Cómo subsistir, el dilema en Formosa
Es uno de los distritos con peores sueldos
FORMOSA.- La vocación docente sigue viva en los maestros, pero hay quienes deben hacer verdaderos malabares para subsistir.
Mónica Brites de Sánchez, de 30 años, es maestra de cuatro grado de la EGB II, con 23 alumnos. Trabaja desde hace cinco años y ejerce en la Escuela N° 147 Estado de Israel del barrio Juan Domingo Perón, en la periferia, con un viaje de una hora y media de colectivo desde su casa. Esa demora y el costo del boleto la obligó a comprarse una motocicleta.
"Recibo 850 pesos mensuales; pero no alcanza. Sirve para subsistir nada más", relata. Tiene tres hijos, Pablo, Mauro y Lucas, de 6, 4 y 1 año. "Ellos se llevan casi todo; hay que darles atención médica, comprarles medicamentos, ropas, pañales, leche en polvo... Y a fin de mes llegamos ajustados porque mi marido, que es chofer de colectivo, también aporta algo", cuenta.
"No podemos ahorrar, ojalá pudiésemos", confía. Viven los cinco en una pieza con baño interno que ya queda chica. Ese ambiente limitado es causante de problemas respiratorios, como broncoespasmos en los chicos.
Mónica aspira a que la titularicen. "Por ser suplente ya tuve que cambiarme a doce escuelas y necesito que me confirmen para tener la garantía del trabajo, el acceso a otros beneficios y la posibilidad de alcanzar la casa propia", precisa.
Mercedes Graciela Torres tiene 36 años y una hija, Micaela, de 8 años. Hace diez años que ejerce como docente. Hoy atiende 31 chicos de primer grado en la Escuela N° 516 del barrio Antenor Gauna. Hay 10 kilómetros entre su casa y la escuela y ésa es la razón por la que contrató un remise para que la lleve y la traiga. Ese servicio y el del minibús para su hija le demandan 120 pesos mensuales. Gana 860 pesos, con salario por hija incluido "en la mano" y para que su pasar sea ordinario atiende, a domicilio, a alumnos particulares a quienes ayuda en el aprendizaje. "Nos alcanza para vivir, pero siempre nos privamos de algunas cositas", reconoce.
Vive en la casa de sus padres y ha comenzado a ahorrar para cumplir también el sueño de la casa propia. "Pese a algunas dificultades mi pasión por la educación sigue intacta", admite Mercedes. En su escuela, los chicos reciben cariño y buena alimentación. "Cuando vemos los resultados nos sentimos reconfortados", confía. Les enseñan a cepillarse los dientes, los acompañan en el desayuno y también les sirven el almuerzo. Una tarea que repite todos los días con la misma entrega.