Humor / Contra la cronofagia. Cómo perder el tiempo sin perder la cara
Teléfonos móviles, ipods y otros aparatitos tecnológicos son auténticos cronófagos, pero su uso, lejos de desprestigiar a la gente, como lo hace el cubilete de dados, confiere prestigio: es una muestra de que se está al día
En tiempos de la aristocracia era de buen tono perder el tiempo.Esto se lograba dedicándose a pasatiempos tales como jugar a los dados, frecuentar salones elegantes, cazar o matar gente. Así se mataba el tiempo, el peor enemigo de las clases ociosas. Los plebeyos no podían darse ese lujo: eran ganapanes, o sea, tenían que trabajar. Los aristócratas, en cambio, eran gustapasteles.
Hoy día ya no se estila perder el tiempo en forma obvia, porque se supone que concurrimos regularmente al Templo del Trabajo. Para ganar o conservar la estima de nuestros conocidos tenemos que simular que estamos ocupados todo el tiempo que puedan vernos.
Para esto se han inventado teléfonos móviles, ipods y otros dispositivos más fáciles de ocultar que los teléfonos fijos y las computadoras de antaño. Los nuevos aparatitos son auténticos cronófagos. Pero su uso, lejos de desprestigiar a la gente, como lo hace el cubilete de dados, confiere prestigio. Muestran que se está al día.
Mientras se use una de esas maravillas se puede perder el tiempo en cualquier lugar y circunstancia. Sobre todo, se las puede usar sin perder la cara que a uno le quede, o que uno cree que le queda.
Se dirá que quien pase mucho tiempo mandando mensajes mediante uno de esos cronófagos hace perder el tiempo a sus corresponsales.
Nada de esto, porque ellos están haciendo exactamente lo mismo. Es decir: simulan que cuando mandan un mensaje hacen algo serio.
También se dirá que mi sarcasmo atenta contra el derecho al dolce far niente . Esto es verdad, pero no me importa. Nadie puede negarme el derecho a sostener que matar el tiempo es un asesinato como cualquier otro. Esto, porque el tiempo perdido es tan irrecuperable como la vida.
Por cierto que Marcel Proust se hizo famoso escribiendo En busca del tiempo perdido . Pero también es cierto que el gran escritor nunca emprendió esa búsqueda, porque sabía que el tiempo que se ha vivido se ha ido. Pero el título era ingenioso y vendedor.
La verdad es que Marcel, niño consentido, no se movía de su gabinete sino para asistir a alguna reunión de gente elegante, o sea, rica. Estaba ocupadísimo transmutando frivolidad en arte.
Si se admite que matar el tiempo es un delito, también deberá concederse que la comisión de tal delito debería ser punible. Pero para que lo sea habrá que reformar el Código Penal.
Habrá que penalizar la cronoclepsia, o robo de tiempo, y el cronocidio, o asesinato de tiempo. La cronofagia no merece lugar aparte, porque es un caso particular de cronocidio: es el análogo temporal de la antropofagia.
Lo que antecede, por cierto que sea, no es sino blablablá mientras no se legisle sobre las penas que corresponden a los delitos mencionados. ¡ Aiuto, caro Signor Cesare Beccaria! ¿Qué penas propondría Ud.? Help, dear Mister John Howard! ¿Cómo propone Ud. rehabilitar a los tragones, ladrones y asesinos de tiempo?
Les pregunto a Uds., eminentísimo penalista y distinguidísimo reformador carcelario del Siglo de las Luces, porque supongo que me darán respuestas racionales Por lo pronto, jamás se les ocurriría la burrada de castigar la ingestión, el robo o asesinato de tiempo obligando al delincuente respectivo a perder su tiempo permaneciendo un tiempo inactivo en una cárcel.
¿Qué les parece ésta, la regla penológica y correccional? Quien extravíe, robe o mate tiempo consuetudinariamente y a razón de más de una hora por día será obligado a enrolarse en un curso intensivo que le enseñe a hacer algo útil o placentero sin perjudicar a otros. Éste tendría que ser el carozo de la futura Ley de Prevención de Atentados al Tiempo.
Para aclarar el alcance de esta ley se podrían citar ejemplos de penas por atentados al tiempo: cultivar huertos o jardines, hacer o escuchar música, enseñar a leer o a hacer construcciones con Lego, escribir o leer algo inteligente o conmovedor, leer buenos libros a chicos o a ciegos, diseñar o componer artefactos, reparar aceras rotas, actuar en una asociación voluntaria o en un partido político honesto, etcétera.
¿He estado perdiendo mi tiempo o robando el de mis lectores? Quienes esto crean perderán su tiempo reprochándomelo. Somos muy tercos los cronofagófobos. Tanto, que somos capaces de hacer proselitismo cronofílico entre cleptócronos, cronocidas y otros delincuentes.