De la derrota a la esperanza
El triunfo del artista sobre el tiempo en la obra de Roma Geber y el dorado simbolismo de Federico Martino
NO me parece exagerado afirmar que la muestra de Roma Geber en la Galería Arroyo (Arroyo 834) es una de las más relevantes que hemos tenido oportunidad de ver en el transcurso de este año. La artista nació en Hamburgo y en su adolescencia atravesó la terrible odisea de escapar con su madre y su hermana de uno de esos campos de concentración que fueron la mayor vergüenza de la última guerra mundial. Aunque la experiencia dejó cicatrices en su alma, ya en nuestro país, Roma dedicó toda su energía a plasmar las imágenes pictóricas que la obsesionaban desde niña.
De sus magníficas telas, que hoy la muestran en la plenitud de sus poderes creativos, se desprenden sentimiento y reflexión, tal como la propia artista nos dice: "Quiero atrapar una realidad profunda, un sentimiento de fugacidad temporal, para que nos detengamos a reflexionar."
El paisaje metafísico
Puertas y paredes carcomidas por el tiempo no alcanzan para impedir que se asomen, como manifestaciones de una naturaleza indomable, plantas o árboles, en el fondo de zaguanes que compiten en alegría con cielos diáfanos, a veces surcados por nubes o recortados por alguna chimenea que se eleva como una plegaria.
Se trata pues de paisajes que van mucho más allá de los paisajes mismos, trayéndonos, por momentos, reminiscencias del padre del surrealismo, De Chirico.
Si el clasicismo es el equilibrio entre sentimiento y pensamiento a partir de la intensidad de ambos, Roma Geber ha alcanzado el difícil nivel de lo clásico. Naturaleza y geometría, derrumbe y esperanza se contraponen y equilibran en los trabajos de Geber, destinados a perdurar, como todo lo clásico. La convicción con que la artista brinda su mensaje está llamada a convencer a los más escépticos.
Federico Martino
La galería Ursomarzo (Arenales 921) reabre sus puertas, en su tradicional ubicación de Marcelo T. de Alvear, con una muestra del pintor simbolista Federico Martino.
Siempre tuvo el simbolismo algo de esotérico. Symbolon en griego era la mitad de un amuleto cuya otra mitad quedaba en manos del segundo poseedor para que pudiesen reconocerse pasados los años. Un sentido pues que nos remite a otro sentido, más allá del manifestado por el hecho plástico.
Preocupación ética
Una de las características que siempre me llamó la atención respecto de muchos simbolistas es el tono dorado de sus pinturas. Lo dicho es tan cierto de Henri Fatin Latour como de Lucien Levy-Dhurmer, sin olvidar a uno de los iniciadores, Paul Gauguin. Esto se cumple cabalmente en las telas de Federico Martino. Obras como La edad del cerdo , La lucha, Tiempo de iniquidades o sus Verónicas parecen marcadas a fuego. Los títulos (como El fuego: día de Pentecostés) apuntan a una dirección de preocupaciones éticas, cuando no religiosas.
Idea y realización
La maravillosa factura plástica con que los temas están desplegados los aleja de cualquier atisbo de ilustración. La de Martino es pintura en el más noble sentido de la palabra. Pese a los temas, el artista en ningún momento pierde la calma sino que fija sus imágenes con el desprendimiento de quien filosofa.
Creo que el arte de Federico Martino es uno de los más exquisitos y puros que engalanan nuestros tiempos de dificultad y de lucha.