En el Sínodo de Obispos. Debate la Iglesia la comunión a los divorciados vueltos a casar
Un prelado neocelandés pide que se levante la prohibición
ROMA.– Una luz al final del túnel parece vislumbrarse para millones de católicos divorciados vueltos a casar, que no pueden comulgar. En el Sínodo de Obispos que comenzó el domingo en el Vaticano, este tema apareció como uno de los más candentes, al punto de que un prelado de Nueva Zelanda pidió sin medias tintas que se revise esta prohibición, a la que consideró un “escándalo”.
“Hay que enfrentar el escándalo de los que tienen hambre de eucaristía, del mismo modo que hay que enfrentar el escándalo del hambre física”, dijo anteayer John Atcherly Dew, arzobispo de Wellington, Nueva Zelanda.
Consciente de que en este tema hay bastante división en el seno de la Iglesia, Dew concluyó su intervención de seis minutos con un llamado a los más de 250 padres sinodales de todos los continentes a tener una visión “pastoral”.
“Como obispos tenemos el deber pastoral y la obligación, ante Dios, de considerar, discutir y superar las dificultades que oprimen a tanta gente. Nuestras iglesias se enriquecerían si pudiéramos invitar a los católicos comprometidos, actualmente excluidos de la eucaristía, a regresar a la mesa del Señor”, afirmó.
Con audacia, Dew fue más allá: “Hay muchas personas cuyo matrimonio ha terminado tristemente, pero que nunca abandonaron la Iglesia y están excluidos de la eucaristía. Ninguno de nosotros, en el Sínodo, puede ignorar su sufrimiento".
"Tenemos que encontrar modos para incluir a los que tienen hambre del Pan de Vida, buscar formas para que esta iglesia sea más inclusiva y dé la eucaristía a los que ahora están excluidos", exhortó.
Las palabras del prelado neozelandés chocaron con las expresadas el lunes último por el cardenal italiano Angelo Scola. Relator general del Sínodo y prestigioso teólogo, en su "informe oficial antes de las discusiones" Scola habló de los divorciados que se han vuelto a casar, pero dejó en claro que se opone a que se levante la prohibición de comulgar. Para enfrentar la cuestión, propuso simplificar los procedimientos necesarios para la nulidad del matrimonio.
Actualmente, de hecho, hay prelados que autorizan la comunión a divorciados vueltos a casar que conocen personalmente, pese a la prohibición de la Iglesia Católica. El mismo cardenal Scola reconoció este hecho, al indicar en su informe que "a nadie se le escapa la difusa tendencia a la comunión eucarística de los divorciados que se han vuelto a casar, más allá de la enseñanza de la Iglesia".
La Iglesia Católica no reconoce el divorcio civil, y sólo permite la anulación, dictada por tribunales católicos que sentencian que el matrimonio nunca existió porque carecía de las condiciones necesarias, como por el libre albedrío o la madurez psicológica de uno o ambos cónyuges.
En el mundo hay varios millones de católicos que se divorciaron y se han vuelto a casar en segundas nupcias civilmente, que se consideran buenos católicos (sólo en los Estados Unidos hay 7 millones de divorciados católicos). Pero la Iglesia Católica les prohíbe la comunión porque considera que viven en pecado. No sucede lo mismo con la Iglesia Ortodoxa u otras confesiones cristianas, como la anglicana, que sí dejan comulgar a los divorciados vueltos a casar que demuestran ser buenos cristianos, porque consideran que la comunión sirve también para curar heridas y dar nueva vida.
El problema de los divorciados vueltos a casar, un tema que atañe a muchísimos fieles católicos, estuvo en los últimos años en el centro de varias propuestas. Obispos alemanes habían propuesto una solución pastoral: que el divorciado vuelto a casar siguiera las recomendaciones de un sacerdote-guía, propuesto por el obispo, y después de un significativo camino de penitencia podría recibir la absolución, y luego la comunión. Pero nunca hubo respuesta durante el largo pontificado de Juan Pablo II, que siempre se mantuvo firme sobre su exclusión de la eucaristía.
Un signo de apertura
El hecho de que el tema se esté discutiendo directa y abiertamente en el primer Sínodo del pontificado de Benedicto XVI -que concluirá el 23 de este mes-, es muy importante, y se lo considera un signo de apertura.
Hay que aclarar, sin embargo, que esta "cauta" apertura no quiere decir que vaya a haber un cambio de parte de la Iglesia Católica en este tema. Como el Sínodo es un órgano consultivo, sólo puede llegar a recomendar al Papa que se levante la prohibición de comulgar que pesa sobre los divorciados vueltos a casar; o que se discuta en profundidad el tema en otro Sínodo, convocado específicamente a tal efecto.
El papa Ratzinger, custodio de la ortodoxia católica durante un cuarto de siglo, famoso por su intransigencia y conservadurismo, desde que fue elegido pontífice ha demostrado que está dispuesto a escuchar todas las voces. Y hay quienes creen que podría ser más flexible en este tema candente. En julio último, luego de que un sacerdote romano le planteó el problema de los divorciados vueltos a casar, Benedicto XVI dijo que la cuestión deberá ser sometida a un mayor "estudio" por ser "una situación particularmente dolorosa".
Bergoglio
- ROMA.- El arzobispo de Buenos Aires, cardenal Jorge Bergoglio, habló sobre la eucaristía, el tema central del XI Sínodo de Obispos, ante sus colegas de todo el mundo. Reconocido luego de que trascendió que en el cónclave fue el más votado después de Ratzinger, Bergoglio dijo que "hay que preguntarse en qué cree y cómo vive el Pueblo de Dios para que la eucaristía pueda ser cada vez más la fuente y la cumbre de la vida y de la misión de la Iglesia". Y señaló que se trataba de "una intuición muy rica que va a buscar a Cristo en sus beneficiarios y testigos más pequeños".
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