Camino a la santidad. Declararon venerable a una monja argentina
María Crescencia Pérez, del Huerto
Juan Pablo II firmó ayer en Roma el decreto que declara la heroicidad de las virtudes de una religiosa argentina, la hermana María Crescencia Pérez, del Instituto de las Hijas de María Santísima del Huerto, que así adquirió el carácter de venerable, un paso para su beatificación.
Para ser declarada beata se requiere la acreditación de un milagro atribuido a su intercesión. Aunque aún no ha sido aprobado oficialmente, se le atribuye un milagro, la curación en 1998 de una joven porteña víctima de hepatitis A fulminante, agravada, cuya única solución podría haber sido un trasplante, que no se realizó.
La hermana María Crescencia vivió dedicada a los pobres, a los chicos de orfelinatos y hospitales. Nació en San Martín, Buenos Aires, en 1897, en una familia muy humilde, y falleció en 1932 en Vallenar, Chile.
En 1986 se abrió la causa de canonización, y sus restos fueron llevados a la capilla del Colegio Nuestra Señora del Huerto de Pergamino, donde su cuerpo de mantiene incorrupto y convergen más de cien peregrinos cada día, de todo el país. Vivió su vocación en plenitud, en silencio y oración, y aun enferma no faltó a su deber.
En su niñez, vivió con su familia en Pergamino, donde estudió con las hermanas del Huerto y se propuso ser una de ellas. En 1915, a los 18 años, ingresó en el noviciado en Villa Devoto, En 1924 impartió instrucción primaria y preparó a chicas para la primera comunión en el Colegio del Huerto, en Rincón 819, de esta Capital.
Sufrió varias enfermedades, una dolencia en una pierna, una intervención quirúrgica y penas espirituales. En 1925, en Mar del Plata, se hizo cargo de 140 chicos enfermos de tuberculosis, con riesgo de contagio. Físicamente débil, enfermó de tuberculosis pulmonar. Con agudos dolores, sus superioras la enviaron en 1928 a Vallenar, Chile, pensando que tendría un clima más beneficioso para su dolencia. Allí formó coros de niños y jóvenes, y atendió a muchos enfermos en el hospital. Crescencia tenía a su cargo la farmacia y la cocina, arreglaba la capilla, enseñaba el catecismo a las jóvenes. Murió en Vallenar y en el colegio de las monjas en Quillota, ese día se percibió un fuerte aroma a violetas.
Al acto en Roma asistió el embajador ante la Santa Sede, Carlos Custer.
"No lo esperaba tan pronto", comentó en Buenos Aires la hermana del Huerto Josefina Nuguedu, vicepostuladora de la causa de canonización. "Ella llevó adelante el proceso sola", agregó. Y comentó que son más de 100.000 las gracias atribuidas a su intercesión de las que hay constancia por escrito.
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