, vocabularios y silencios registrados en un relato tan cercano que despierta un vínculo misterioso que trasciende la lectura de las páginas.
Que Bolivia Construcciones haya ganado el premio LA NACION-Sudamericana 2006 es motivo de una doble satisfacción. Ha ganado un autor joven, agudo y refrescante, un cronista de alma, pero acaso tanto como esto vale la pena destacar que, a través de su obra, se ha impuesto una temática universal que es, a la vez, profundamente local: una historia rica y sencilla de inmigrantes que exponen el diálogo de dos culturas que conviven en el país.
Ha sido sustancial haber contado una vez más, en un concurso literario del que es parte LA NACION, con un jurado de vuelo internacional. Sus nombres han sido garantía de que el premio LA NACION-Sudamericana respondería, más allá de la recompensa material, a la voluntad de generar estímulos a la vocación creativa.
Nos sentimos muy bien acompañados por Random House-Mondadori y su gran sello Sudamericana. Es una de las empresas más importantes del mundo y una editorial muy cara a los sentimientos argentinos y latinoamericanos. Y también por Zurich, que ha querido ayudarnos en la campaña por la cultura que iniciamos hace dos años.
Este es un premio que no sólo ratifica el compromiso de LA NACION con la cultura, expresado tanto en las páginas del diario como en la entrega de los premios literarios: refleja, además, nuestro permanente interés por las ideas, los debates y los hechos internacionales de mayor relevancia.
La cultura universal tiene una deuda incalculable con los novelistas, porque ellos han extendido la vida hasta convertirla en una aventura interminable y siempre dispuesta a comenzar. El premio que hoy entregamos supone un reconocimiento de esa deuda. Y busca contribuir a que la novela esté presente cada vez más en la realidad cultural argentina. No sólo como aliento a la creación, al permanente renacimiento de ese maravilloso género literario, sino también como estímulo al lector, como invitación a que las generaciones jóvenes redescubran el placer de las novelas.
Siempre habrá lugar en LA NACION para la virtud del novelista de crear nuevos paisajes e imaginar personajes que los habiten. Pero para ello será imprescindible la colaboración del lector para que el esfuerzo fructifique. Jorge Luis Borges, que nunca cultivó la novela como género literario, solía decir: "Que otros se jacten de lo que han escrito, yo me jacto de lo que he leído".
Los invito a leer Bolivia Construcciones . Podrán jactarse de haberse escapado a ese lugar maravilloso donde nada es real y todo es cierto al mismo tiempo, aunque sea fugazmente.
Una felicidad que no es literaria
Por Sergio Di Nucci
Siempre van a ser odiosas las palabras de un premiado. Sonarán a algo institucional, a escuela primaria, a un mundo, en definitiva, de exhibiciones, de comparaciones, de evaluaciones.
Quiero contarles por qué el dinero del premio irá para ADA, que es la Asociación Deportiva del Altiplano. Una asociación que nació en Buenos Aires en los años ochenta para fomentar el deporte. Pero las necesidades más urgentes de la colectividad boliviana demostraron ser otras. Actualmente sirve como sede para distintas agrupaciones: un bautismo puede venir a interrumpir una ardiente discusión sobre la Constituyente y sobre mi tocayo, Evo Morales. Ante los distraídos ojos argentinos, la asociación alcanzó este año una máxima visibilidad. Fue en marzo, cuando en el incendio del taller textil de la calle Luis Viale cinco niños y un adulto murieron carbonizados. Al horror de las muertes se sumó otro, menos flamígero, pero que todavía perdura. Miles de personas quedaron literalmente en la calle, porque los trabajadores bolivianos fueron expulsados de los talleres. Expulsados porque les faltaba su radicación. Hoy, un solo indocumentado les cuesta a los talleres cinco mil pesos de multa. En la misma medianoche del día del incendio, eran decenas los que se habían quedado sin trabajo y sin casa, porque familias enteras viven en los talleres. No sabían dónde ir. Mejor dicho, sí supieron: en ADA encontraron techo y refugio. Esta donación con cargo tiene una sola finalidad: que los bolivianos puedan encontrar allí una sede que los oriente y luche por su radicación.
Hay los fines, y hay los medios. El fin era esta donación. El medio - Bolivia Construcciones - es sólo una novela. En los años sesenta, un novelista norteamericano blanco publicó el relato en primera persona de un esclavo. Aspiró a narrar con una voz que sonara negra, y terminó convirtiendo el libro en una clara falsificación. Yo preferí reconocer que nunca sonaría como boliviano auténtico.
En literatura, lo verdadero no existe. Si nos desnudamos, es porque perseguimos un efecto: lo sabía un gran santo, que lo hizo en la plaza pública. Ya desde la adopción de un seudónimo para el nombre de autor, todo es construcción en Bolivia Construcciones , como lo anuncia el título de la novela. Construcción, antes que homenaje a una realidad que ninguna empatía nos permitirá representar.
Me parece que un libro, una novela, no tiene por qué contar con un plus de respetuosidad. Una novela puede cambiarte la vida, una canción puede salvarte la vida. Por eso sólo recordamos esas lecturas, como esas canciones, que nos hablan a nosotros, organizan nuestros impulsos y nos alientan a hacer eso que no nos animábamos a hacer, pero que sabemos que está bien hacer porque es sincero. Prefiero una novela con ritmo, con sonoridades diversas en los timbres y acentos. Una novela sexual y divertida, antes que redactada en una lengua abstracta, complicada e inhumana, mezclada con argot técnico o administrativo.
En Bolivia Construcciones busqué que la comicidad se trocara en una forma de cordialidad, por completo repugnante a la risa profesional. Quería que la inteligencia crítica de los protagonistas bolivianos se dirigiera al rescate y cuidado de circunstancias y de hechos que parecían condenados de antemano a la farsa o al desastre. Y el dolor encuentra o inventa algún escape humorístico y se protege con una gravedad triste, amistosa, que ya no se espanta al primer golpe ni está dispuesta a ensuciar con sentimentalismo el rescate de la desdicha. Virtudes bolivianas: el pudor para contarlo todo, incluso lo desastroso, lo crudo, lo ridículo o lo trivial, sin difamarlo ni echarlo a perder, sin que se abisme en el melodrama, ni en la ironía televisada, tan argentina en suma.
La literatura, decía otro autor seudónimo, es una promesa de felicidad. Nada puede prometer Bolivia Construcciones . Pero nada me prohíbe anhelar una felicidad que no es literaria.