Contar el debut
CON esta primera novela, Pedro Mairal acaba de obtener, a los veintiocho años de edad, el premio Clarín, cuyo jurado estuvo compuesto nada menos que por Guillermo Cabrera Infante, Augusto Roa Bastos y Adolfo Bioy Casares. Mairal, profesor adjunto de Literatura Inglesa en la Universidad del Salvador, ya había publicado un libro de poemas que obtuvo una mención en un concurso de la Fundación Fortabat.
Una noche con Sabrina Love no sólo es el título de la novela sino también el premio que el protagonista gana en el sorteo televisivo que se realiza en el programa "El Show de Sabrina Love", cuya conductora es una porno star del cable codificado. En la escena inicial, el muchacho -un adolescente virgen de diecisiete años- está haciendo zapping a la espera del programa en el que se efectuará el sorteo. Luego de una oración introductoria, una sucesión de breves frases entrecortadas da la idea del rápido cambio de canales, en un hallazgo verbal como no volverá a encontrarse prácticamente ninguno en el resto del libro.
Una vez ganado el premio, el joven deja su pueblo de Entre Ríos acechado por la inundación, para emprender un viaje que lo hará pasar por distintos escenarios y circunstancias -el lugar donde murieron sus padres, un robo navaja en mano, un corte de rutas- hasta llegar a Buenos Aires. En casa de otro muchacho, homosexual y oriundo de su mismo pueblo, participará de una fiesta donde circula la marihuana y en la que conoce a una muchachita que lo cita para el día siguiente.
A las cortas pero vívidas postales de la ruta, se agregarán otras, igualmente vívidas, de la gran urbe. Tras esas varias pequeñas pruebas, el protagonista atravesará la de su debut sexual -que ganó en el concurso- y que le resultará a tal punto decepcionante, que lo llevará a considerar más real la versión televisiva de la porno star (en ese truco, Mairal se anota otro poroto). Al fin, Love, prostituta buena, lo lanza ya experimentado al encuentro de un posible amor en su propio idioma: la escena con la muchachita, con esperanza de futuro incluida, que él recordará ya en camino de vuelta al pueblo.
Fuera de unos pocos flashbacks iniciales que incorporan datos sobre el protagonista, la linealidad de la historia sólo se altera en ese capítulo final en el que se superponen el viaje de regreso y el recuerdo del encuentro con la chica conocida en la fiesta. La narración, por otra parte, está muy bien construida, con un lenguaje llano, conciso, predominantemente informativo, cuyo rasgo más literario está en la fina observación de los hechos, que se presentan por sí mismos, sin comentarios adicionales ni huecas estridencias.
Se trata, en suma, de una novela entretenida que, si bien se adecua prolijamente a tópicos y modalidades acordes con expectativas comerciales (editoriales) de la época, lo hace de manera inusualmente impecable.
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