Como un país inmenso
Borges definió a Quevedo como una vasta literatura y lo mismo se podría decir de su obra, por su infinita variedad. Si hay un centro en su obra, es su amor por el género fantástico. Podemos ver que en general sus grandes cuentos fantásticos nos hablan de objetos mágicos: el zahir, el aleph, los hrönir de "Tlön, Uqbar, Orbis Tertius", las piedras de "Tigres azules". En general, cuanto más vulgar es el objeto, mayores son sus poderes y significado (el zahir es una moneda de poco valor; el aleph, un punto en una escalera) mientras que las grandes construcciones, como la biblioteca de Babel, sólo representan el caos y el sinsentido.
En los últimos años de su vida, Borges dejó a un lado los objetos mágicos y lo fantástico se hizo puro lenguaje. En "La rosa de Paracelso" basta una palabra para hacer resurgir la rosa; en "La memoria de Shakespeare",el prodigio se produce a través de una llamada telefónica, tarde en la noche.
Borges hizo todo al revés, eligió todos los caminos que estaban fuera de la moda, del aire de la época: prefirió el cuento a la novela, el humor a la seriedad, el ensayo breve al tratado extenso, la poesía rimada y medida cuando ya nadie escribía tal cosa; se dedicó al rescate de un género vilipendiado, como el policial, y de aquellos autores de vago prestigio, como Chestertono Stevenson.
En cuanto a la vigencia de su obra, cito un solo ejemplo de su influencia: el cuento "Tlön, Uqbar, Orbis Tertius" (la redacción de una enciclopedia que postula un mundo alternativo y que termina contaminando la realidad) es probablemente el que más ha marcado la literatura fantástica y la ciencia ficción del siglo XX.
Hay ecos de ese cuento en los mejores y más extraños autores de la narrativa de imaginación, como M. John Harrison, Jonathan Carroll, John Crowley y Cristopher Priest.
Es el escritor más importante porque cualquier lector del mundo puede reconocerse en sus obsesiones y sus pesadillas. Su obra es como un país inmenso al que siempre volvemos para encontrar cosas distintas. Sus libros son nuestro aleph.